EL TIEMPO NO EXISTE

 

Si en un interior, que nace o muere

surge y crece una pregunta,

interpretada como duda incierta,

careciendo de sentido, al mismo instante que de

explicación,

tal vez sea porque el tiempo no existe,

pero…,

¿por qué entonces se tejió la vela, acompañada por ese

su viejo timón?,

cual marinero errante, como velero siendo vencido,

como por letal mezcla de agua, de espuma y remolino

que de salvaje oscurece al mar ya por completo y en su

extensión,

quedando sin saber describir a la luna,

pero, sin embargo, si de modo veraz al sufrimiento

acompañando con sal, a su ignorado pero mojado

dolor…

 

Navegando sin peces y con viento

de hechizo de estrellas con aroma de flor,

con ese polen, que de la mar nace nuevo

sin pruebas ni convenio…, y tampoco sin razón.

 

El tiempo no existe marinero

y ahora tampoco, tu viejo y cansado timón.

 

Cual luna reflejada en tu cielo

hace en la tierra cantar su canción,

su tema, plagado de heno

de hierbas raras, de azúcar, de miel y limón.

 

Con nostalgia del trueno

contagiando a la lluvia con redención,

de no saber dónde caen sus aguas,

en este plano…, dicho por otros “dimensión”.

 

Si no ves mojada tu arena, es porque el cielo

así lo pacto,

por eso crecen sequias,

al no ver el cielo

ni su importancia, ni su extensión.

 

Por eso el tiempo no existe…,

porque todos se ciegan en negar,

a quien lo creó.

 

El caminante cuerdo sin locura

no puede observar a la osa mayor,

pues las estrellas no encienden hogueras

ni cambian robando el sitio…, al enorme sol.

 

Tal vez el átomo no es nada…,

porque ni explotó, ni se expandió,

y si no, que alguien me diga

sí en este nuestro sol, hace calor.

 

Puede que haga frío,

como la distancia mezclada con la erosión,

por eso le suelo cantar a la luna,

porque con mis manos la suelo alcanzar, sin presión. […]

 

EL TIEMPO NO EXISTE del libro EL TIEMPO NO EXISTE Y OTROS POEMAS PERDIDOS de MIGUEL ÁNGEL ESCUDERO GARCÍA. Share on X

[…] ¿La materia acaso existe?

si no aún no saben ni quien la creó,

pero él lo hizo con locura, locura pura de amor,

por eso suelo mirar a los astros, porque él un día los

pintó.

El azul, el azabache, la miel, el marinero y el timón,

nadie entiende ya nada,

pues si el tiempo no existe…,

es porque jamás se creó.

Puedes contar minutos, puedes hacer relojes de sol,

pero, si la arena no es mojada por el tiempo,

nunca avanzará…,

tu insignificante reloj.

Tiempo…, de negro que quema ¿acaso no divisas la

oscuridad?, tal vez cansado de no ver nada por haberte

convencido, que el infinito paró el reloj, en su seno…,

y en su dicho, eso es lo que digo, lees y crees que

escribo.

Tiempo…, de bruma feroz que abrasa, donde en la luna

se dibujará una hora, mientras en la inmensidad

se distorsiona,

se atrasa ¿no es el meridiano un placebo?, siendo del

ecuador por su inercia…, la nada.

[…]

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[…]

Tiempo…, que no existes ¡no!,

ni del presente ni del pasado,

pues no se puede contar cuando la orilla mis pies algún

minuto…, dicen de arena mezclada con agua…,

haber pisado,

caminado…, o inertemente con súplicas de sal,

lentamente, mojado.

Tiempo…, de historias y de aventuras, lo contemporáneo

se mezcla con la prehistoria y el medievo con el Edén,

por eso el eclipse siempre se oculta, al no haber

tiempo…, al no saber,

ni de la noche el oscuro ni del día el pasado, pues la luna

solo se esconde…, al ver el sol enfadado.

Tiempo…, de detalles no ocurridos, de esos que llaman

inexistentes…, o quizás en sueños vividos, tal vez todos

juntos, en poemas con llamas convertidos,

¿qué es el tiempo?,

si de adivinar no oculto, que no existe,

solo relojes parados,

en los mares, sobre los juncos…,

de maderas que no queman,

escondidos, sobre el aire…, en lo más profundo.

Tiempo…, no relates las canciones, del vivir en el

silencio,

preciado en una noche, bajo la sombra…, el olivo,

que te silba canciones,

tiempo…, no descanses, ¡no me robes!,

el sentirme vivo, pues la luna pintó de azul el universo,

porque,

en la mar ya la sombreaba de plata, al sentirse querido.

Tiempo…, de aguas bañadas por el eterno olvido, trajín,

diván, o silencio vencido…, como de eterno es el día,

cuando

la noche se cubre de eso…, que dicen es para hacer

frío…,

¡tiempo!, no me ocultes no, porque sigo aquí vivo.

Tiempo…, tú que eres infinito, por eso la gente no

entiende

que nunca, quizás, tal vez…, tú hayas existido, pues solo

alguien…, ¡si sabe!, donde esta final…, amiga, amigo…,

y

donde termina el principio.

Tiempo…, déjame descansar, a la sombra del desierto

que yace escondido,

ese que no abunda de arena, ni de grano con

primavera mezclado de trigo, déjame allí en silencio,

acallado…, sollozando, pero divertido.

Tiempo…, no hay distancia en las estrellas,

por el universo

haberse partido, plegado en otro plano, ¿en otra

dimensión?…, pero tal vez en otro remoto o cercano

destino,

tiempo…, hoy mis segundos, creo que has consumido.

[…]

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[…]

Tiempo, mañana, frío, calor y noche,

madrugada, anochecer, viento, semilla y polen.

Pensar…, el tiempo que no miente y pasa,

ocultar…, a la inmensidad la luminosa mañana.

Saborear…, el tiempo en un solo segundo,

destapar…, la duración de sus eternos minutos.

Comprender…,

que el tiempo se convirtió

en verde o azul infinito,

asimilar…,

todo y cuanto describo.

[…]

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[…]

Tiempo, de certeza siempre pensado

con miradas seguidas, de los días pasados,

tiempo, que de tristeza no atiende

siempre ocultando, al pasado el presente,

tiempo, por los siglos predicho,

mientras el minuto no cuenta, ni el tiempo ha existido,

tiempo, de calor y de fuego,

de frío y hogueras, de rico y mendigo.

El tiempo no transcurre,

como ola en la arena,

como el tiempo presente,

como duelo sin pena.

No habla, pero tampoco miente,

solo acicala, a la hora presente.

No pienses que enzarza,

como mechero en ocre que quema,

de paraíso en vil embrujado

por detenerse el tiempo,

por sudar sin andarlo.

No, la respuesta es, no.

De pensar en minutos, lo que en segundos olvidamos,

¿ves cómo es no?

sin mirar el camino, sin ver que pisamos.

Tiempo, mimado de antaño, de rosas ocres

con el mar alterado,

no quema ni el fuego, no prende la hierba

la orilla se quema, mientras el tiempo se aleja.

[…]

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