2

¿Has visto las estrellas?

Estas se han reflejado en tu mirada,

y como si de agua cristalina se tratasen tus ojos,

dejan una estela en tu pupila.

Dime que has visto de esta noche las estrellas,

es imposible que no lo hayas hecho,

pues yo las veo en tus ojos.

Veo cómo brillan y tiritan,

cómo iluminan tu mirar,

cómo,

desde la lejanía,

te me hacen sentir cercana.

¿Te has visto?

Pues he mirado al cielo y ahí te he podido ver.

Como si de un astro te tratases,

he visto tu figura blanca incandescente en la noche,

jugando con los astros del infinito,

en la más cercana lejanía.

Dime que me has visto desde allí arriba,

acostado en la llanura de mis sentimientos,

con la mirada fija en ti,

viendo mi cuerpo en el reflejo de tus pupilas.

¿Has visto mi sentir?

Tu luz ilumina mi llanura,

mi inmenso campo de blancos lirios,

donde yo reposo en la marea de mis pensamientos.

Tienes que verme,

tienes que sentirme,

tienes que tenerme.

Desde que mis ojos te ven como cuerpo celeste,

desde que los tuyos me observan como faro que protege el mar,

lo nuestro se ha vuelto inestimable.

¿Somos? ¿Qué somos?

Somo limitado e infinito.

Somos marea brava y cielo en calma.

Somos quimérico y virtual.

Somos un campo de blancos lirios y un universo de refulgentes

[estrellas.

Somos tú y yo,

desde la más cercana de las lejanías,

en el más bello sin fin de figuras blancas.

2 del libro UN JARDÍN, DELIRIOS ROJOS de MIKEL ROMEO MARTÍNEZ. Share on X

7

El deterioro de la vida se refleja en la mirada dolida al tiempo

[pasado.

Transcurre él con su nostalgia y termina en la cuneta del

[olvido,

junto a cadáveres de la injusticia.

Una pared se desmorona junto a las estaciones del año,

deja pasar por sus hoyos la luz testigo del pecado

y grita piedad mientras se prepara para morir.

La mirada vacía después del suspiro,

sabiendo que el féretro se encuentra igual de hueco,

tiembla en sollozo y cae como rocío.

El altar emerge del sepulcro de tantas almas durmientes,

como ángel celestial de guerra,

con sed de sangre

y armado en gracia.

Detesta el olor del humo que exhala de su boca,

no huele más que ceniza y cáncer,

no entiende que es suspiro del alma ya cansada

y ansiosa del final.

Detesta el silencio de la noche interna del cuerpo

careciente de palpitar,

ve luz en los poros de los años y como su piel se marchita,

pero no comprende el péndulo de su vida.

Y en su mirada dolida se refleja el deterioro de la vida

por el tiempo pasado,

y trémulo su cuerpo cae en la cuneta,

zarandeado por los vientos de la nostalgia y fallece;

junto al olvido y su fusil.

7 del libro UN JARDÍN, DELIRIOS ROJOS de MIKEL ROMEO MARTÍNEZ. Share on X

16

 

Ella me quitaba las penas

y yo a ella

sólo la ropa.

Me miraban sus ojos vacíos

y yo la besaba;

sólo la besaba.

No fui suficiente para ella

y ahora

ella no está conmigo.

Ahora mis ojos se han vuelto vacíos

y soy yo quien quita penas

y al que le quitan

sólo la ropa.

16 del libro UN JARDÍN, DELIRIOS ROJOS de MIKEL ROMEO MARTÍNEZ. Share on X