El árbol

Sitio temido por mí porque sabía que iba a morir, que era un todo o nada.

Primer aliento salido de la boca más querida por mi corazón, y por mi cuerpo entero.

Lugar al que he acudido tantas veces como bajones he tenido, solo porque me recordaba a ti, me sentía contigo.

He sido como creyente yendo a la iglesia a adorar algo que no sabía lo que era, pero le encantaba.

Lo cotidiano en unas ramas que pasaron a ser silencio cuando de vernos se trataba.

Ha sido el principio, y posiblemente acudiré ahí en mi final, sea cuando sea, solo para agradecerle a la vida por darme aquello que hoy me causa una sonrisa, una lágrima, que remueve mi corazón y lo controla como un chachachá.

Solo para recordar que nunca supe que era lo más importante, pero lo más bonito fue encontrarme ahí contigo, por empezar una vida que deseo que se termine donde sea, como sea, pero que sea cogidos de la mano y con tu mirada puesta en la mía.

Brindo por ello.

Confío

Cada día culpo a mis sentimientos por desconfiar de ti.

Peleo día y noche por sobreponer la razón en mí, y lo estoy consiguiendo.

Con razón no digo lógica, porque tú no eres lógica, digo acorde a ti, como esa chica que veo pero que el pasado me nubla en cada pensamiento.

Como esa extraña que desde hace poco será inolvidable.

Como esa mujer, capaz de hacerme llorar, porque quiere hacerme mejorar.

Como esa a la que nunca imaginaba, porque pensaba que no existía, pero aquí está, conmigo.

Lo estoy consiguiendo, y es gracias a ti.

Se equivocaba

Bécquer se equivocaba.

Tú no murmullas, tú gritas alto y fuerte.

Volveremos a ver las gotas, pero en nuestro jardín, siempre habrá sitio para las madreselvas.

El amor no se olvida, si no, no es amor, diría que ya tu nombre está grabado dentro, en mi corazón.

Hoy no es como ayer, y mañana no será como hoy, somos la montaña más grande del mundo.

Bécquer se equivocaba.

Tú no eres poesía, tú eres estrofa, porque siempre habrá algo por encima de ti.

Tú y yo.

Rasguños emocionales

No es dependencia, es fuerza para soportar.

Tú no regeneras, tú cuidas, y vale más prevenir que arreglar después.

Y me previenes tan bien… que a veces he dudado si mis heridas más profundas solo eran rasguños.

Yo también te he prevenido, te he prevenido de tantas cosas que, al final, te he hecho heridas estéticamente perfectas, pero quería compartir mi mundo contigo.

No lo pretendía, pero lo he hecho, y no me arrepiento, porque al fin y al cabo el amor es eso, cuando alguien, aun conociendo tus cicatrices, se queda ahí para besarlas.

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