CAFÉ SOLO

Había llovido y recuerdo haberte visto temblar

antes de entrar en casa.

Había café hecho de esa misma mañana, un cenicero tirado

y una persona en ruinas que no eras tú.

Parecía increíble que aquella cocina

fuera lo más ordenado de la casa (incluyéndonos),

con lo jodidamente llena de mierda que estaba.

Éramos un caos.

Tú, tu vida, tus metas.

Yo, mi vida, mis sueños.

Nosotros. Todo.

Todo era un caos.

Un caos precioso que me mataba y me revivía

cualquier noche fría de invierno.

Un caos que seguramente acabará por consumirnos

y dejarnos un par de buenos recuerdos

pero mal sabor de boca.

Me serví café frío

y repetí la pregunta en mi cabeza

exactamente diez veces antes de decirla en alto.

‘¿Qué hacemos con nosotros?’

Respiraste hondo y dijiste lo de siempre:

‘Es que no quiero hacerte daño.’

Pero en ningún momento

te das cuenta de que el daño ya está hecho.

Que sólo queda remar, o dejarse hundir para siempre.

Que ahora soy solo ruinas, sangre y sed.

Y que solo hay una persona capaz de reconstruirme.

MAREJADA

Estaba pensando en el mar,

para variar.

En la cantidad de cosas que esconde

mientras nosotros solo esperamos

a coger vuelo e irnos lejos.

Con las personas nos pasa un poco lo mismo:

nos quedamos con lo de afuera

pero preferimos irnos a otro nido,

por si acaso, no vaya a ser que nos pille la tormenta.

Es casi verano y sigo en el ojo del huracán,

pero escucho el mar cerca

y quiero quedarme.

Como me pasa contigo.

HIELO

Sé que te quiero

porque si estás huelo la paz,

puedo tocarla y disfrutarla.

Y lo sé también

porque el único miedo que tengo contigo

es que te vayas y que solo me quede el frío.

LISBOA

He salido de mi ciudad

con la clara intención de escapar de todos,

pero especialmente de ti.

Menos mal que había alguien esperándome

para cargarme mucho y bien las pilas.

(Deberíamos cuidar más a la gente que nos cuida).

He tardado exactamente seis horas en llamarte.

Después de un mes

mi trabajo de recuperación se fue a la mierda.

Otra vez.

Sé que me echabas de menos

porque te temblaba la voz

y no sabías muy bien qué decir.

‘Lo sé. Te entiendo. Yo también te quiero’.

Una pena que no nos queramos igual, oye.

Supongo que saber que me quieres

es uno de los motores para volver.

Pero esta vez me quiero mucho más a mí.

Y eso está muy bien.

Quererse mucho, y luego al resto.

NOCHES

He soñado que era martes

y que algo había cambiado.

Vivía en una casa que se parecía a la mía

pero en la que no me sentía igual.

Mi cama era la de siempre,

y los muebles, y las plantas, todo.

Todo excepto yo.

Luego bajaba a la calle y todo era igual,

el señor del bar, el banco del portal, los árboles, todo.

Todo menos yo.

Recuerdo estar rodeada por las caras de siempre,

las mismas risas, las mismas voces, todo.

Todo menos yo.

Porque tú ya no estabas.

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