Alberto Lendínez nació en Madrid una tarde de mayo de la década de los 90. Vivió su infancia en Villaverde Bajo —concretamente, en el barrio de Butarque— y su adolescencia en Barcelona, donde reside actualmente. De curiosidad hiperactiva, compaginó sus estudios en Ingeniería Industrial y el doble grado en Filología Inglesa y Catalana con dos de sus pasiones: la música y la poesía. Ha participado en la composición melódica de temas y en las letras de bandas locales (tanto en inglés como en castellano) así como también en diversos grupos y talleres de escritura. Ha publicado en la revista online The Secret en tres ocasiones y fue finalista del II Premio de Narrativa Breve Vila de Madrid de 2017 con su composición Sincronía, incluida en un compendio con todas las obras premiadas ese mismo año. Actualmente continúa armonizando música y literatura con su trabajo como ingeniero de test de software y un máster en Ciencia de Datos.
La adolescencia, etapa de alas desplegadas, de sueños nubosos y de caídas en picado, tan vertiginosas como inevitables. De amistades fugaces y otras grabadas a fuego en lo más profundo del alma. Retratos de un suspiro es la historia de una vida marchita en su punto más álgido, en aquella etapa en la que todos nos creemos invencibles. La de un chico que avanza por las angostas ciénagas del cáncer caminando de la mano de sus amigos. Los últimos retazos de aliento de un niño obligado a ser hombre a través de los ojos que vieron desvanecer su entereza e inocencia como polvo en el viento. Su nombre era Enric Centelles Gómez y es uno de tantos inscritos en el salón de fama más allá de la realidad de este mundo: entre los ríos del firmamento y la vasta luminaria del universo.
Existen cárceles de diversos colores y formas, así como también de diversos materiales: hormigón, hierro, piedra... y, aunque todas las listadas existen en el plano físico, las peores son aquellas que, a simple vista, no pueden ser percibidas por ninguno de nuestros sentidos. Aquellas cárceles que aíslan el alma del resto del cuerpo y cuyos grilletes asfixian tan fuerte las cuerdas vocales que el recluso no es capaz de tan siquiera emitir un fresco hilo de voz para sanar las heridas de su rasgada garganta. La cárcel del silencio es una de las más crueles e ignoradas por la humanidad: una prisión generalmente regentada por infantes y adolescentes tempranos que son condenados a sufrir en sinuoso mutismo el acoso, las burlas y desprecio de sus verdugos, quienes comparten con las víctimas edad y edificio físico que regentan todos los días laborables. El presente poemario ilustra, a través de los puntos de vista de espectador y protagonista, los estragos causados por el acoso escolar y las cicatrices que el propio autor se vio obligado a sanar, desembocando en una normalización de lo vivido y una recuperación de la confianza y la propia autoestima para coronarse como superviviente de la cárcel del silencio y sirviendo como un testimonio a voz alzada contra una de las injusticias más propagadas por los colegios de toda índole y de todas partes del mundo.