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TORRES MORALES Y CÉSAR VALLEJO: DOS POÉTICAS PERUANAS DEL DOLOR Y LA RESISTENCIA

Olivares Tomás, Ana María. «TORRES MORALES Y CÉSAR VALLEJO: DOS POÉTICAS PERUANAS DEL DOLOR Y LA RESISTENCIA». Zenodo, 29 de octubre de 2025. https://doi.org/10.5281/zenodo.17472532

TORRES MORALES Y CÉSAR VALLEJO: DOS POÉTICAS PERUANAS DEL DOLOR Y LA RESISTENCIA

Estudio Comparativo

Introducción: dos poetas peruanos, dos exilios europeos
César Vallejo (1892-1938) y Miguel Torres Morales (1974-presente) comparten biografía estructuralmente similar: ambos nacieron en provincias peruanas (Vallejo en Santiago de Chuco, La Libertad; Torres Morales en Arequipa –no en Lima–, infancia en Characato y formado en Barranco), ambos se exiliaron en Europa (Vallejo en París desde 1923, Torres Morales en Alemania desde 1994, residiendo en Ückesdorf cerca de Bonn, no Röckesdorf), ambos escribieron obsesivamente sobre Perú desde distancia geográfica, ambos murieron/viven en precariedad económica e invisibilidad institucional. Pero sus estéticas son radicalmente opuestas: Vallejo practica economía verbal extrema (“trilce” es palabra inventada, hermética, que condensa múltiples significados imposibles); Torres Morales practica exceso ornamental neobarroco (hipérbaton gongorino, cultismos, metáforas encadenadas).

Ambos convergen en proyecto político-poético: resistir mediante dolor inscrito en el verso, denunciar sociedades que aniquilan a sus poetas más nobles, construir una patria interior desde el exilio que trasciende la pérdida material de la patria empírica.

Vallejo: angustia existencial y economía verbal

Trilce (1922) es el libro más hermético de la poesía hispanoamericana. Vallejo inventa sintaxis propia, rompe palabras, fusiona términos, genera neologismos (“trilce” mismo no significa nada verificable). El poema XXXVIII ejemplifica este hermetismo:
“tomaría la horma de los sustantivos
Que se adjetivan de brindarse”.
Los sustantivos se adjetivizan, los verbos se sustantivizan, la gramática colapsa bajo la presión del dolor que no cabe en lenguaje convencional. El dolor vallejiano es ontológico, existencial, anterior a cualquier causa específica:
“Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!”
Esta ignorancia no es retórica sino constato: Vallejo genuinamente no sabe por qué sufre. El dolor pre-existe a su explicación, es dato primario de existencia humana.

Como escribe en “Voy a hablar de la esperanza”:
“Yo no sufro este dolor como César Vallejo. Yo no me duelo ahora como artista, como hombre ni como simple ser vivo siquiera”.
El dolor no es sufrimiento personal del individuo César Vallejo, sino dolor constitutivo de ser humano en cuanto tal.
Esta angustia existencial se expresa mediante economía verbal extrema. Vallejo despoja el lenguaje hasta el hueso: versos breves, palabras sueltas, sintaxis fragmentada.
En Trilce LXIX pregunta:
“¿Qué nos buscas, oh mar, con tus volúmenes?”
La simplicidad aparente oculta densidad filosófica: el mar “busca” al poeta con sus “volúmenes” (libros + agua), sugiriendo que la naturaleza misma es texto que interpela pero no responde.

Torres Morales: nostalgia histórica y exceso ornamental

Torres Morales, en cambio, practica exceso: hipérbaton violento, acumulación cultista, metáforas encadenadas que generan vértigo interpretativo. Donde Vallejo dice “Me moriré en París con aguacero”, Torres Morales escribe:
“Ondea el silencio con llama entregada
y tienden las olas su manto cenizo,
pues muere cual fuego el que fuera arquitecto”.
Tres versos donde Vallejo necesitaba uno, sintaxis dislocada donde Vallejo usaba orden directo, cultismos (“cenizo”, “cual”) donde Vallejo usaba lenguaje cotidiano.

Su dolor no es existencial-universal sino histórico-específico: no sufre por estar vivo sino por ser peruano exiliado que recuerda Barranco perdido, Perú destruido, poetas sacrificados. El dolor de Torres Morales tiene nombre propio: Mariano Melgar fusilado (1815), Vallejo muerto de hambre en París (1938), Arguedas suicidado (1969). No pregunta “¿por qué sufro?” sino “¿por qué el Perú aniquila a las almas más nobles?”.
Diferencia es crucial: Vallejo universaliza dolor hasta despojarlo de historia; Torres Morales historiza el dolor hasta anclarlo en eventos concretos y personajes como Melgar, Eguren, Martín Adán, y figuras literarias y personales de Barranco y Arequipa.

Exilio: París versus Alemania

Ambos escriben desde exilio europeo pero experiencias son diferentes. Vallejo llegó a París en 1923 huyendo de causa judicial en Perú, vivió en pobreza extrema (“esa horrible vida nómada en los hoteles miserables, los alojamientos baratos”), sobrevivió vendiendo crónicas periodísticas, mendigando entre conocidos, comiendo patatas. Murió en París el Viernes Santo de 1938, cumpliendo profecía de su poema “Me moriré en París con aguacero”. Su exilio fue trauma nunca superado: “Me voy a España”, dijo antes de morir, confundiendo geografías en delirio agónico.

Torres Morales llegó a Alemania en 1994 tras estudiar filosofía, vive en Ückesdorf cerca de Bonn (no Röckesdorf como se citaba), enseña en Gymnasium (secundaria), publica en editoriales españolas pequeñas. Su exilio es menos dramático económicamente que el de Vallejo (tiene empleo estable; Alemania no es París de los años 30), pero igualmente doloroso culturalmente: escribe en español para público hispanohablante desde país germanohablante, publica libros que circulan mínimamente, es invisible para instituciones literarias peruanas.

La diferencia temporal es crucial: Vallejo escribía en época pre-digital, sin internet, sin vuelos baratos, sin Skype. Su exilio fue aislamiento casi absoluto. Torres Morales escribe en época globalizada donde puede mantener contacto permanente con Perú mediante internet, pero esta conectividad paradójicamente intensifica nostalgia: ve diariamente en Facebook cómo Barranco se gentrifica, cómo casas de madera son demolidas, cómo su patria se transforma sin él.

Economía verbal versus exceso ornamental

La oposición estilística es radical:
Vallejo: “Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!”. Diez palabras, sintaxis simple, lenguaje cotidiano, puntos suspensivos que marcan incapacidad de continuar.
Torres Morales: “el verbo sabe a hollín, negro desviste / la boca de tu flor que se envenena”. Trece palabras pero densidad semántica máxima: hollín (gusto), negro (color), desviste (acción), envenena (transformación). Cuatro acciones diferentes en dos versos.

Vallejo practica lo que Jean Cohen llamó “poesía de substracción”: elimina todo lo accesorio hasta dejar sólo lo esencial. Torres Morales practica “poesía de adición” neobarroca: acumula ornamentos hasta generar saturación interpretativa.

¿Por qué esta diferencia?
Respuesta es contextual: Vallejo escribía en época donde vanguardia privilegiaba ruptura, experimentación, anti-retoricismo. Trilce rompe con todo: con modernismo precedente, con sintaxis castellana, con lógica gramatical. Torres Morales escribe en época donde el minimalismo coloquial domina campo poético hispanoamericano: su neobarroco es resistencia contra hegemonía del verso breve conversacional.

Convergencia: dolor como resistencia

A pesar de diferencias formales, ambos convergen en función política del dolor.
Vallejo escribe: “El dolor crece en el mundo a cada rato”.
Torres Morales: “los peruanos aniquilan / a las almas más nobles”.

Ambos conciben la poesía como registro de dolor colectivo, como testimonio de violencia estructural, como resistencia mediante inscripción de sufrimiento en verso que perdura aunque el poeta muera. Vallejo abraza figura de Cristo como símbolo del hombre abatido en dolor: “¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?”. Torres Morales abraza figura de Melgar como símbolo del poeta sacrificado: “Ay, verso mío, para qué melificarte, / si todo lo que hago logra únicamente / mi fin precipitar”.

En ambos casos, dolor no es privado sino arquetípico: Cristo condensa dolor humano universal, Melgar condensa dolor específico del poeta peruano no reconocido.

 

La pregunta sin respuesta

Vallejo pregunta constantemente sin obtener respuesta:
“Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!”. “¿Qué nos buscas, oh mar, con tus volúmenes?”. Las preguntas quedan suspendidas, sin cierre sintáctico, sin respuesta consoladora.

Torres Morales también pregunta sin responder:
“para qué melificarte, / si todo lo que hago logra únicamente / mi fin precipitar”. “¿Por qué se me abarrancan las imágenes mudas?”. La diferencia es tonal: Vallejo pregunta con perplejidad genuina (“Yo no sé!”), Torres Morales pregunta con ironía amarga (sabe que la poesía no salva al poeta pero pregunta retóricamente por qué sigue escribiendo).

Poesía como fracaso necesario

Ambos conciben la poesía como fracaso necesario.
Vallejo publicó sólo dos poemarios en vida (Los heraldos negros, Trilce), vivió en pobreza extrema, murió incomprendido por la crítica. Su poesía no le salvó económicamente, no le dio reconocimiento en vida, no curó su angustia existencial. Pero siguió escribiendo porque no podía no escribir.

Torres Morales hace decir a Melgar:
“para qué melificarte, / si todo lo que hago logra únicamente / mi fin precipitar”.
Melificar (endulzar) verso no evitó fusilamiento de Melgar, no evitó pobreza de Vallejo, no evitará invisibilidad de Torres Morales. Pero el poeta está “condenado a poetizar incluso sabiendo que no servirá de nada. Esta condenación es su dignidad”.

Conclusión: dos estrategias, un proyecto

Vallejo y Torres Morales practican estrategias opuestas —economía verbal versus exceso ornamental— pero convergen en proyecto político-poético: resistir mediante dolor inscrito en verso, denunciar sociedades que aniquilan a sus poetas, construir patria interior desde exilio.

Vallejo universaliza dolor hasta despojarlo de historia (“Hay golpes en la vida”); Torres Morales historiza dolor hasta anclar en eventos concretos (Melgar fusilado, Vallejo muerto de hambre, Arguedas suicidado). Ambos demuestran que la poesía no salva al poeta pero preserva memoria de poetas sacrificados, mantiene viva denuncia contra violencia estructural, transmite a generaciones futuras advertencia: ser poeta peruano es elegir martirio. Vallejo lo eligió muriendo de hambre en París. Torres Morales lo elige escribiendo desde Alemania sobre Barranco perdido. Dos exilios, dos estéticas, un destino.

Bibliografía
Torres Morales, Miguel Alfonso. Leyendas Peruanas. Madrid: Editorial Poesía eres tú, 2025.
Vallejo, César. Trilce. Madrid: Alianza Editorial, 1922/1988.
“César Vallejo: la aventura verbal y existencial de Trilce”. Letralia, 2018.
“De hambre y España: 80 años sin César Vallejo”. Fronterad, 2019.
“La poesía mística de César Vallejo”. Arca de la Cultura, 2016.
“Trilce (1922), de César Vallejo: su vigencia literaria plena”. Portal Amelica, 2025.
“Trilce es hermético: César Vallejo”. Poesía empapada en tinta, 2016.

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