Francisco Delgado-Iribarren Cruz nació en Valencia en 1985, aunque ha vivido en Madrid casi toda su vida. Juega al ajedrez desde los 5 años y a la poesía desde los 16. Como escritor ha cultivado muy diversos géneros y ha publicado nueve libros, que pueden encontrarse fácilmente en internet. Ha trabajado como periodista y como conductor privado, entre otras ocupaciones. Es licenciado en Derecho, diplomado en Relaciones Internacionales y Máster en Periodismo.
Años más tarde, comencé a verlo como una vía de escape, de desconexión, de plasmar aquellas cosas que no me atrevía a gritar… hasta que, al lanzarme a leer algún texto en público, me di cuenta de que a las personas que conocía, les gustaba y lograban sentirse identificadas.
“El poemario Este juego es infinito es de una originalidad y singularidad extraordinarias, es una espléndida isla del soneto que brilla con luz propia en el mar de la actual Poesía española. El título sale de un verso de Borges, que escribió dos bellos sonetos inspirados en el ajedrez. Este juego se convierte en un magnífico pretexto poético para crear profundas y acertadísimas alegorías. Bien podría decirse que el soneto es como una partida de ajedrez que el poeta tiene que jugar a corazón abierto, y el ajedrez es un trasunto metafórico de todas las glorias y miserias humanas”. (Del prólogo de David Coll).
“Cien epigramas que nos sacan de un estado de desesperanza y nos llevan a esa sonrisa tan difícil de conseguir en esta situación. Francisco maneja el epigrama con maestría y trabaja de una forma original y creativa, poniendo humor e ingenio”. (Del prólogo de Isabel Toledo)
“Los méritos del haijin Delgado-Iribarren no se limitan al esmero métrico y al acierto que encierra la elección del número 100, sino que emanan del contenido de los 100 haikus, que es impecable y rico en lo que debe traer siempre consigo un buen poema: correcta arquitectura y emoción (…) No lo duden: el libro de Francisco D.-I. es un excelente ramo de haikus. Busquen ustedes un buen jarrón para alojarlo. Se lo merece”.
El pescador es hermano mellizo, que no gemelo, de El cazador, y sigue su estela de estrofas potentes y evocadoras. Francisco es observador y sensible, de ahí sus haikus precisos y elegantes. Es un poeta del desamor que busca el amor perfecto sin quimeras, y va a encontrarlo en África… En medio del amor que inunda el poemario, emergen también sus desvelos, el pesar por el dolor ajeno, la conciencia del paso del tiempo… (Prólogo de Isabel Ramos)