Capítulo I
El chico misterioso

Nora, de veinticinco años, había vivido con sus padres y hermana menor en un piso de un próspero pueblo hasta hacía seis años, cuando se mudó a una ciudad más grande para estudiar. Allí, había alquilado un pisito con una desconocida que se había acabado convirtiendo en su mejor amiga.

Ahora se encontraba de vuelta en su lugar natal para recoger algunas de sus pertenencias. Debido a la falta de espacio en su vivienda familiar, sus padres habían adquirido una cochera junto al portal de entrada al edificio para usarlo como trastero. Su madre, Olga, siempre obsesionada con el orden y a lo que ella misma se refería como “quitar trastos de en medio”, había trasladado varios años atrás las cosas que Nora había dejado en su habitación para hacer de esta un gimnasio en casa.

La joven solía volver algunos días o épocas festivas del año, pero esta vez, era primera hora de la tarde de un domingo cualquiera de un fin de semana en el que tenía tiempo para mirar más a fondo entre las cosas que dejó olvidadas años atrás. Su madre había querido acompañarla y, aunque no dijo nada, Nora estaba segura de que lo hacía para asegurarse de que todo quedaba ordenado.

(…)

(…)

—Muchacha, ¿qué te ha pasado ahí? —preguntó preocupada señalando el lugar.

—Nada nada —había contestado sin mucha convicción.

—Eso no lo tenías antes.

Nora se miró el brazo y descubrió que la zona de piel donde el misterioso joven la había agarrado se le había puesto roja, parecía que llevara puesto un brazalete. Como si hubiera esperado que aquello fuera sólo un mal sueño, abrió mucho los ojos sin dar crédito a lo que veía.

—Mmm… me… h…e golpeado con el perchero.

Olga intentó tocarle aquel lugar pero Nora, rápidamente, se apartó quitándole hierro al asunto.

—En serio, no es nada.

Se despidió de su madre asegurando que tenía prisa puesto que quería poder marcharse de allí cuanto antes. Esta se mostró molesta porque no subiera a despedirse de su padre y hermana. Pero bueno, al fin y al cabo era Nora, pensó, aquel era el tipo de cosas que solía hacer antes, ¿no?

Puesto que Isabel le había dejado el coche no le quedaba más remedio que conducir de vuelta al piso y, antes de ponerse en marcha, tuvo que quedarse unos minutos dando grandes bocanadas de aire mientras agarraba el volante para calmarse.

(…)

(…)

Visto y no visto, Zarek se había puesto de rodillas sobre la cama y sujetaba ambas muñecas de Nora sobre su cabeza con una mano. La levantó tanto que apenas alcanzaba a estar de puntillas.

—¿Te has atrevido a golpearme de nuevo? —preguntó haciéndose el dolido.

—Bueno, alguien me dijo que la vida necesitaba un poco de emoción —declaró cortadamente.

—Mira bonita —dijo acariciándole la mejilla con la mano libre—. Si quisiera abusar de ti, como puede que estés pensando, podría hacerlo sin pestañear. ¿Entiendes?

La miraba directamente a los ojos y, mostrando una inquietante sonrisa, acercó su rostro hasta quedar apenas a unos centímetros. Ella quería asentir para confirmar que lo entendía, pero apenas pudo tragar saliva.

—Te dije que era un demonio guardián y hay ciertos límites que no puedo cruzar. Así que, como dije antes, tienes dos opciones. Tú eliges —comentó divertido.

Soltó a Nora que se quedó plantada frente a él masajeándose las muñecas sin apartarle la mirada. Zarek suspiró sonoramente haciendo un movimiento de resignación con los ojos.

(…)

Somos extraños,

(…)

Entró en la habitación con aquellos pensamientos y vio que Zarek ocupaba ya su sitio en la cama. Parecía dormido boca arriba, aunque con él nunca se sabía. Lo que sí tenía claro es que él necesitaba dormir por mucho que no lo admitiera, no se olvidaba de las grandes ojeras que mostraba. Por si acaso, cerró la puerta y se guio a tientas para no despertarlo. El demonio no se inmutó cuando se metió en la cama.

Encendió el móvil, principalmente porque tenía que desactivar la alarma del día siguiente ya que no tenía que ir a trabajar. Tenía llamadas y mensajes de Isabel, su madre, varios familiares (que ya estarían al día) y Nicolás, quien se llevaba el premio a más mensajes enviados. Pero en aquel momento no le apetecía ponerse a contestar al único que seguiría esperando respuesta, si es que no le había dicho Isabel algo ya.

Notaba la respiración regular de Zarek a su lado y, curiosa, se volvió a mirarlo. Podía apreciar cómo su pecho subía y bajaba y se fijó en sus ojos cerrados. Esta vez parecía dormir de verdad y, como había hecho tiempo atrás susurró.

—Definitivamente, está mejor cuando duerme.

Esta vez no obtuvo respuesta ni expresiones faciales.

Nora se despertó temprano y Zarek continuaba dormido a su lado. Ahora, con más luz que la noche anterior, pudo apreciar cómo su cara estaba relajada y se veía tranquilo. Se quedó mirándolo durante unos segundos cuando de pronto abrió los ojos y los dirigió a ella con una expresión traviesa.

(…)

(…)

—Roxana, sabes bien dónde está el papel de un demonio guardián. No puedo permitir que toques un pelo a mi protegida —declaró con aquella voz melosa que solía utilizar a veces.

—¡Qué aburrido! —Exclamó la aludida siguiendo con el tonito de voz—. Ya pensaré algo para divertirte.

—Así que, Roxana, ya eres libre —comentó Nassor haciendo que la demonio se girara a él—. Son muchos siglos sin saber de ti.

Zarek aprovechó ese momento para volverse hacia Nora con una expresión grave abriendo mucho los ojos como si fuera una señal de advertencia. Levantó el brazo que sangraba y ella pudo apreciar cómo las heridas se cerraban y desaparecían hasta dejar su piel totalmente lisa. Nora no estaba prestando atención a lo que conversaban Nassor y Roxana, sino que miró a Zarek incrédula sin poder creer lo que acababa de ver.

(…)

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