Olivares Tomás, Ana María. «Entre lo íntimo y lo social: dualidad temática y compromiso ético en de lo visceral a la piel de manuel lozano figueroa». DE LO VISCERAL A LA PIEL. Spanish: Zenodo, 20 de diciembre de 2025. https://doi.org/10.5281/zenodo.17996579
ENTRE LO ÍNTIMO Y LO SOCIAL: DUALIDAD TEMÁTICA EN DE LO VISCERAL A LA PIEL
Análisis de cómo el autor transita entre la poesía amorosa intimista y la denuncia social, explorando la tensión entre lo privado y lo público, lo visceral del sentimiento personal y su proyección hacia la piel social
MONOGRAFÍA
ÍNDICE DE LA MONOGRAFÍA
- Introducción
- Marco teórico: lo visceral y la piel como coordenadas poéticas
- El eje intimista: cartografía del deseo y el amor
- El eje social: la voz que no calla ante la injusticia
- La tensión dialéctica: del yo al nosotros
- El título como clave hermenéutica
- Recursos estilísticos en la construcción de la dualidad
- Conclusiones
- Bibliografía
- INTRODUCCIÓN
La poesía contemporánea en lengua española atraviesa un momento de particular efervescencia en el que conviven múltiples tradiciones, sensibilidades y propuestas estéticas. En este contexto, el poemario De lo visceral a la piel (2025) de Manuel Lozano Figueroa se presenta como una obra que, lejos de adscribirse a una única corriente, articula un diálogo fecundo entre dos grandes vertientes de la tradición lírica: la poesía amorosa intimista y la poesía de denuncia social. Esta dualidad, lejos de constituir una contradicción o una dispersión temática, configura el núcleo mismo de la propuesta estética del autor, tal como anticipa el propio título de la obra.
El presente estudio se propone analizar en profundidad cómo Manuel Lozano Figueroa construye este tránsito entre lo íntimo y lo social, explorando las tensiones, correspondencias y continuidades que se establecen entre el ámbito privado del sentimiento amoroso —lo visceral— y su proyección hacia la dimensión colectiva de la existencia humana —la piel—. Partimos de la hipótesis de que esta dualidad no es meramente temática, sino que constituye una visión integral del ser humano y de la función de la poesía, en la que el compromiso ético y la sensibilidad lírica se entrelazan como manifestaciones complementarias de una misma pulsión vital.
Para ello, procederemos en primer lugar a establecer un marco teórico que nos permita conceptualizar las nociones de “visceral” y “piel” como coordenadas poéticas, así como situar la obra en relación con las tradiciones de la poesía amorosa y la poesía social. Seguidamente, analizaremos cada uno de los ejes temáticos —el intimista y el social— de manera diferenciada, para posteriormente examinar cómo se articula la tensión dialéctica entre ambos. Finalmente, estudiaremos los recursos estilísticos que el autor emplea en la construcción de esta dualidad, antes de ofrecer nuestras conclusiones.
- MARCO TEÓRICO: LO VISCERAL Y LA PIEL COMO COORDENADAS POÉTICAS
2.1. Aproximación semántica al título
El título De lo visceral a la piel establece desde el umbral mismo del libro una trayectoria, un movimiento que va del interior al exterior, de lo oculto a lo visible, de lo profundo a lo superficial —entendiendo “superficial” no en sentido peyorativo, sino etimológico: aquello que está en la superficie, que se ofrece al contacto con el mundo—. Esta direccionalidad resulta fundamental para comprender la arquitectura del poemario.
Lo visceral remite etimológicamente a las vísceras, los órganos internos del cuerpo, aquello que permanece oculto bajo la piel y que constituye la sede de las emociones más intensas y primarias. En el lenguaje cotidiano, lo visceral se asocia con lo instintivo, lo irracional, lo que surge de las profundidades del ser sin mediación del intelecto. En la tradición poética, lo visceral ha sido territorio privilegiado de la lírica amorosa, especialmente en sus manifestaciones más apasionadas: el amor como fuerza telúrica que sacude los cimientos del yo, el deseo como pulsión ingobernable, el dolor de la ausencia como herida física.
La piel, por su parte, constituye la frontera entre el yo y el mundo, el órgano del contacto y la separación, la membrana que simultáneamente nos individualiza y nos conecta con el exterior. La piel es el lugar del tacto y la caricia, pero también de la herida y la cicatriz. En términos simbólicos, la piel representa la dimensión social del ser humano: aquello que mostramos, nuestra exposición ante los otros, nuestra vulnerabilidad compartida. No es casual que expresiones como “jugarse la piel” o “salvar el pellejo” aludan a situaciones de riesgo colectivo, de compromiso con algo que trasciende lo individual.
El tránsito “de lo visceral a la piel” que propone Lozano Figueroa puede leerse, por tanto, como el movimiento que va de la interioridad emocional del sujeto lírico hacia su compromiso con el mundo circundante, del sentimiento privado a la responsabilidad pública, del amor erótico al amor en su dimensión más amplia: la solidaridad, la compasión, la indignación ante la injusticia.
2.2. Tradiciones poéticas en diálogo
La poesía amorosa constituye una de las corrientes más antiguas y persistentes de la tradición lírica occidental. Desde la lírica trovadoresca medieval hasta la poesía contemporánea, pasando por el petrarquismo renacentista, el romanticismo y las vanguardias, el amor ha sido tema central de innumerables poetas. En el ámbito hispánico, figuras como Garcilaso de la Vega, San Juan de la Cruz, Gustavo Adolfo Bécquer, Rubén Darío, Federico García Lorca, Pablo Neruda o Luis Cernuda han explorado las múltiples facetas del sentimiento amoroso: el deseo, la pasión, la ternura, los celos, la ausencia, el desamor.
Por otra parte, la poesía social o comprometida tiene también una larga tradición en las letras hispánicas. Desde la poesía de denuncia del Siglo de Oro —pensemos en ciertos sonetos de Quevedo— hasta la poesía social de posguerra —Blas de Otero, Gabriel Celaya, José Hierro—, pasando por la poesía política latinoamericana —Neruda, Vallejo, Cardenal—, numerosos poetas han puesto su palabra al servicio de la justicia social, la dignidad humana y la denuncia de la opresión.
Lo que resulta particularmente interesante en el caso de Lozano Figueroa es que no se limita a cultivar ambas tradiciones de manera yuxtapuesta, sino que busca integrarlas en una visión unitaria. El amor y la justicia, la intimidad y el compromiso, el cuerpo deseante y el cuerpo vulnerable del migrante o del oprimido aparecen como manifestaciones de una misma humanidad esencial. Esta integración encuentra precedentes en poetas como Miguel Hernández, capaz de transitar del erotismo de El rayo que no cesa al compromiso bélico de Viento del pueblo, o en el Pablo Neruda que escribe simultáneamente Veinte poemas de amor y Canto general.
2.3. El cuerpo como lugar de encuentro
Un elemento que permite articular la dualidad temática del poemario es la centralidad del cuerpo. Tanto en los poemas amorosos como en los de denuncia social, el cuerpo ocupa un lugar privilegiado. En los primeros, es el cuerpo deseante y deseado, lugar del placer y el encuentro erótico; en los segundos, es el cuerpo vulnerable, expuesto a la violencia, la miseria, la muerte. Esta doble valencia del cuerpo —como sede del goce y como territorio del sufrimiento— constituye el nexo que une ambos ejes temáticos.
El propio título alude a esta corporalidad: las vísceras y la piel son realidades anatómicas antes que metáforas. El poeta nos recuerda que somos, ante todo, cuerpos: cuerpos que aman y desean, pero también cuerpos que padecen hambre, violencia, desarraigo. Esta atención al cuerpo inscribe la poesía de Lozano Figueroa en una tradición materialista que, sin renunciar a la dimensión espiritual o trascendente de la experiencia humana, ancla firmemente el discurso poético en la realidad concreta de la carne.
- EL EJE INTIMISTA: CARTOGRAFÍA DEL DESEO Y EL AMOR
3.1. La celebración del encuentro amoroso
Una parte significativa del poemario está dedicada a la exploración del amor erótico en sus múltiples facetas. Desde el poema inicial, “Canción para ella”, el lector se introduce en un universo de sensualidad e intimidad donde el cuerpo de la amada se convierte en paisaje y el acto amoroso en epifanía:
“Esta noche / he visto el amanecer / en el cuerpo de una mujer. / Por primera vez / he visto al aire / enredarse a mi cintura.”
La imagen del amanecer en el cuerpo femenino condensa la asociación entre amor y renovación, entre encuentro erótico y revelación. El cuerpo de la mujer no es mero objeto de deseo, sino cosmos en miniatura donde se despliegan los fenómenos naturales. Esta cosmización del cuerpo amado entronca con una larga tradición que va desde el Cantar de los Cantares hasta la poesía de Neruda, pasando por la mística española.
El verso “he visto al aire / enredarse a mi cintura” introduce un elemento que será recurrente en el poemario: la fusión entre los amantes y los elementos naturales. El aire, entidad inmaterial y omnipresente, se corporiza en el abrazo, difuminando los límites entre el yo y el mundo, entre lo interior y lo exterior.
3.2. La geografía del deseo
Lozano Figueroa construye una auténtica geografía del deseo a través de la acumulación de imágenes corporales y espaciales. En “En una hamaca blanca”, el espacio íntimo del encuentro amoroso se configura como territorio de plenitud:
“En una hamaca blanca / dejaría escapar mi vida mirándote, / besándote con mis ojos, / acariciando con la mirada.”
La hamaca, objeto asociado al descanso y la languidez tropical, se convierte en altar del amor. La sinestesia —”besándote con mis ojos”, “acariciando con la mirada”— subraya la totalidad del encuentro amoroso, donde todos los sentidos se confunden en una experiencia unitaria.
El poema “Nuestra bachata” explicita la dimensión rítmica y musical del erotismo:
“De nuestra bachata / lo hermoso comienza / cuando la música calla. / Cuando la luz perezosa, / con la penumbra, se asoma / en el balcón de tus nalgas.”
La bachata, ritmo caribeño asociado al romance y la sensualidad, sirve como metáfora del acto amoroso. Pero lo significativo es que lo “hermoso” comienza precisamente cuando la música cesa, es decir, cuando termina la danza social y comienza la intimidad absoluta. La imagen “el balcón de tus nalgas” conjuga lo arquitectónico y lo corporal, lo público (el balcón que da a la calle) y lo privado (la zona erógena), anticipando ya la tensión entre ambas esferas que vertebra el poemario.
3.3. El amor como vulnerabilidad
Junto a la celebración gozosa del encuentro, el poemario explora también la dimensión vulnerable del amor. En “La triste sonrisa”, el deseo se tiñe de melancolía:
“La triste sonrisa / sobre labios de seda, / se columpia en el sueño, / cuando la noche truena / sobre el recuerdo.”
La paradoja de la “triste sonrisa” introduce la ambivalencia constitutiva del sentimiento amoroso: placer y dolor, presencia y ausencia, plenitud y carencia se entrelazan. El amor no es solo éxtasis, sino también angustia; no solo encuentro, sino también separación temida o consumada.
El poema “Sin ti” desarrolla esta dimensión elegíaca:
“Sin ti, / no sabe respirar la languidez del otoño, / la sonrisa tenue del anochecer, / la luminiscencia tras el alba, / las orquídeas, / ni sus lágrimas del atardecer. / Nada sabe respirar sin ti.”
La ausencia de la persona amada provoca una suerte de asfixia cósmica: el mundo entero pierde su capacidad de respirar, de vivir. La anáfora “sin ti” martillea la conciencia de la carencia, mientras la enumeración de elementos naturales —otoño, anochecer, alba, orquídeas— subraya la dimensión totalizadora del amor: cuando falta el ser amado, el universo entero se desmorona.
3.4. La libertad en el amor
Un aspecto notable de la poesía amorosa de Lozano Figueroa es su insistencia en la libertad como condición del amor auténtico. En “La libertad de amar”, el poeta articula una suerte de ars amandi basada en el respeto y la no posesión:
“El amor no se exige, / no se implora, no se compra; / no se trueca cual moneda gastada. / Si quieres, busca, busca; / aprenderás que no se encuentra, / simplemente se revela.”
La serie de negaciones delimita lo que el amor no es: mercancía, exigencia, súplica. El amor verdadero se revela, aparece cuando menos se lo espera, no puede ser forzado ni comprado. Esta concepción entronca con una visión ética del amor que trasciende el mero sentimentalismo.
Más adelante, el poema desarrolla esta idea:
“Acaricia sin poseer, / deja volar, provoca el regreso. / Silencio que escucha y comprende, / no es deber ni penitencia, / no es miedo a la distancia, / es la libertad de ser y dejar ser, / amando sin cadenas.”
El amor liberador que propugna el poeta se opone implícitamente a otras formas de relación basadas en la posesión, el control, los celos. Esta visión cobrará especial relevancia cuando, en otros poemas del libro, se aborde la violencia de género como perversión del amor.
3.5. El desamor y la soledad
El poemario no elude las zonas oscuras de la experiencia amorosa. “Canción del desamor” narra el proceso de distanciamiento y ruptura:
“Te miraba a los ojos; / me escondías la mirada. / Buscaba tus manos; / como peces escapaban. / Mis días se apagaban, / cuando aún el sol brillaba.”
La estructura paralelística subraya la asimetría creciente entre los amantes: mientras uno busca, el otro huye; mientras uno desea el contacto, el otro lo evita. La imagen de las manos que escapan “como peces” conjuga la fluidez del agua con la frialdad del rechazo.
El final del poema presenta la soledad como consecuencia inevitable:
“Me abandoné aquella tarde; / solo tuve claro / que la oscuridad había venido / para quedarse a mi lado.”
La personificación de la oscuridad como compañía permanente cierra el poema con una nota de desolación, pero también de aceptación. El sujeto lírico no se rebela contra su destino, sino que lo asume con una lucidez dolorosa.
- EL EJE SOCIAL: LA VOZ QUE NO CALLA ANTE LA INJUSTICIA
4.1. La declaración de principios
Si la primera parte del poemario se sumerge en las profundidades del sentimiento amoroso, otros poemas emergen hacia la superficie de la realidad social con una voz que se define explícitamente como comprometida. El poema “Mi voz no está en venta” constituye una auténtica declaración de principios:
“Mi voz no callará, / ni se asentará en un lecho de palabras rimbombantes y estéticas. / Tampoco escalará a la cumbre, / donde los depredadores y carroñeros / se disputan los despojos de Pedro.”
El poeta rechaza tanto el esteticismo vacío como el arribismo literario. Su voz no busca el halago de los poderosos ni la complacencia en la belleza formal. La referencia a “los despojos de Pedro” puede leerse como alusión al pueblo llano, a los desposeídos cuya miseria alimenta a los poderosos.
La dimensión profética de esta poesía se hace explícita:
“Mi voz no callará / hasta que mis ojos vean / cómo desaparecen los inhumanos guetos, / donde los humildes conviven entre desechos, / ratas y basura.”
El poeta asume la función de testigo y denunciante. Su palabra no es evasión ni consuelo, sino interpelación y reclamo. La descripción cruda de los “guetos” —desechos, ratas, basura— ancla el discurso en una realidad material concreta, lejos de abstracciones.
4.2. La tragedia migratoria
El poema que cierra el libro, “Prohibido vivir”, aborda la tragedia de la inmigración con una intensidad que lo convierte en el clímax ético del poemario:
“Soñó donde nadie sueña. / Volvió a ver el viejo manto verde / de árboles milenarios. / La tierra, cómplice. / El sol rojizo ante el empuje / de la roja luna.”
El inicio evocador presenta el sueño como único refugio de quien ha perdido todo. La imagen de la tierra africana —”árboles milenarios”, sol y luna rojizos— constituye el paraíso perdido, la patria abandonada por la violencia y la miseria.
El poema despliega un catálogo de horrores:
“Los campos se vistieron de sangre, / atravesados por balas hermanas. / La esclavitud en las tierras, / a cambio de monedas falsas. / Niñas atormentadas por lujuria impune, / ancianos con frío en las tripas, / con frío en el alma.”
La expresión “balas hermanas” subraya el horror de las guerras civiles, donde el enemigo comparte la misma sangre. La mención de la esclavitud, las violaciones y la miseria de los ancianos construye un fresco de sufrimiento que no admite indiferencia.
El final del poema alcanza una intensidad trágica:
“La leche en sus senos / quedó adormecida. / El vástago, en sus brazos, / sin canción de cuna mecida. / Las aguas estrechas fueron / su última compañía.”
La imagen de la madre muerta con el hijo en brazos, ahogados en el Mediterráneo o el Atlántico, condensa toda la tragedia migratoria en una escena de desoladora plasticidad. La “leche adormecida” en los senos es sinécdoque de la vida truncada, de la maternidad imposible, del futuro negado.
4.3. La violencia de género
El poema “La lunita llena” aborda otra forma de violencia: la que se ejerce contra las mujeres en el ámbito de la pareja. Mediante una alegoría astral, el poeta narra el proceso de posesión y destrucción:
“Se enamoró del silencio. / Adornó la mar / con rayos de plata, / tejió de blanco / sus senos. / El silencio / enardeció su deseo / con beso sereno.”
La luna, tradicionalmente símbolo de feminidad, y el silencio, personificado como amante, establecen una relación que pronto se tornará destructiva:
“Ya no brillaba… / abrasaba con furia. / No atendió a razones, / hirió la ternura / con fuego, / usurpó la pureza / de un sueño. / —Mía, y de nadie más—, / rugió con el estruendo / del trueno.”
El paso del amor a la posesión, de la caricia al golpe, se narra mediante el cambio de registro lumínico: de brillar a abrasar. La frase “Mía, y de nadie más” concentra toda la ideología de la posesión masculina que subyace a la violencia de género.
El desenlace es la muerte:
“Y quedó el cielo vacío, / sin luna que velara la noche, / sin silencio que guardara el secreto. / Donde antes habitó la luz, / quedó tan solo tormento.”
La luna destruida deja el cielo vacío: metáfora de la vida segada, del vacío que deja la mujer asesinada. El “secreto” que el silencio ya no puede guardar alude a la necesidad de visibilizar estas muertes, de romper la complicidad del silencio social.
4.4. La crítica al poder
En “El silencio”, el poeta arremete contra la complicidad de quienes callan ante la injusticia:
“El silencio de quienes otorgan en su complicidad, / en su inoperante compromiso, / en la cobardía disfrazada de prudencia. / El silencio que no protege, / ese silencio que condena, / el que firma sentencias / sin mancharse sus cobardes manos.”
La crítica se dirige no solo a los perpetradores de la injusticia, sino a quienes, con su pasividad, la hacen posible. El silencio se convierte en cómplice del crimen, en aplauso oculto al verdugo. Esta denuncia de la indiferencia conecta con la tradición profética que exige el compromiso activo.
“La consecuencia” amplía esta crítica hacia la dimensión global:
“Ya no es necesario viajar a la África profunda / para sentir la barbarie, / la atrocidad, / la inhumanidad de la codicia sangrienta. / La depredación, hoy, / ha perdido su nombre.”
El poeta señala la universalización de la barbarie, ya no confinada a regiones remotas sino omnipresente. La “codicia sangrienta” apunta a las causas económicas de la injusticia, a un sistema que prioriza el beneficio sobre la vida humana.
- LA TENSIÓN DIALÉCTICA: DEL YO AL NOSOTROS
5.1. El amor como fundamento ético
Una lectura atenta del poemario revela que el eje intimista y el eje social no constituyen compartimentos estancos, sino que se relacionan dialécticamente. El amor, en la concepción de Lozano Figueroa, no es solo sentimiento privado sino fundamento de una ética de la compasión y la solidaridad.
En el prólogo, el autor declara: “Estamos inmersos en una sociedad a veces indolente, anestesiada por la repetición del horror. Escuchamos, miramos, y acabamos aceptando lo inaceptable, como si la miseria y la muerte fueran fenómenos naturales.” Esta indolencia es precisamente lo contrario del amor: si amar es volcarse hacia el otro, reconocer su dignidad, comprometerse con su bienestar, la indiferencia ante el sufrimiento ajeno es una forma de desamor, de negación del vínculo humano.
La poesía amorosa del libro, con su celebración del encuentro y su exploración de la vulnerabilidad, prepara al lector para la poesía social. Quien ha experimentado —aunque sea vicariamente, a través del poema— la intensidad del amor y del desamor, está en mejores condiciones de comprender el sufrimiento de quienes pierden a sus seres queridos en el mar, de quienes son víctimas de la violencia de género, de quienes viven en la miseria.
5.2. El cuerpo vulnerable
Como señalamos en el marco teórico, el cuerpo funciona como nexo entre ambos ejes temáticos. El cuerpo deseado y celebrado en los poemas amorosos es el mismo cuerpo que sufre y muere en los poemas de denuncia. Esta continuidad corporal subraya la universalidad de la condición humana: todos somos carne vulnerable, susceptible de placer y de dolor.
En “Nuestra bachata”, el cuerpo es escenario del goce:
“Con mi boca en tus pechos, / con tus ojos en mi mirada, / con la vergüenza en la calle, / con el pecado en la casa.”
En “Prohibido vivir”, el cuerpo es escenario del horror:
“En la lejanía, / los árboles no son árboles: / son estacas torcidas, / ojos de lamento que apenas miran, / cuerpo al descubierto / bajo la lluvia de espinas.”
La misma materia —carne, piel, entrañas— es objeto de amor o de violencia. El poeta nos recuerda que no hay cuerpos prescindibles, que cada cuerpo torturado o ahogado es un universo de posibilidades truncado.
5.3. De lo visceral a la piel: el trayecto
El título del poemario describe un movimiento centrífugo: de las vísceras (lo profundo, lo interno, lo individual) a la piel (la superficie, el contacto, lo social). Este movimiento puede interpretarse de varias maneras:
- Como trayectoria temática: el libro comienza con poemas predominantemente intimistas y avanza hacia poemas de mayor compromiso social. Si bien esta progresión no es lineal ni absoluta, puede apreciarse una tendencia general.
- Como proceso de maduración: el amor, inicialmente vivido como experiencia privada, se expande para abrazar al prójimo, incluso al desconocido, al extranjero, al oprimido. El enamorado aprende a amar más allá de la pareja.
- Como exposición de la vulnerabilidad: salir de las vísceras a la piel es exponerse, hacerse visible, asumir el riesgo del contacto. El poeta que denuncia la injusticia se expone, “pone la cara al aire”, como dice en “Sueño de un romance en Cádiz”.
5.4. La coherencia ética
Lo que unifica ambos ejes temáticos es una coherencia ética fundamental. Tanto en el amor como en el compromiso social, el poeta defiende valores similares: la libertad, la dignidad, la autenticidad, el rechazo de la posesión y la violencia.
En “La libertad de amar”:
“No mata a quien una vez pasó a su lado. / No es odio camuflado, / no es jaula queriendo ser promesa.”
En “Canción para un Insumiso”:
“Prefiero la envidia del necio / al halago hipócrita del muerto. / […] / marcharé con la sonrisa / de aquel que no tuvo precio; / aquel que, sin dañar a nadie a conciencia, / alcanzó un día su sueño.”
En ambos casos, el poeta rechaza las formas de relación basadas en la dominación, el engaño o la violencia. El amor verdadero es libre; la vida digna es la que no tiene precio. Estos principios son aplicables tanto a la esfera íntima como a la social.
- EL TÍTULO COMO CLAVE HERMENÉUTICA
6.1. Anatomía de una metáfora
El título De lo visceral a la piel funciona como clave hermenéutica que ilumina la totalidad del poemario. Conviene detenerse en sus implicaciones.
Las vísceras son los órganos internos: corazón, pulmones, hígado, intestinos. Son invisibles desde el exterior, están protegidas por la cavidad torácica y abdominal. Metafóricamente, representan lo más íntimo, lo que no mostramos, lo que nos hace vulnerables si queda expuesto. “Visceral” se dice de las reacciones instintivas, no mediadas por la razón, que surgen de las profundidades del ser.
La piel es el órgano más extenso del cuerpo, el que nos pone en contacto con el mundo exterior. Es permeable y sensible: recibe caricias y golpes, calor y frío. Es también lo primero que ve el otro: nuestra piel nos identifica, nos sitúa socialmente (recordemos las implicaciones del color de la piel en las dinámicas de poder).
El tránsito “de lo visceral a la piel” sugiere:
- Exteriorización: sacar afuera lo que estaba adentro.
- Comunicación: compartir lo íntimo.
- Vulnerabilidad: exponerse al juicio ajeno.
- Contacto: tocar y ser tocado.
6.2. Implicaciones poéticas
Para la poesía, este tránsito tiene implicaciones específicas. La escritura poética es, en cierto sentido, un proceso de exteriorización: el poeta extrae de sus vísceras emocionales el material que convertirá en palabra. El poema es piel: superficie textual que se ofrece al lector, membrana de contacto entre el interior del poeta y el exterior del mundo.
Pero el título sugiere también que la poesía no debe quedarse en lo meramente visceral, en la expresión subjetiva del sentimiento. Debe llegar a la piel, es decir, a la dimensión social, al contacto con el otro. Una poesía puramente visceral sería solipsista, encerrada en sí misma; una poesía que llega a la piel es una poesía que toca, que afecta, que transforma.
6.3. Lo visceral y la piel en los poemas
A lo largo del poemario, ambos términos aparecen de manera explícita o implícita. En “La triste sonrisa”:
“Ya no respiras cuando te beso, / ni piensas cuando cierras los ojos; / solo gimes / en un susurro.”
El beso es contacto de pieles, pero el jadeo es manifestación visceral. El encuentro amoroso fusiona ambas dimensiones.
En “Prohibido vivir”:
“cuerpo al descubierto / bajo la lluvia de espinas.”
La piel del migrante queda expuesta a la intemperie, desprotegida. Lo visceral se hace visible a través de las heridas.
- RECURSOS ESTILÍSTICOS EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA DUALIDAD
7.1. Registros contrastantes
Lozano Figueroa emplea registros contrastantes para marcar la diferencia entre los ejes temáticos, aunque sin establecer una frontera infranqueable.
Los poemas amorosos tienden a un registro lírico-sensorial, con abundancia de imágenes visuales, táctiles y olfativas:
“luna ardiente entre mis brazos, / dulce sombra desnuda / sobre sábanas de seda.” (“En el abismo de tus labios”)
Los poemas de denuncia incorporan un registro más coloquial y directo, cercano al panfleto o la proclama:
“Ya no es necesario viajar a la África profunda / para sentir la barbarie.” (“La consecuencia”)
Sin embargo, esta distinción no es rígida. Los poemas sociales contienen momentos de gran intensidad lírica, como la descripción de la madre ahogada en “Prohibido vivir”. Y los poemas amorosos incluyen reflexiones éticas, como en “La libertad de amar”.
7.2. Estructuras formales
El poemario presenta una notable variedad formal. Encontramos:
- Versos libres: la mayoría de los poemas prescinden de metro y rima fijos, optando por un ritmo basado en el paralelismo, la anáfora y la cadencia natural del habla.
- Estructuras estróficas: algunos poemas se organizan en estrofas de extensión variable, creando pausas y énfasis.
- Poemas extensos: “Sueño de un romance en Cádiz” es el poema más largo del libro, desplegando una fantasía amorosa en un escenario andaluz reconocible.
Esta variedad formal refleja la diversidad temática y tonal del poemario: no hay una única forma para el amor ni para la denuncia.
7.3. Imágenes recurrentes
Ciertas imágenes atraviesan el poemario, creando redes de sentido que conectan poemas diversos:
- El cuerpo: omnipresente, como hemos visto, en sus múltiples dimensiones.
- La noche: escenario del encuentro amoroso (“Esta noche / he visto el amanecer / en el cuerpo de una mujer”) pero también de la tragedia (“La noche / alejó al sol tan lejos, / que sus celos violetas, al calor, / tiñeron el aire / del firmamento” en “La lunita llena”).
- El silencio: ambivalente, puede ser intimidad compartida (“Silencio que escucha y comprende”) o complicidad criminal (“ese silencio que condena”).
- El mar: lugar de placer en “Sueño de un romance en Cádiz”, lugar de muerte en “Prohibido vivir”.
7.4. Recursos retóricos
Entre los recursos retóricos más empleados, destacan:
- Anáfora: repetición de palabras o estructuras al inicio de versos sucesivos, creando ritmo y énfasis. “Sin ti” repite obsesivamente esta fórmula; “Mi voz” insiste en la negativa a callar.
- Paralelismo: estructuras sintácticas equivalentes que establecen comparaciones o contrastes. “Te miraba a los ojos; / me escondías la mirada. / Buscaba tus manos; / como peces escapaban.”
- Personificación: atribución de cualidades humanas a entidades abstractas o inanimadas. La noche, el silencio, la soledad, la oscuridad cobran vida propia.
- Sinestesia: fusión de sensaciones de diferentes sentidos. “besándote con mis ojos, / acariciando con la mirada.”
- Interrogación retórica: preguntas que no esperan respuesta pero interpelan al lector. “¿Qué veneno llevo en la sangre / que me arde, me mata, / me despierta en la noche?”
- CONCLUSIONES
El análisis realizado permite extraer las siguientes conclusiones:
Primera: De lo visceral a la piel es un poemario estructurado en torno a una dualidad temática que, lejos de constituir una contradicción, revela una visión integral del ser humano y de la función poética. El amor íntimo y el compromiso social no son compartimentos estancos sino manifestaciones de una misma pulsión vital y ética.
Segunda: El título funciona como clave hermenéutica que ilumina la arquitectura del libro. El tránsito de lo visceral a la piel representa el movimiento de la interioridad a la exterioridad, del sentimiento privado al compromiso público, del yo al nosotros.
Tercera: El cuerpo constituye el nexo que articula ambos ejes temáticos. El cuerpo deseado y celebrado en los poemas amorosos es el mismo cuerpo vulnerable y expuesto a la violencia en los poemas de denuncia. Esta continuidad corporal subraya la universalidad de la condición humana.
Cuarta: La poesía amorosa de Lozano Figueroa, con su insistencia en la libertad y el rechazo de la posesión, prepara conceptualmente la denuncia de la violencia de género y otras formas de opresión. El amor verdadero es incompatible con la dominación.
Quinta: La poesía de denuncia del autor no renuncia a la intensidad lírica ni se limita al panfleto. Los poemas sociales contienen momentos de gran elaboración estética, como la imagen de la madre ahogada con el hijo en brazos.
Sexta: El autor se inscribe conscientemente en una tradición de poesía comprometida, rechazando tanto el esteticismo vacío como la complacencia ante el poder. Su voz “no está en venta” y asume la función de testigo de su tiempo.
Séptima: Los recursos estilísticos —variedad de registros, estructuras formales diversas, imágenes recurrentes, figuras retóricas— contribuyen a la construcción de la dualidad temática, creando redes de sentido que conectan poemas aparentemente distantes.
En definitiva, De lo visceral a la piel propone una poesía que no escinde lo íntimo de lo social, lo lírico de lo ético, el cuerpo deseante del cuerpo sufriente. En tiempos de fragmentación y especialización, este poemario reivindica una visión unitaria del ser humano, capaz de amar y de indignarse, de gozar y de comprometerse, de cantar el encuentro amoroso y de denunciar la injusticia. El tránsito de las vísceras a la piel es, en última instancia, el tránsito del individuo a la comunidad, de la soledad al vínculo, del poema al mundo.
- BIBLIOGRAFÍA
Fuentes primarias
LOZANO FIGUEROA, Manuel (2025): De lo visceral a la piel. Madrid: Editorial Poesía eres tú.
Fuentes secundarias
ALONSO, Dámaso (1952): Poesía española. Ensayo de métodos y límites estilísticos. Madrid: Gredos.
BOUSOÑO, Carlos (1970): Teoría de la expresión poética. Madrid: Gredos.
CANO BALLESTA, Juan (1972): La poesía española entre pureza y revolución (1930-1936). Madrid: Gredos.
CARNERO, Guillermo (ed.) (1989): El grupo Cántico de Córdoba: un episodio clave de la historia de la poesía española de posguerra. Madrid: Editora Nacional.
CASTELLET, José María (1960): Veinte años de poesía española (1939-1959). Barcelona: Seix Barral.
CELAYA, Gabriel (1961): Poesía y verdad. Barcelona: Planeta.
CIPLIJAUSKAITÉ, Biruté (1966): El poeta y la poesía. Madrid: Ínsula.
DEBICKI, Andrew P. (1987): Poesía del conocimiento. La generación española de 1956-1971. Madrid: Júcar.
GARCÍA DE LA CONCHA, Víctor (1987): La poesía española de 1935 a 1975. Madrid: Cátedra.
GARCÍA MONTERO, Luis (1993): Confesiones poéticas. Granada: Diputación Provincial de Granada.
GUILLÉN, Jorge (1969): Lenguaje y poesía. Madrid: Alianza.
JIMÉNEZ, José Olivio (1972): Diez años de poesía española. Madrid: Ínsula.
LECHNER, Jan (1968): El compromiso en la poesía española del siglo XX. Leiden: Universitaire Pers Leiden.
MAINER, José-Carlos (1975): La Edad de Plata (1902-1939). Madrid: Cátedra.
PAZ, Octavio (1956): El arco y la lira. México: Fondo de Cultura Económica.
PROVENCIO, Pedro (1988): Poéticas españolas contemporáneas. La generación del 70. Madrid: Hiperión.
RICOEUR, Paul (1975): La metáfora viva. Madrid: Trotta (ed. 2001).
SIEBENMANN, Gustav (1973): Los estilos poéticos en España desde 1900. Madrid: Gredos.
SILVER, Philip W. (1985): La casa de Anteo. Estudios de poética hispánica. Madrid: Taurus.
VILLENA, Luis Antonio de (ed.) (1986): Postnovísimos. Madrid: Visor.
Monografía elaborada para el análisis académico del poemario De lo visceral a la piel de Manuel Lozano Figueroa


