Me armé de armonía
Y un día,
de esos días grises de noviembre,
decidí que la sola
arma posible
era la armonía.
Me armé de coraje y valentía.
Dejé las lágrimas y las quejas
en un cajón,
entendí que, para ser feliz,
el viaje tenía que ser hacia el interior.
Volví a la pluma,
escuché mis entrañas.
Dejé las manos escribir,
me inspiré, y moví montañas…
Y un día,
de esos días de guerras, de chillidos, de llantos,
de rojo cobalto y de negro alquitrán,
entendí que el rugido más fuerte
tenía que ser un grito de paz.
Sonreí a la vida,
luché por ella
y las de mis hermanos y hermanas del mundo.
Me armé de coraje y valentía.
Pensé que la pluma podría ser una vía.
Dejé mis manos escribir
y mis versos inspirar.
Recorrí el camino de la belleza
y de la pureza.
Me dije:
“Las palabras retumbarán más fuertes que los bombardeos.
La música y las artes plasmarán las calles y los ladrillos arruinados.
Recogeremos las piezas rotas
y, como niños,
haremos la paz”.
Y un día de noviembre,
entendí que
el amor es más fuerte que el odio,
me volví cactus en el desierto,
hice resistencia,
y con mis letras y mi firme presencia
me hice barrera
contra todo tipo de violencia.