Introducción

Voy a desnudarme, vestida.

Impregnaré estos folios albinos de tinta,

con pensamientos para los que no me sirve la voz.

Y mis únicos aliados serán el papel,

y la certeza de que alguien lo leerá,

armonizará con lo descrito,

y dejará de sentirse solo.

Gracias a toda la gente que me quiere.

En especial, a mi hermana Blanca.

Gracias por ser tú,

agarrándome muy fuerte,

aunque sea a 400km,

siempre conmigo.

Incondicional.

Mi heroína.

Que aproveche

A base de ostias.

Otra vez el turno de mi ADN masoca.

Adicción al Betadine,

y a que pique.

A ver cuánto soy capaz de perforarme.

Creo que me volví ventana,

y reventé la puerta de mi sentencia.

Y ya no sé quién está más lejos,

si tú de mí o yo de ti.

Ni cuando se derretirán los polos,

formándose “Nosotros” como nombre propio.

Por suerte pertenezco a ese grupo de chaladas,

de escudo de acero,

vino en mano,

y grietas calladas.

Hoy la luna está casi llena.

Mi copa casi vacía.

Sonrío…

Y las tomo.

Y sonrío.

(Casi) siempre ganan

—“Dilo”

(silencio y risas)

Supuse que lo entendió sin palabras.

Nunca se me dio del todo bien llevar careta,

y los juegos de roll me parecen absurdos,

“Yo” como personaje,

“Él” como el espectador más cabrón,

y al cabrón le queda genial mi cama.

Qué miedo que se parezca tanto a mí,

un imposible,

joder.

Sobre las 6 amanecía,

y tocaba las 4 estaciones entre mis piernas,

6-4 = 2 locos retando a las sábanas…

Y ganaron los locos como siempre.

Los dos.

Frío, frío

El egoísmo mata, pero la decepción más.

De lo primero se encarga él,

lo segundo empieza a acariciarme a mí.

Es curioso…

Ojalá explote ya,

yo seré gasolina,

y la colilla será el tiempo que él deje correr.

Boom.

Mi hemisferio racional no sé qué coño hace.

Para ya bonita,

su egoísmo hará pupa,

y ese plato ya lo probaste…

Voy a recordarme que no me gustó.

Helsinki

Los hay que se quedan sin palabras,

no luchan,

no sé,

no suelo hablar de lo que no conozco.

Disculpa Hellen Keller allá donde estés,

a la gente que está un poco llena de nada,

que no sabe que la luna siempre miente,

que cuando creen que ella crece, decrece.

Que miran y nunca aciertan.

Que no sirve de nada preguntarles,

porque “capaz” les da siempre error sideral.

Los hay que se aferran a la autodestrucción,

porque imaginar la calma de estar feliz les hace tambalear,

asemejándose a Sísifo y a su manía de conformarse alegando que todo es un absurdo.

Yo en cambio tengo 8.397 días y unas 9 noches.

Yo estaba bailando contigo en la novena,

y tú… no sé.

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