EL LOBO

Que los aullidos del lobo remuevan

para siempre la conciencia

y el alma

de un vagabundo poeta,

aunque solo sea.

Aunque solo haya visiones románticas de la vida,

utopías de la misma,

sentimientos encontrados

y olores entremezclados.

Con hojarascas tiernas

y carne fresca muerta

reluciendo por su bella

falta de sangre viva.

Tú y el lobo, o la loba.

La loba y tú,

sin desmedida, sin ataduras, sin camadas…

fugitivos de un solo viaje,

sin regreso apresurado,

sintiendo que la soledad es su mejor y peor

acompañante,

y el lobo tu reflejo de mayor libertad.

EFÍMERO

Me enganché a tus dosis de desenfreno,

de días enteros,

me hice dependiente de tus medios besos de hielo,

mientras que tú lo eras de mis consejos,

los cuáles estando contigo,

habían sido los más sinceros.

Me devolviste mi locura,

a través de nuestros encuentros,

adolescentes,

cargados de miradas calientes

y momentos ardientes.

.

LA PERSONALIDAD DEL MAR

No es fácil ser mar

entre tanta marea,

ni roca de arcilla

entre tanta profundidad arenosa,

mucho menos, es fácil,

emerger de las profundidades

cuando el cañón de un barco marítimo

te ha sumergido,

en fosas atlánticas.

Más… todos sabemos que,

son almas en pena

las que perecen

en botes por “la mar”,

a altas horas de la madrugada.

Botes que recogen

a víctimas de naufragios,

de buques rotos

y sueños dormidos.

Por ello ha sido,

que apenas he tenido

tiempo de sumergirme en el fondo del mar,

porque cuando mi navío se había roto,

y mi brújula había comenzado a perderse,

llegaste tú.

Llegaste tú en tu bote con dos remos

y me salvaste.

Me cogiste en brazos,

e intentaste llevarte todos los pedazos de mi alma en pena,

para reconstruirlos al llegar a tierra.

Así fue como tú,

buscando tu vida

y yo perdiendo la mía,

el mar, nos unió

para una nueva locura,

para un nuevo viaje lleno de aventuras,

para una bonita e intrépida huida,

de la que jamás

para nada será vencida.

Soledad

Aquí,

donde estoy

es posiblemente,

uno de los mejores paraderos del mundo,

donde sentirme frágil,

está permitido.

Donde sentirme débil,

es sinónimo

de libertad.

En el fondo de mi mente

Agarré mi alma con la mano izquierda, como quien agarra el juguete más preciado de toda su infancia. Sola, agarrotada, destruida y casi olvidada. La cogí primero con delicadeza y luego con más intensidad…

En cuestión de segundos, la tenía entre las dos manos, como un bebé recién nacido y en unos minutos me di cuenta que ni rastro quedaba de tal alma que allí tenía.

Se había escapado, volado, a lo más alto del cielo y yo me quedé quieta. Me paré a observar lo que parecía aquella especie de ingesta barata de recuerdos, que solo me hacía daño con sus remordimientos de conciencia.