Me llamo Andrea, porque así lo decidieron mis padres. Nací en Madrid hace veinte años, y, en este tiempo que llevo de paso por la vida, aún no he terminado de entenderla del todo.
A los nueve años, escribí mi primer poema. Recuerdo haberlo escrito para impresionar a mis padres, tras escuchar a mi madre recitar un poema propio en público. Al escuchar las reacciones de las personas ante aquel poema, fui por primera consciente del poder que tiene la poesía para hacernos sentir.
Sinceramente, no entendí nada del poema en su momento, yo tenía nueve años y lo único que fui capaz de apreciar eran las rimas y el ritmo, aun así, decidí ponerme a escribir.
Años más tarde, comencé a verlo como una vía de escape, de desconexión, de plasmar aquellas cosas que no me atrevía a gritar… hasta que, al lanzarme a leer algún texto en público, me di cuenta de que a las personas que conocía, les gustaba y lograban sentirse identificadas.
Desde entonces no he dejado de escribir. Primero, por y para mí, escribir siempre será ese hogar cálido en el que refugiarme cuando haga frío; y, segundo, por todas las personas que puedan llegar a sentirse reflejadas, para que sigan encontrando pedacitos de sus historias a través de estos versos.