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CONTRA EL MINIMALISMO: LA DEFENSA DE LA ALTA RETÓRICA EN LA POESÍA CONTEMPORÁNEA

Olivares Tomás, Ana María. «CONTRA EL MINIMALISMO: LA DEFENSA DE LA ALTA RETÓRICA EN LA POESÍA CONTEMPORÁNEA». Zenodo, 19 de octubre de 2025. https://doi.org/10.5281/zenodo.17391909

 

CONTRA EL MINIMALISMO: LA DEFENSA DE LA ALTA RETÓRICA EN LA POESÍA CONTEMPORÁNEA

Ensayo Crítico

Miguel Torres Morales y la resistencia neobarroca en el siglo XXI

La dictadura del minimalismo

La poesía hispanoamericana del siglo XXI vive bajo hegemonía del minimalismo coloquial. Desde los años sesenta, corriente conversacional inaugurada por Nicanor Parra, Mario Benedetti, Ernesto Cardenal y consolidada por generaciones posteriores ha dominado casi absolutamente el campo poético. Esta estética privilegia verso breve, lenguaje cotidiano, tono conversacional, referencias a cultura pop, ironía desacralizadora, rechazo del hermetismo, eliminación de cultismos, sintaxis simple y transparente. La influencia del realismo sucio norteamericano (Raymond Carver, Charles Bukowski) reforzó esta tendencia hacia poesía que “reduce a lo más básico, remitiéndola al uso de sintagmas cortos y concisos que transmitan lo mundano de las vidas cotidianas”.

En este contexto, escribir poesía culta, barroca, densa, cargada de referencias eruditas, con hipérbaton violento y cultismos gongorinos parece anacronismo reaccionario. La crítica contemporánea asume que alta retórica equivale a elitismo, que cultismos son pedantería, que sintaxis compleja es oscurantismo, que referencias mitológicas son eurocentrismo. Miguel Torres Morales escribe exactamente esa poesía que el consenso contemporáneo rechaza. Y lo hace deliberadamente, consciente de nadar contra corriente, reivindicando tradiciones que parecían muertas.

El neobarroco latinoamericano: Lezama, Sarduy, Perlongher

Torres Morales no inventa la resistencia contra minimalismo sino que se inscribe en tradición neobarroca latinoamericana que tiene tres figuras tutelares: José Lezama Lima (1910-1976), Severo Sarduy (1937-1993), Néstor Perlongher (1949-1992). Lezama Lima creó en Cuba una poética de acumulación barroca donde “proliferación de significantes genera vértigo interpretativo”. Su novela Paradiso (1966) y su ensayo “La expresión americana” (1957) reivindicaron barroco como expresión específicamente latinoamericana: no imitación de barroco español sino apropiación transformadora.

Severo Sarduy teorizó el neobarroco en su ensayo “El barroco y el neobarroco” (1972) como estrategia política de resistencia contra colonialismo cultural. Sarduy comprendió “diferencia colonial entre condición europea y condición latinoamericana” y la pensó “a partir de Derrida, a partir de crítica del logocentrismo y eurocentrismo”. El neobarroco sarduiano es escritura que “desarma posiciones que buscan fijar fundamentos, sentidos únicos y fines enteramente calculados”. Su poesía fusiona “frutas tropicales con mitos griegos”, creando mestizaje formal que resiste pureza esencialista.

Néstor Perlongher radicalizó neobarroco hacia terrenos abyectos: sexualidad disidente, travestismo, drogas, marginalidad urbana. A diferencia de Sarduy que dedicó ensayos al barroco del 1600, Perlongher “se inscribe en Barroco sin dedicarle un solo ensayo a cultura del 1600”. Su neobarroco es menos académico, más callejero, pero igualmente complejo formalmente.

Torres Morales como neobarroco andino

Torres Morales hereda esta tradición pero la transforma según especificidad peruana. Su neobarroco no es cubano (Lezama, Sarduy) ni rioplatense (Perlongher) sino andino: fusiona sintaxis gongorina con toponimia quechua, vocabulario del Siglo de Oro español con deidades precolombinas, conceptismo quevediano con denuncias anticoloniales. Cuando Pachacámac habla en su poesía, lo hace con vocabulario gongorino: “Insuperable Altísimo de fibra interminable”. Este contraste entre forma (barroca española) y contenido (mitología andina) genera tensión productiva que define su proyecto.

Su hipérbaton es extremo: “Ondea el silencio con llama entregada / y tienden las olas su manto cenizo”. El orden lógico sería “El silencio ondea, las olas tienden manto”, pero inversión genera musicalidad específica que imita directamente Soledades de Góngora. Sus cultismos son deliberadamente arcaizantes: “ornitofitólatra”, “clepsidra”, “agerasia”, “alveoladas”. Estos términos no son necesarios para comunicación pero su rareza misma marca distinción, establece distancia entre poeta culto y lector común.

La función política del neobarroco: calibanismo culto

¿Por qué defender alta retórica en siglo XXI cuando consenso privilegia simplicidad coloquial? Respuesta es política, no meramente estética. Torres Morales practica lo que Roberto Fernández Retamar llamó “calibanismo”: apropiación de lengua del colonizador para volverla contra él. Pero su calibanismo es sofisticado: no rechaza español culto sino que lo domina perfectamente, demostrando que poeta peruano puede escribir español tan complejo como cualquier peninsular.

Esta estrategia resuelve dilema poscolonial sin caer en trampas habituales: no rechaza lengua española (imposible para quien escribe en español), pero tampoco la acepta pasivamente (sería colonialismo interiorizado). Domina español barroco culto —lengua de virreyes— pero lo usa para denunciar virreinato. Escribe como Góngora pero denuncia lo que Góngora nunca denunció. Emplea conceptismo quevediano para criticar expolio colonial y neocolonial.

Sarduy comprendió esto perfectamente: neobarroco latinoamericano “comprende diferencia colonial y la piensa a partir de crítica del logocentrismo y eurocentrismo”. No se trata de imitar barroco español sino de apropiarlo críticamente, transformarlo, llenarlo de contenido específicamente latinoamericano. Torres Morales lleva esta estrategia a extremos: su Barranco es simultáneamente distrito limeño concreto y topos mítico; su Melgar es poeta histórico del 1815 y arquetipo del intelectual sacrificado; su Pachacámac es deidad precolombina que habla con sintaxis gongorina.

Contra la transparencia: el derecho a la opacidad

Minimalismo coloquial asume que poesía debe ser transparente, accesible inmediatamente, comprensible sin esfuerzo. Esta exigencia de transparencia es ideológica: presupone que única poesía legítima es aquella que cualquier lector puede entender instantáneamente. Pero como señaló Édouard Glissant, opacidad no es oscurantismo sino derecho a diferencia, resistencia contra imperialismo de transparencia que exige que todo sea inmediatamente comprensible según códigos dominantes.

Alta retórica de Torres Morales reivindica derecho a opacidad. Sus poemas no son herméticos arbitrariamente sino densos deliberadamente: cada verso contiene múltiples capas de significado que lector debe desentrañar pacientemente. Esta densidad es respetuosa: presupone lector inteligente capaz de esfuerzo interpretativo, no consumidor pasivo que exige gratificación inmediata. Frente a cultura neoliberal que reduce todo a simplicidad consumible, neobarroco de Torres Morales afirma que complejidad es valor, que dificultad puede ser productiva, que resistencia interpretativa genera placer específico.

La memoria como resistencia contra amnesia presentista

Minimalismo coloquial privilegia presente inmediato: experiencias cotidianas, objetos contemporáneos, referencias a cultura pop actual. Pasado aparece sólo como nostalgia irónica o cita posmoderna vaciada de contenido. Torres Morales, en cambio, construye poesía donde múltiples temporalidades coexisten: pasado colonial, infancia personal, presente del exilio, futuro escatológico.

Su obsesión con Garcilaso de la Vega (renacentista español), Inca Garcilaso (cronista mestizo), Valle y Caviedes (satírico colonial), Melgar (romántico independentista), Góngora y Quevedo (barrocos españoles) no es erudición decorativa sino estrategia política de resistencia contra amnesia presentista. En época donde todo se olvida instantáneamente, donde tradiciones se cancelan cada década, donde historia se reduce a memes consumibles, Torres Morales afirma que pasado persiste, que muertos hablan, que tradiciones obligan.

Esta memoria no es conservadurismo nostálgico sino resistencia activa. Cuando hace hablar a Melgar desde momento antes del fusilamiento, no está idealizando pasado sino demostrando que violencia contra poetas continúa desde 1815 hasta hoy. Cuando recupera a Valle y Caviedes (poeta marginal virreinal), está reivindicando tradición de poetas sacrificados frente a poetas oficiales. Memoria es arma política, no decoración museística.

La belleza formal como acto político

Minimalismo coloquial desconfía de belleza formal, asociándola con elitismo, esteticismo reaccionario, evasión política. Torres Morales demuestra que esta asociación es falsa: alta retórica puede ser simultáneamente bella formalmente y radical políticamente. Su neobarroco es hermoso (ritmo, musicalidad, imágenes deslumbrantes) pero también denuncia expolio colonial, invisibilidad de poetas marginales, destrucción de patrimonio cultural, violencia estructural contra intelectuales.

La falacia del minimalismo consiste en creer que simplicidad formal equivale a honestidad política, que complejidad retórica equivale a reacción. Pero historia demuestra lo contrario: Góngora era reaccionario políticamente pero revolucionario formalmente; Neruda escribía poesía política con alta retórica; Vallejo fusionaba vanguardismo formal con compromiso social. No hay correlación necesaria entre forma simple y contenido progresista, ni entre forma compleja y contenido reaccionario.

Torres Morales reivindica belleza formal como valor en sí mismo. En época que reduce todo a utilidad, funcionalidad, consumibilidad, afirmar que verso puede ser bello sin justificación externa es acto político. Belleza que no sirve para nada excepto ser bella resiste instrumentalización neoliberal de toda experiencia.

Conclusión: minorías activas

Torres Morales no pretende desplazar hegemonía del minimalismo coloquial. Sabe que escribe desde márgenes, que su neobarroco andino es minoritario, que instituciones literarias privilegian estéticas contrarias a la suya. Pero minorías activas cumplen función histórica: mantienen vivas alternativas que mayoría considera muertas, preservan tradiciones que consenso ha cancelado, demuestran que siempre hay otras maneras de escribir más allá de estética dominante.

En siglo dominado por minimalismo coloquial, alta retórica de Torres Morales afirma que neobarroco sigue siendo viable, que sintaxis gongorina puede contener denuncias anticoloniales, que cultismos no son pedantería sino archivo histórico que resiste amnesia, que complejidad formal no es elitismo sino respeto por inteligencia del lector. Esta resistencia es política en sentido profundo: no propone programa partidario sino defiende posibilidad misma de que existan múltiples estéticas simultáneamente, sin que ninguna cancele a las demás.

La dictadura del minimalismo —consenso crítico que considera ilegítima cualquier poesía que no sea coloquial, transparente, simple— es tan totalitaria como cualquier otra dictadura estética. Contra ella, Torres Morales practica disidencia neobarroca: escribe poesía culta, densa, opaca, hermosa, políticamente radical. Y demuestra que minimalismo no es única opción, que alta retórica sigue viva, que barroco puede ser siglo XXI tanto como lo fue siglo XVII.

Bibliografía

Torres Morales, Miguel Alfonso. Leyendas Peruanas. Madrid: Editorial Poesía eres tú, 2025.

Álvarez Romero, Antonio Luis. “El efecto realista de la poesía coloquial latinoamericana”. Escritos, 2022.

“Poéticas minimalistas de la ciudad contemporánea”. University of Kentucky, 2015.

“Severo Sarduy y el método neobarroco”. Academia.edu, 2014.

“Severo Sarduy, puentes entre el neobarroco, lo poscolonial y lo descolonial”. Rialta Magazine, 2024.

“¿Qué es el neobarroco en la poesía latinoamericana?”. Merapoesía, 2025.

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