Retrato

Enric,

Espíritu libre, defensor de la naturaleza,
negacionista de injusticias,
ranger de vozarrón estremecedor,
imaginario colectivo de juegos y bromas
cuerpo de roble, de encina con pelo de bellota.

Caballero, samurái, espadachín, gladiador,
soldado, aventurero, guerrero, luchador,
combatiente, beligerante, batallador.
Maestro, hijo, amigo, hermano, campeón.

Así era él, un suspiro de aire fresco
que nace de entre una tormenta de polvo,
un brote en medio de la desolación del invierno.
Un diamante fluyendo sobre un río contaminado,
una amalgama de sueños extravagantes y siderales.

Así era, y es, en las páginas del recuerdo;
así era, y será, en los confines del universo.
Siempre él. Ante todo.

Brisa

Aire rejuvenecedor de mediodía
ni muy frío, ni demasiado caliente;
ni vergonzoso, ni tampoco valiente.

Aire de jazmín y esperanza,
de zumo de naranja con galletas
de hebras de sol y ambrosía.

Grácil y suave, pétalo de limón
fragancia de dopamina.
Azúcar en un vaso de café solo.
Pimienta sobre filete al punto.

Brisa es el aliento de las palabras
que te salen, llenas de risa
y de honesta alegría, aun sabiendo
que el camino que te espera
es abrupto y peligroso.

Brisa es saber que, a pesar de todo,
tienes la certeza de que irás de la mano
por el sendero de la amistad, con nosotros,
aplanando las cumbres borrascosas
del tratamiento y la quimioterapia.

 

 

 

Soldado de Primera Clase

Ya que llevas meses alistado en el ejército emulando
las peripecias del sargento coronel Jack Churchill,
cada día encuentro en ti más y más matices
con un personaje del videojuego Final Fantasy.

El héroe en cuestión, un joven atlético y vibrante,
lleva en la espalda una espada gigante de hierro
que sobrepasa, con creces, su propia altura
y que blande de forma excepcional
como una prolongación de su cuerpo.

Tal como él, tu espíritu de lucha supera
las expectativas del monstruo e, incluso,
tu estilo de combate es tan plácido y armónico
que las batallas que llevas silenciadas
parecen haber sido extraordinariamente sencillas.

Es por esta razón que te regalé un muñeco suyo
para que te vieses reflejado en él cuando te aceche
el momento en el que creas que ya nada importa.

Ahí será cuando deberás desenvainar la espada
y no mostrar compasión por el demonio, que ya
te ha cambiado el fémur por un tablón de titanio.

Contraataque

Tú siempre has sido de buscar llaves maestras
para abrir puertas que parecían ya tapiadas
y se ve que existe un tratamiento experimental
que podría proveerte de la equipación necesaria
para firmar el armisticio y llegar a un acuerdo.

Mucha gente piensa que comparar esta enfermedad
con una guerra es de mal gusto, ya que en una batalla
siempre se diferencian vencedores de vencidos.
Pero, en este caso, siempre he visto claramente
que tú estabas alistado obligatoriamente, como cualquier
otro soldado en los años 40, en unas guerras donde
solo de emitían tratados de muerte y destrucción:

Y es que ya he entendido que alguien con cáncer
no es guerrero, o gladiador, o luchador, o soldado:
es todo aquel yermo que queda cuando las bombas
y la pólvora han acabado con todo indicio de vida.
Un campo de batalla agonizante de aire de bosque y
de abejas revoloteando para degustar el néctar de flores.

 

 

15:30

Tres y media: reloj congelado.
Abrimos las puertas del hospital
y subimos las escaleras, sin imaginar
que veríamos tu puerta medio abierta
y un chirrido de tus constantes vitales
emitiría un pitido de ultratumba continuo
que nos ahogaría en la espiral de la realidad.

Quedamos rodeándote, como apóstoles
tras la injusta muerte de su salvador,
y nos miramos, y nos desgarramos la boca
permitiendo a la furia invadir la habitación.

Yo, arrodillado, te pido clemencia,
que abras los ojos en tu lecho,
y me fustigo con recuerdos del cumpleaños
que hace tres semanas inaugurábamos juntos.

Pasamos minutos bajo el manto del tiempo, impávido,
y entra tu madre, con los ojos temblando,
te acomoda en la cama, y se arrulla a tu lado
y nosotros, cerramos la puerta al salir
para escuchar, poco después, el aullido de dolor
más grande que el universo será capaz de sentir:

El de una madre pidiéndole al cielo,
asfixiada en la más inmensa angustia,
que devuelvan el alma de su hijo al mundo
y le induzcan, a ella, un sueño profundo.

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