VIERNES SANTO
Conozco esas ganas de llorar conozco
el océano de unos labios grises
que atenazan la garganta conozco
entonces me acerco a los sucesos
un andamio un hombre el fin
de semana ha sido canceroso
veinte años cumplía el Etna
se incendian los hoteles con pistolas
y síndromes de tos ferina entonces
me acerco a ti Señor y rezo
profundamente en tus heridas rezo
conozco que escampa el arcoíris
sonríe la vida se hace de pequeños
milagros mirando a los demás
la noria de los premios se hace
la alegría no es un mito conozco.
Tu fe del libro VIERNES SANTO de JAVIER PEÑAS NAVARRO. Clic para tuitear
El facistol.
Poesía de las cosas quietas,
la nieve, un Stabat Mater
cayendo al corazón.
La luz violácea
también, como un fardo,
cae, se esparce en los muros.
El facistol. Su madera
de vejez insoslayable,
un libro pintado,
la oscura sillería.
El tiempo ordinario
se desgrana entre oros
de trigo. Otoñan los campos.
Y en el pergamino
las notas voladizas
saltan a los labios.
Mi corazón lo sabe.
El facistol del libro DIOS EN MIS POEMAS de AVIER PEÑAS NAVARRO Clic para tuitear
CONVERSIONES A MEDIAS
Grupos de personas cabizbajas
se retiran, sin odio.
Querrían acaso vivir
de triunfo en triunfo,
de milagro en milagro.
El honor de la fe
se les presenta incómodo,
escasamente artístico;
es un honor de piedra,
fundacional de raíz.
Jesús lee dentro
la veleidad del olvido,
bolas de hojarasca
al albur de los vientos.
CONVERSIONES A MEDIAS del libro DIOS EN MIS POEMAS deJAVIER PEÑAS NAVARRO. Clic para tuitear
“YO OS HE ELEGIDO”
Tres años desde que el Señor,
con el aldabón de sus ojos,
se los fue llevando consigo.
Vinieron su Palabra y sus obras
a ganar revuelos, tajantes
rechazos, conversiones,
extrañezas, íntimas condenas,
división en familias…
Lo vieron guarecerse en el retiro
del monte, para hablar con su Padre,
anhelantes semanas.
En su adiós les anuncia
que serán las saetas ardorosas
que prendan en el mundo. Decididas,
porque no estarán solos.
YO OS HE ELEGIDO del libro DIOS EN MIS POEMAS de JAVIER PEÑAS NAVARRO. Clic para tuitear
El paisaje es de niebla, sin embargo en dos niños,
sólo de pensarse confiados viajeros del tren,
llamea un tornasol de graciosa esperanza;
y es tanta la vida granada que en ellos asoma
que transvive un venero de prístina luz,
como si en sus ojos amantes se hallara una tarde
en fulgor de septiembre traspasando un hayedo.
Van al padre por el padre, hacia la afrenta del frío,
en la oquedad de un expreso destino Alemania,
un tren que a medida que troncha violetas dispone
en cajita de plata
un corazón común despojado en la niebla
con despensa infinita de amor en sí mismo.
Siempre está nutrido el amor con la fe.
Buscan locos al padre con la luz de sus ojos
y, una vez hallado, en el tren de regreso,
le dirán rebosantes de penuria y caricia:
“Señor pobre y viajero, aceptad nuestra gracia
de vos siempre manada, que por vos centuplique;
compartamos el hambre de sentirnos dichosos
a tientas
—lo claro es a veces lo eterno en un vaso—,
medidos por la venda de blanca tiniebla”.
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