NURIA GÁZQUEZ y CECILIA GUITERNURIA GÁZQUEZ y CECILIA GUITER
UN FIRMAMENTO DE PECESUN FIRMAMENTO DE PECES
GRUPO EDITORIAL PÉREZ-AYALAEditorial Poesía eres tú

NURIA GÁZQUEZ

Nuria Gázquez Torres ha edificado su poesía en la observación paciente de lo cotidiano. Su universo literario se construye desde lo mínimo: una niña chapoteando en un charco, el jazmín trepando por un tronco muerto, las manos que buscan contacto. Su mirada es capaz de iluminar lo que otros pasan por alto y transformar lo insignificante en materia de celebración y hondura.

Formada en el rigor de la brevedad, es autora de un libro de microrrelatos —género donde cada palabra soporta el peso de su mundo— y galardonada con el Concurso de Microrrelatos de la Biblioteca Isabel Allende de Daganzo. Esta economía expresiva marca su poesía: en Nuria Gázquez nada sobra y cada silencio cuenta. Ha cultivado también la literatura infantil, exigiéndose claridad, imaginación genuina y cercanía, cualidades que traslada al verso adulto, manteniendo una inocencia de la mirada y una honestidad que rozan la ternura sin caer en la ñoñería.

Residente en Alcalá de Henares, pero de alma mediterránea, su poesía está poblada de mar, azahar, jazmines y tierra caliente bajo los pies desnudos. Hay en ella nostalgia del sur y una memoria sensorial vibrante en la que la luz y el perfume marcan el tono de su voz. El dolor, especialmente el duelo, aparece en su obra (“La picarilla” es una elegía conmovedora por la abuela perdida), pero siempre hay movimiento hacia la gratitud por lo bello vivido. Para Gázquez, la poesía es un acto de integración de la pérdida en la vitalidad de la memoria.

Su gran tema es el amor cotidiano, no el idealizado, sino el que habita en gestos, rituales y cuidados mutuos. Poemas como “Un amor constante, que riega de azahar y sal los pies cansados” revelan su poética del cuerpo y la ternura, donde el afecto se expresa en tacto, olfato, contacto físico real y todo lo pequeño es sujeto de asombro.

La maternidad y la abuelidad surgen espontáneamente, no como temas impuestos, sino como experiencias que amplían su registro observador y celebratorio, siempre lejos del sentimentalismo y cerca de la verdad del instante. Técnicamente, destaca por la contención y la depuración. Sus poemas avanzan sin relleno, cada verso aporta un golpe sensorial o emocional. En haikus alcanza síntesis y perfección, como en el que un jazmín viste de aroma a un tronco muerto, instante mínimo y a la vez absoluto.

Su música poética se teje en el ritmo interno más que en la rima, en la repetición estratégica y la aliteración cuidada, en el encadenamiento de acciones y detalles (“Busco flores de este tiempo, / guardo aromas que en mi vestido prendo, / envuelvo margaritas con un puñado de letras…”).

Hay en su voz una dulzura sin cursilería, un equilibrio entre celebración y conciencia del dolor, una confianza en la expresión sobria del sentimiento. La colaboración con Cecilia Guiter en Un firmamento de peces revela su capacidad de diálogo y síntesis: si Guiter narra, Gázquez condensa; donde una desarrolla, la otra detiene el tiempo en un instante irrepetible. No busca el protagonismo, sino la armonía creadora.

Nuria Gázquez representa la poesía que urge en España hoy: la que revela el sentido en lo cotidiano, abraza la vida en lo ínfimo y transforma el mundo con una palabra precisa y una mirada limpia. “Pido un deseo: que nada os espante, ni la vergüenza ni el miedo.” En ese deseo cabe su ética poética: la hospitalidad del verso, la invitación a detenernos, mirar juntos, y descubrir que sí, aún habitan milagros en lo mínimo.

 

 

CECILIA GUITER

Cecilia Guiter ha recorrido la literatura como quien recorre una ciudad en la que cada esquina reserva una luz y cada sombra, una historia. Su escritura nunca se detiene, y en ese movimiento entre géneros y paisajes ha ido tallando una voz poética propia: honesta, contenida, capaz de sostener el pulso de una emoción humana sin entregarse al confesionalismo ni refugiarse en la frialdad.

Autora de la novela Tuya (Planeta), distinguida con el Primer Premio de Relato Hiperbreve de FNAC, Cecilia conoce el valor de la condensación y el peso de la palabra justa. No hay en sus textos gratuidad ni oropeles: cada imagen, cada verbo, cada silencio, son fruto de un oficio afinado y una mirada que no se encierra únicamente en sí misma. El trayecto de los talleres de Clara Obligado aportó el rigor y la flexibilidad de la comunidad creativa, y nutrió en ella la certeza de que la literatura se construye mejor en conversación y escucha.

En Un firmamento de peces, primer libro de poesía publicado, despliega una lírica donde la escena visual —la habitación vacía al alba, la humedad densa de un verano, la urbe siempre ajena— se vuelve cauce para explorar la memoria, el duelo y la resignificación constante del tiempo. Es poeta de lo concreto: no cita huertos ni naturaleza por costumbre, sino que inserta la materia del vivir (el mar, la ciudad, las habitaciones) como proyección de los estados del alma, nunca mero decorado ni tópico accesorio.

Hay en Cecilia una asombrosa capacidad para transitar el lenguaje: transforma lo filosófico en tangible, lo universal en singular. La pregunta filosófica (“¿Qué es vivir, sino un galopar de noches, cabalgando con sus días?”) se encarna en cuerpos, lugares y objetos. Su metafísica es vívida, táctil: el tiempo “una sábana fina que se rasga”, el consuelo perdido, la figura amada que ya toca el cielo y siempre permanece fuera del alcance de los dedos.

Su poesía acumula pérdidas con la serenidad de quien ha comprendido el ciclo, no desde la resignación, sino desde la dignidad de quien nombra el dolor y lo instala en el lenguaje. Utiliza la enumeración y la imagen sensorial como dos brazos —”se secan los ríos, se derrochan las cartas, se borran las letras”— capaces de sugerir un mundo entero que naufraga sin gritos.

Residente entre Florida y el Mediterráneo nunca olvidado, su obra destila esa extraña nostalgia de los que viven con un pie en dos mundos: calor abrasador, recuerdos de sal y humedad, la intuición siempre viva de un exilio dual (físico y sentimental) que se conjuga con palabras.

Colaborar con Nuria Gázquez en este poemario le ha permitido, sin diluir su voz, sumarse a una conversación de igual a igual, construyendo sentido en lo compartido, en gesto contracultural ante el individualismo que muchas veces empobrece la práctica literaria.

Su estilo conjuga claridad y densidad. Acepta lo esencial, huye de la exhibición técnica vacía, prioriza la imagen precisa y la verdad de la emoción trabajada. Cierto aire del 27 orbita en su forma de equilibrar vanguardia y tradición, emoción y música, disciplina y apertura. Escribe desde la experiencia vivida, sin clausuras, habitando ese punto suspensivo donde todo puede todavía suceder.

Cecilia Guiter es una voz de madurez en pleno tránsito, una voz que entiende la poesía como un modo de abrir puertas y cruzar umbrales. Confía al lector la llave y el mapa: le basta la intensidad de una imagen, la hondura exacta de una pregunta, para que uno, al terminar de leer, sienta la extraña certeza de haber habitado por un instante un territorio íntimo, común y hondamente verdadero.

 

NURIA GÁZQUEZ y CECILIA GUITER . Escritoras, poeta. Compartir en X