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LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD FEMENINA: INVESTIGACIÓN SOBRE LAS METÁFORAS ESPACIALES (CASA, RAÍCES, PUENTES, HORIZONTES) COMO CONSTRUCCIÓN DEL YO LÍRICO FEMENINO EN RENACIDA EN MI CALMA

Olivares Tomás, Ana María. «LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD FEMENINA: INVESTIGACIÓN SOBRE LAS METÁFORAS ESPACIALES (CASA, RAÍCES, PUENTES, HORIZONTES) COMO CONSTRUCCIÓN DEL YO LÍRICO FEMENINO EN RENACIDA EN MI CALMA». Zenodo, 6 de diciembre de 2025. https://doi.org/10.5281/zenodo.17841891

LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD FEMENINA: INVESTIGACIÓN SOBRE LAS METÁFORAS ESPACIALES (CASA, RAÍCES, PUENTES, HORIZONTES) COMO CONSTRUCCIÓN DEL YO LÍRICO FEMENINO EN RENACIDA EN MI CALMA

  1. Introducción

La relación entre el espacio y la construcción de la identidad femenina ha constituido un tema central en los estudios literarios feministas desde las reflexiones pioneras de Virginia Woolf en Una habitación propia (1929). La reivindicación de un espacio propio como condición necesaria para la creación artística y el desarrollo de una subjetividad autónoma ha atravesado décadas de producción literaria escrita por mujeres, manifestándose en diversas estrategias discursivas y simbólicas.

En la poesía contemporánea escrita por mujeres, las metáforas espaciales constituyen un recurso privilegiado para articular los procesos de construcción identitaria. La espacialización de la subjetividad femenina permite trazar cartografías íntimas donde el sujeto lírico puede explorar sus contradicciones, sus deseos y sus límites, generando una geografía simbólica que trasciende las coordenadas físicas para convertirse en territorio existencial.

Renacida en mi calma (2025) de Lucía García Ramos se inscribe en esta tradición poética que emplea metáforas espaciales como eje constructivo de la identidad femenina. El poemario despliega un sistema simbólico coherente basado en cuatro metáforas espaciales fundamentales: la casa, las raíces, los puentes y los horizontes. Cada una de estas metáforas cumple una función específica en el proceso de autodescubrimiento y empoderamiento que el libro propone.

El objetivo de este estudio es analizar cómo estas metáforas espaciales operan en la construcción del yo lírico femenino en Renacida en mi calma, examinando sus implicaciones simbólicas, sus resonancias con la tradición literaria feminista y su contribución al proceso de articulación de una subjetividad autónoma. Para ello, se realizará un análisis textual detallado de los poemas relevantes, contextualizándolos en el marco de los estudios sobre espacio, género e identidad en la literatura contemporánea.

 

 

  1. Marco teórico: espacio, género e identidad en la literatura

2.1. La tradición crítica: de Virginia Woolf a las teorías feministas del espacio

El ensayo Una habitación propia de Virginia Woolf constituye el texto fundacional de la reflexión sobre las relaciones entre espacio, género y creación literaria. Woolf plantea que para escribir ficción, una mujer necesita dinero y una habitación propia, estableciendo así una conexión directa entre la autonomía espacial y la posibilidad de desarrollo intelectual y artístico. Esta reflexión trascendió el ámbito estrictamente literario para convertirse en una metáfora más amplia sobre la necesidad de espacios de autodeterminación femenina en todos los órdenes de la existencia.

La crítica feminista posterior ha desarrollado y complejizado estas intuiciones woolfianas. Sandra Gilbert y Susan Gubar, en La loca del ático (1979), analizaron cómo las escritoras del siglo XIX emplearon metáforas espaciales —especialmente la casa y sus diferentes habitaciones— para explorar las tensiones entre las expectativas sociales impuestas a las mujeres y sus deseos de autodeterminación. El ático, la habitación cerrada, el desván o el jardín se convirtieron en espacios simbólicos donde el sujeto femenino podía existir al margen de los mandatos patriarcales.

En el ámbito hispanoamericano, la crítica feminista ha prestado especial atención al uso de metáforas espaciales en la poesía escrita por mujeres. Los estudios sobre poetas como Julia de Burgos han demostrado la recurrencia de estas metáforas en la configuración de una subjetividad femenina que busca “entrar en una misma”, es decir, conquistar un territorio interior propio desde el cual articular una voz poética distintiva y crítica.

2.2. La espacialización del sujeto lírico en la modernidad

El crítico francés Michel Collot ha propuesto el concepto de “espacialización del sujeto” como una característica definitoria del pacto lírico en la modernidad. Según esta hipótesis, el sujeto lírico moderno se constituye precisamente a través de su relación con el espacio, estableciendo coordenadas simbólicas que permiten situar la experiencia subjetiva en un marco de referencias compartibles.

Esta espacialización adquiere características específicas en la poesía escrita por mujeres, donde las metáforas espaciales no solo permiten ubicar la experiencia, sino también cuestionar las distribuciones tradicionales del espacio según el género. La distinción patriarcal entre espacio público (masculino) y espacio privado (femenino) es problematizada por una poesía que reivindica el derecho al tránsito, a la movilidad y a la redefinición de los territorios.

2.3. El cuerpo como primer espacio

La crítica feminista contemporánea ha enfatizado la dimensión corporal de las metáforas espaciales en la literatura escrita por mujeres. El cuerpo se presenta como el primer espacio que el sujeto femenino debe habitar y desde el cual puede proyectarse hacia otros territorios. Esta concepción del cuerpo como espacio habitable conecta con las teorías fenomenológicas que entienden la corporalidad como condición de posibilidad de toda experiencia espacial.

En la poesía contemporánea, la metáfora del cuerpo permite desarticular los discursos hegemónicos que han objetivado y normativizado los cuerpos femeninos, transformándolo en un espacio de resistencia donde pueden pensarse deseos, identidades y prácticas alternativas. La relación cuerpo-casa, en particular, continúa siendo una constante discursiva en el imaginario artístico femenino contemporáneo.

2.4. Las metáforas espaciales: tipología y funciones

Las metáforas espaciales más recurrentes en la poesía escrita por mujeres pueden clasificarse en varias categorías:

Metáforas de interioridad: la casa, la habitación, el refugio, el hogar. Estas metáforas remiten a la construcción de un espacio íntimo donde el sujeto puede encontrarse consigo mismo, protegido de las demandas exteriores.

Metáforas de arraigo: las raíces, el árbol, la tierra, el jardín. Estas metáforas enfatizan la necesidad de anclaje, de conexión con un origen o una tradición desde la cual construir la propia identidad.

Metáforas de conexión: los puentes, los caminos, las ventanas, las puertas. Estas metáforas exploran la posibilidad de comunicación con la alteridad sin perder la propia identidad.

Metáforas de apertura: los horizontes, el mar, el cielo, el vuelo. Estas metáforas proyectan la mirada hacia lo posible, hacia territorios aún no explorados, celebrando la libertad y la expansión.

Cada una de estas categorías cumple funciones específicas en la articulación de la subjetividad lírica, y su análisis permite comprender cómo el espacio opera como dispositivo de construcción identitaria en la poesía contemporánea.

  1. Análisis de las metáforas espaciales en Renacida en mi calma

3.1. La casa como espacio de autorreconciliación

La metáfora de la casa constituye uno de los ejes simbólicos centrales de Renacida en mi calma. Desde el poema inaugural de la primera sección, “Soy mi casa”, García Ramos establece una identificación directa entre el sujeto lírico y el espacio doméstico. Esta equiparación no es casual, sino que responde a una larga tradición de pensamiento feminista que ha reivindicado la casa como metáfora de la propia identidad.

El poema “Soy mi casa” comienza con una declaración rotunda: “Soy el lugar donde descanso, / el refugio que tantas veces busqué afuera”. Esta afirmación subvierte la lógica patriarcal que ha confinado a las mujeres en el espacio doméstico, resignificando la casa no como prisión sino como territorio de autodeterminación. El sujeto lírico no está en la casa, sino que es la casa, estableciendo así una relación de identidad que transforma el espacio en extensión de la subjetividad.

La arquitectura de esta casa metafórica se despliega en las imágenes siguientes: “Soy las paredes que se sostienen / aunque el viento arrecie, / y las ventanas abiertas / para que entre la luz”. Las paredes representan la solidez, la capacidad de resistencia frente a las adversidades externas. Las ventanas abiertas, por su parte, introducen un elemento de porosidad que evita la clausura: la casa no es un espacio cerrado y defensivo, sino permeable, capaz de recibir el exterior sin perder su consistencia interna.

El proceso de “habitarse” aparece como conquista fundamental: “He aprendido a habitarme, / a no huir de mis silencios, / a mirar mi reflejo sin miedo, / a nombrarme con ternura”. La metáfora de la casa permite articular un proceso de autoconocimiento que implica explorar las diferentes estancias de la propia subjetividad sin temor. Habitarse significa aceptar la totalidad de lo que uno es, incluidas las zonas oscuras o silenciosas que habitualmente se evitan.

La conclusión del poema enfatiza la dimensión de completitud: “Hoy entiendo / que no necesito completarme con nadie, / porque entera / ya soy fuego, raíz y cielo”. La casa-sujeto es autosuficiente, no requiere de elementos externos para su plenitud. Esta afirmación resulta especialmente significativa en el contexto de una cultura que ha socializado a las mujeres en la dependencia emocional y en la búsqueda de validación en la mirada masculina.

Otro poema que desarrolla la metáfora de la casa es “La casa que habito y la que sueño”, incluido en la sección “Horizontes”. Aquí se establece una tensión productiva entre el presente y el futuro, entre lo conquistado y lo deseado. La casa actual es descrita como construcción propia: “Vivo en la casa que construí / con ladrillos de paciencia y recuerdos, / con ventanas abiertas al mundo / y paredes que me sostienen”. Esta casa es resultado de un trabajo, de un esfuerzo sostenido en el tiempo, lo que subraya la dimensión procesual de la construcción identitaria.

La casa soñada amplía el espacio hacia lo colectivo: “Sueño con otra casa, / donde el amor se multiplica, / donde las risas y los pasos / se mezclan con el viento”. Sin embargo, el poema concluye relativizando la importancia del espacio físico concreto: “Entre la que habito y la que sueño / aprendo que mi hogar no es un lugar, / sino la calma que llevo dentro”. La casa, entonces, no es tanto un espacio exterior como un estado interior, una disposición anímica que el sujeto puede portar consigo independientemente de las circunstancias externas.

Esta interiorización del espacio doméstico conecta con las reflexiones de la fenomenología sobre la habitación como experiencia existencial más que como mera ocupación física de un lugar. La casa metafórica de García Ramos es, ante todo, un modo de estar en el mundo, una forma de relacionarse con la propia existencia desde la serenidad y la aceptación.

3.2. Las raíces como metáfora de anclaje y fortaleza

La segunda sección del poemario, titulada precisamente “Raíces”, desarrolla una metáfora complementaria a la de la casa. Mientras la casa enfatiza la interioridad y el refugio, las raíces subrayan el anclaje, la conexión con un sustrato profundo desde el cual el sujeto puede sostenerse.

El poema “Raíces de calma” articula con particular claridad esta metáfora: “Me siento en el centro de mí misma, / cierro los ojos y siento / cómo mis raíces se extienden / hacia la tierra y hacia el cielo”. La imagen de las raíces que se extienden simultáneamente hacia abajo y hacia arriba resulta especialmente significativa. Las raíces no solo anclan al sujeto en la tierra, garantizando estabilidad, sino que también se proyectan hacia lo alto, estableciendo una conexión vertical que articula diferentes dimensiones de la existencia.

Esta doble dirección de las raíces sugiere que el anclaje no implica inmovilidad o limitación, sino que constituye la base desde la cual es posible el crecimiento y la expansión. El sujeto firmemente enraizado puede crecer hacia múltiples direcciones sin temor a perder su centro.

La relación entre raíces y respiración es enfatizada en el poema: “Cada inhalación es un ancla, / cada exhalación un alivio”. El proceso respiratorio, que conecta el interior corporal con el exterior atmosférico, opera como metáfora del enraizamiento. Respirar es arraigarse en el presente, en la corporalidad, en la materialidad de la existencia.

El poema concluye resignificando la noción de fuerza: “He aprendido que la fuerza / no siempre es ruido o movimiento; / a veces es calma, / la paciencia de permanecer”. Las raíces representan una forma de fortaleza alternativa a los modelos tradicionales asociados con lo masculino. No se trata de una fuerza agresiva, expansiva o dominadora, sino de una fuerza silenciosa, paciente, capaz de sostener sin necesidad de ostentación.

El poema “La cicatriz que florece” introduce una dimensión adicional en la metáfora de las raíces al conectarlas con el dolor y la herida. Las cicatrices —marcas de experiencias dolorosas— son presentadas como lugares desde los cuales puede brotar nueva vida: “Pero hoy miro esas cicatrices / y veo algo distinto: / flores que brotan en lo profundo, / raíces que se aferran a mi fuerza”.

Esta imagen de raíces que se aferran a las heridas sugiere que el dolor no es solo destructivo, sino que puede convertirse en fuente de conocimiento y fortaleza. Las experiencias difíciles, lejos de debilitar al sujeto, pueden enraizarlo más profundamente en su propia verdad. Esta resignificación del dolor como elemento constitutivo de la identidad se opone a los discursos culturales que exigen a las mujeres una felicidad permanente y que patologizan el sufrimiento.

El título mismo de la sección, “Raíces”, establece una conexión con la tradición, el origen y la memoria. Las raíces no solo anclan al sujeto en el presente, sino que lo conectan con su historia personal y colectiva. En este sentido, la metáfora de las raíces permite articular una identidad que no reniega de su pasado, sino que lo integra como parte constitutiva del yo actual.

3.3. Los puentes como dispositivo de conexión sin pérdida del yo

La cuarta sección del poemario, titulada “Puentes”, desarrolla una metáfora espacial que permite explorar las relaciones con la alteridad desde una posición de equilibrio personal. Si la casa representa la interioridad y las raíces el anclaje, los puentes articulan la posibilidad de comunicación y vínculo sin que ello implique disolución del yo en el otro.

El poema “Puente de palabras” establece el lenguaje como material de construcción de estos vínculos: “Hay palabras que construyen, / que unen, que sostienen, / que llegan sin exigir, / que llegan sin herir”. El puente verbal permite el encuentro sin violencia, creando una arquitectura relacional basada en el respeto y el cuidado mutuo.

La dimensión constructiva es enfatizada: “He aprendido a elegirlas, / a dejarlas fluir con cuidado, / a construir puentes / que atraviesan silencios / y alcanzan el corazón del otro / sin perder mi propio centro”. La construcción de puentes requiere intencionalidad, cuidado y consciencia. No se trata de una conexión espontánea o irreflexiva, sino de un trabajo deliberado de comunicación que preserva la integridad de ambos extremos.

El poema central de esta sección, “Amar sin perderme”, aborda directamente la tensión entre el vínculo afectivo y la autonomía personal. La voz lírica afirma: “He aprendido que amar / no significa olvidarme, / ni desdibujar mis contornos / para encajar en otro”. Esta declaración cuestiona los modelos románticos tradicionales que han presentado el amor como fusión o como anulación de la propia identidad en beneficio del otro.

La metáfora del puente permite articular una concepción alternativa del amor: “Amar es sostenerme / y sostener al otro, / es dar sin vaciarme, / es escuchar sin renunciar a mi voz”. El puente no elimina la distancia entre las dos orillas, sino que la hace transitable. Del mismo modo, el amor no debe anular la diferencia entre los sujetos, sino crear las condiciones para que puedan encontrarse respetando sus respectivas singularidades.

Esta concepción del amor resulta especialmente significativa en el contexto de una cultura que ha socializado a las mujeres en el sacrificio de sí mismas en beneficio de los otros. La metáfora del puente permite pensar vínculos afectivos no basados en la entrega total o la fusión, sino en el encuentro entre subjetividades autónomas.

El poema “El otro lado del río” introduce la dimensión temporal en la metáfora del puente: “A veces siento que hay un río / entre lo que soy y lo que deseo dar. / Un cauce que separa y enseña, / que exige paciencia y coraje”. El río representa las dificultades, las distancias emocionales, los malentendidos que pueden surgir en cualquier relación. El puente no elimina estas dificultades, pero ofrece un camino para atravesarlas.

La metáfora espacial del puente permite así articular una ética relacional que equilibra la necesidad de conexión con la preservación de la autonomía. Este equilibrio resulta fundamental en la construcción de una identidad femenina que no se defina únicamente en función de los vínculos con otros, sino que mantenga un centro propio desde el cual relacionarse.

3.4. Los horizontes como proyección hacia lo posible

La quinta y última sección del poemario, “Horizontes”, emplea una metáfora espacial que proyecta la mirada hacia el futuro y hacia lo aún no realizado. Si las secciones anteriores han trabajado principalmente con metáforas de interioridad, anclaje y conexión, los horizontes introducen una dimensión de apertura, expansión y posibilidad.

El poema inaugural de esta sección, “Lo que viene”, establece una relación confiada con el futuro: “Hay un futuro que me llama / con voz suave, insistente, / un horizonte que no exige, / solo invita a caminar hacia él”. El horizonte no se presenta como destino fijo o como meta que deba alcanzarse, sino como invitación al movimiento, como promesa de apertura.

Esta concepción del horizonte conecta con su naturaleza paradójica: el horizonte es aquello hacia lo que nos dirigimos pero que retrocede a medida que avanzamos. No es un lugar al que se pueda llegar, sino un límite móvil que organiza nuestra percepción del espacio y orienta nuestro movimiento. Aplicada a la construcción identitaria, esta metáfora sugiere que la identidad no es un estado final que deba alcanzarse, sino un proceso continuo de devenir.

El poema “Hasta el infinito de mí” desarrolla esta dimensión de apertura ilimitada: “Me extiendo más allá de lo que veo, / más allá de mis dudas, / más allá de los miedos que creí inquebrantables”. El horizonte permite pensar la identidad no como algo cerrado y delimitado, sino como un espacio de expansión potencialmente infinita.

Esta expansión no se produce solo hacia el exterior, sino también hacia la profundidad: “Hasta el infinito de mí / hay cielos que explorar, / mares que sentir, / vientos que aprender a escuchar”. La metáfora del horizonte articula así una identidad multidimensional, capaz de crecer simultáneamente en múltiples direcciones.

El poema “Horizontes dentro de mí” introduce una inversión significativa al interiorizar el horizonte: “He descubierto que los límites / no están afuera, / sino en mis dudas, / en mis miedos no enfrentados”. Esta interiorización sugiere que los verdaderos límites de la expansión identitaria no son externos (las prohibiciones sociales, los mandatos culturales), sino internos (los miedos, las inseguridades autoimpuestas).

La superación de estos límites internos abre horizontes ilimitados: “Dentro de mí hay cielos / que esperan ser recorridos, / mares de calma y tormenta / que me enseñan a confiar”. La geografía interior se revela como más vasta que cualquier territorio exterior, y su exploración como tarea inagotable.

La metáfora del horizonte permite también articular una relación con el tiempo futuro que no esté marcada por la ansiedad o la prisa. El poema “Somos tiempo y siembra” establece una temporalidad pausada, agrícola, que respeta los ritmos naturales de crecimiento: “Cada acción que damos, / cada palabra que sembramos, / crece en nosotros y en otros, / como semillas que esperan su estación”.

Esta concepción temporal se opone a la lógica de la inmediatez y la gratificación instantánea que caracteriza a la sociedad contemporánea. El horizonte no se alcanza de golpe, sino mediante un proceso gradual de siembra, cuidado y espera. Esta paciencia temporal resulta fundamental para una construcción identitaria sólida que no se base en transformaciones súbitas o superficiales.

  1. Sistema simbólico y trayectoria identitaria

4.1. La coherencia del sistema metafórico

Las cuatro metáforas espaciales analizadas —casa, raíces, puentes, horizontes— no funcionan de manera aislada, sino que configuran un sistema simbólico coherente que traza una trayectoria completa de construcción identitaria. Cada metáfora cumple una función específica en este proceso y se relaciona orgánicamente con las demás.

La casa establece el espacio de interioridad, el refugio donde el sujeto puede encontrarse consigo mismo y desde el cual puede proyectarse hacia el exterior. Sin este espacio propio, sin esta habitación woolfiana, no sería posible ningún proceso de autodescubrimiento.

Las raíces anclan al sujeto, le proporcionan estabilidad y conexión con un sustrato profundo. Este anclaje es necesario para evitar que la apertura hacia el exterior derive en dispersión o pérdida de la propia identidad.

Los puentes permiten la conexión con la alteridad sin perder el centro conquistado en la casa y el anclaje proporcionado por las raíces. La posibilidad de establecer vínculos sanos requiere previamente de una identidad sólida desde la cual relacionarse.

Los horizontes proyectan al sujeto hacia el futuro, hacia lo posible, hacia territorios aún no explorados. Esta apertura final presupone todo el trabajo previo de construcción del espacio interior, anclaje en la propia verdad y aprendizaje relacional.

4.2. Del refugio a la expansión: una trayectoria ascendente

La secuencia de las metáforas espaciales en el poemario traza una trayectoria que va desde el refugio interior hacia la expansión exterior. Esta trayectoria puede leerse como un proceso de maduración psicológica que va desde la autocontención necesaria en momentos de crisis hasta la apertura confiada hacia el mundo una vez consolidada la propia identidad.

La primera sección, “Renacer”, establece el momento de crisis y toma de conciencia. Es el momento en que el sujeto decide “habitarse”, establecer la casa interior. La segunda sección, “Raíces”, profundiza en este proceso de anclaje, explorando las conexiones profundas con la propia verdad.

La tercera sección, “Alas”, introduce por primera vez el movimiento hacia el exterior, el deseo de vuelo y exploración. Sin embargo, este movimiento aún es individual, no implica relación con otros. Es la cuarta sección, “Puentes”, la que introduce la dimensión relacional, el encuentro con la alteridad.

Finalmente, la quinta sección, “Horizontes”, proyecta al sujeto hacia el futuro con confianza, celebrando la apertura ilimitada que se ha conquistado a través del proceso. Esta trayectoria ascendente sugiere que la construcción de una identidad femenina autónoma es un proceso gradual que requiere tiempo, paciencia y múltiples etapas.

4.3. La dimensión corporal del espacio metafórico

Todas las metáforas espaciales del poemario mantienen una conexión estrecha con la corporalidad. La casa no es solo un espacio arquitectónico, sino una extensión del cuerpo; las raíces conectan con la experiencia física del arraigo y el equilibrio; los puentes se construyen con palabras que salen del cuerpo; los horizontes se perciben con ojos corporales.

Esta dimensión corporal resulta fundamental para entender la especificidad de las metáforas espaciales en la poesía escrita por mujeres. El cuerpo femenino, históricamente objetivado y normativizado, debe ser reconquistado como espacio propio, como territorio desde el cual habitar el mundo.

En Renacida en mi calma, esta reconquista corporal se produce de manera sutil pero constante. Referencias a la piel, la respiración, los brazos que abrazan, las manos que sueltan, los ojos que miran, tejen una red de imágenes corporales que anclan las metáforas espaciales en la materialidad física.

La relación cuerpo-casa es especialmente visible en poemas como “Soy mi casa” o “La piel que dejo atrás”. La casa no es algo externo al cuerpo, sino su prolongación simbólica. Del mismo modo, la piel que se deja atrás es simultáneamente corporal y existencial, marcando límites entre estados identitarios sucesivos.

4.4. Espacio privado, espacio público y transgresión

Las metáforas espaciales de Renacida en mi calma permiten también reflexionar sobre la tradicional división patriarcal entre espacio privado (femenino) y espacio público (masculino). El poemario no reproduce acríticamente esta división, sino que la problematiza y transgrede.

La casa, tradicionalmente asociada con el confinamiento femenino en el espacio doméstico, es resignificada como territorio de autonomía elegido libremente. No se trata de una reclusión impuesta, sino de un refugio conscientemente habitado desde el cual es posible proyectarse hacia el exterior.

Los horizontes, por su parte, representan espacios abiertos, exteriores, tradicionalmente codificados como masculinos. La reivindicación del derecho a explorar estos horizontes constituye una transgresión de los mandatos que han confinado a las mujeres en la interioridad doméstica.

Los puentes operan precisamente como dispositivos que permiten transitar entre el espacio interior y el exterior sin quedar atrapada en ninguno de los dos. Esta movilidad espacial representa una forma de libertad fundamental para la construcción de una identidad que no esté limitada por las divisiones espaciales de género.

  1. Inscripción en la tradición poética femenina

5.1. Diálogos con la poesía hispanoamericana

El uso de metáforas espaciales para la construcción de la identidad femenina en Renacida en mi calma dialoga con una larga tradición de poesía escrita por mujeres en el ámbito hispánico. Poetas como Julia de Burgos, Alfonsina Storni o Alejandra Pizarnik emplearon estrategias similares para explorar la subjetividad femenina.

El estudio de la obra de Julia de Burgos ha mostrado la recurrencia de metáforas espaciales que configuran una búsqueda de interioridad como vía privilegiada para crear un mundo poético propio. La espacialización de la subjetividad permite a estas poetas “entrar en sí mismas”, conquistar un territorio interior desde el cual articular una voz distintiva.

García Ramos comparte con estas poetas predecesoras la convicción de que la conquista de un espacio propio —físico, simbólico, poético— constituye una condición necesaria para el desarrollo de una voz autónoma. Sin embargo, mientras que para las poetas de principios del siglo XX esta conquista implicaba frecuentemente enfrentamientos dramáticos con el entorno social, en Renacida en mi calma el tono es más sereno, más confiado en la posibilidad de autodeterminación.

5.2. La tradición española: Ernestina de Champourcin y Carmen Conde

En el contexto específicamente español, la relación entre espacio y creación poética femenina ha sido explorada especialmente en relación con poetas como Ernestina de Champourcin y Carmen Conde. El estudio de su correspondencia epistolar ha mostrado cómo el intercambio de cartas funcionaba como “una habitación propia”, un espacio de libertad donde ambas poetas podían desarrollar su estética al margen de las limitaciones impuestas por la sociedad patriarcal de principios del siglo XX.

Este uso del espacio epistolar como taller de autenticidad estética sugiere que para las poetas españolas el espacio propio no siempre era físico, sino que podía construirse discursivamente mediante prácticas de escritura que creaban territorios de autonomía.

Renacida en mi calma se inscribe en esta tradición de búsqueda de espacios propios, aunque las condiciones históricas y sociales son obviamente diferentes. La obra de García Ramos se publica en un contexto donde las mujeres han conquistado formalmente múltiples espacios de los que estaban excluidas en el primer tercio del siglo XX. Sin embargo, la necesidad de articular simbólicamente estos espacios, de habitarlos conscientemente, de construir desde ellos una identidad autónoma, permanece vigente.

5.3. La poesía del silencio y lo marginal

Un aspecto relevante de la tradición poética femenina española es el uso del silencio como forma de subversión. Las formas del silencio en la poesía contemporánea escrita por mujeres no representan ausencia o sumisión, sino estrategias discursivas que cuestionan las lógicas patriarcales de la enunciación.

En Renacida en mi calma, el silencio aparece frecuentemente asociado a las metáforas espaciales. El poema “Renacida en mis silencios” establece el silencio como espacio de autodescubrimiento: “En el silencio descubrí mi voz, / aquella que siempre me habló despacio”. El silencio no es aquí ausencia de voz, sino condición de posibilidad para escuchar la voz propia, frecuentemente ahogada por los ruidos externos.

Esta valoración del silencio conecta con la tradición poética femenina que ha reivindicado lo marginal, lo periférico, lo silenciado como espacios desde los cuales construir discursos alternativos. La casa interior, las raíces profundas, son espacios silenciosos desde los cuales puede emerger una voz auténtica.

 

 

  1. Conclusiones

El análisis de las metáforas espaciales en Renacida en mi calma permite extraer varias conclusiones significativas sobre la construcción de la identidad femenina en la poesía contemporánea.

En primer lugar, las metáforas espaciales constituyen un recurso privilegiado para articular procesos de autodescubrimiento y construcción identitaria en la poesía escrita por mujeres. La espacialización de la subjetividad permite objetivar experiencias internas complejas, haciéndolas compartibles y comunicables mediante un sistema de referencias simbólicas comprensibles para los lectores.

En segundo lugar, Renacida en mi calma despliega un sistema metafórico coherente basado en cuatro metáforas espaciales fundamentales —casa, raíces, puentes, horizontes— que trazan una trayectoria completa desde la interioridad hacia la expansión. Esta arquitectura simbólica revela una concepción procesual de la identidad, entendida no como algo dado sino como construcción continua.

En tercer lugar, las metáforas espaciales del poemario dialogan creativamente con la tradición de pensamiento feminista sobre el espacio, desde las reflexiones fundacionales de Virginia Woolf hasta las teorizaciones contemporáneas sobre cuerpo, género y territorio. La casa woolfiana, el cuerpo como espacio habitable, los puentes como dispositivos relacionales, configuran una red de referencias que sitúa la obra en una genealogía literaria y de pensamiento específicamente femenina.

En cuarto lugar, el tratamiento de las metáforas espaciales en Renacida en mi calma se caracteriza por su tono sereno y afirmativo, contrastando con el dramatismo que caracterizaba a expresiones anteriores de la poesía femenina. Esta serenidad no implica ausencia de conflicto o dificultad, sino una confianza mayor en la posibilidad de conquistar espacios de autonomía.

En quinto lugar, las metáforas espaciales mantienen en todo momento una conexión estrecha con la dimensión corporal, evidenciando que el primer espacio que debe habitarse y reconquistarse es el propio cuerpo. Esta dimensión corporal resulta fundamental en una poesía que busca articular una identidad femenina no desencarnada, no puramente espiritual, sino arraigada en la materialidad de la existencia.

En sexto lugar, el análisis revela cómo las metáforas espaciales permiten problematizar y transgredir la división patriarcal entre espacio privado y espacio público. La casa no es prisión sino refugio elegido; los horizontes no son territorios prohibidos sino espacios legítimos de exploración.

Finalmente, Renacida en mi calma se inscribe en una tradición amplia de poesía escrita por mujeres que ha empleado metáforas espaciales como herramienta fundamental para la construcción de identidades autónomas y voces poéticas distintivas. El poemario de Lucía García Ramos actualiza esta tradición en el contexto de la poesía española contemporánea del siglo XXI, aportando un testimonio valioso sobre las formas actuales de articulación de la subjetividad femenina.

Este estudio abre múltiples líneas de investigación futuras. Sería relevante profundizar en el análisis comparativo con otros poemarios contemporáneos que empleen metáforas espaciales similares, para establecer con mayor precisión las características de esta tendencia en la poesía española actual. Asimismo, resultaría productivo examinar la recepción del poemario entre diferentes públicos lectores, para comprender cómo estas metáforas espaciales resuenan o no con las experiencias vitales de las lectoras contemporáneas.

BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS

Bibliografía citada

Fuentes primarias

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Poesía española contemporánea

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Cullell, Diana. La poesía de la experiencia española de finales del siglo XX al XXI. Madrid: Devenir, 2010.

García Montero, Luis. Confesiones poéticas. Granada: Diputación de Granada, 1993.

Iravedra, Araceli, ed. Hacia la democracia. La nueva poesía (1968-2000). Madrid: Visor Libros, 2016.

Keefe Ugalde, Sharon. Sujeto femenino y palabra poética: estudios críticos de la poesía de Concha Méndez, Ernestina de Champourcin y Ángela Figuera. Santa Cruz de Tenerife: La Página, 2002.

Poesía y redes sociales

Escandell Montiel, Daniel, ed. Escrituras para el siglo XXI. Literatura y blogosfera. Madrid: Iberoamericana Vervuert, 2014.

Gago Rodríguez, Francisco Manuel. “La poesía en Instagram: ¿democratización o banalización del género?”. Humanidades Digitales: desafíos, logros y perspectivas de futuro (2018): 355-367.

Millán, José Antonio. La lectura en España. Informe 2017. Madrid: Federación de Gremios de Editores de España, 2017.

Antologías de poesía contemporánea

Casado, Miguel, ed. La poesía como pensamiento. Madrid: Abada Editores, 2015.

Morales Barba, Rafael, ed. Última poesía española (1990-2005). Madrid: Marenostrum, 2006.

Prieto de Paula, Ángel L. y Alba Jover, eds. Musa duodécima. Doce años de poesía española: 1991-2002. Madrid: Fundación Gerardo Diego, 2004.

Rodríguez Gutiérrez, Milena, ed. Casa en que nunca he sido extraña. Las poetas hispanoamericanas: identidades, feminismos, poéticas (Siglos XIX-XXI). Bern: Peter Lang, 2017.

Notas complementarias

Nota 1: Sobre el concepto de “Generación Reset”

El término “Generación Reset” ha sido propuesto por la crítica académica reciente para designar a los poetas españoles nacidos entre 1989 y 1999. Esta denominación enfatiza la capacidad de esta generación para “resetear” o reiniciar paradigmas poéticos anteriores, estableciendo nuevas prioridades temáticas y formales. Entre las características de esta generación destaca un compromiso con la representación de la cotidianidad, una aproximación íntima a la experiencia personal, una atención especial a las cuestiones de género e identidad, y una relación fluida con las nuevas tecnologías y las redes sociales como canales de difusión poética.

Nota 2: La noción de “habitación propia” en Virginia Woolf

El concepto de “habitación propia” (a room of one’s own) desarrollado por Virginia Woolf en su ensayo homónimo de 1929 se ha convertido en una metáfora central del feminismo. Woolf argumentaba que para escribir ficción, una mujer necesitaba quinientas libras al año y una habitación con cerrojo. Esta reivindicación, aparentemente modesta, tenía implicaciones revolucionarias en el contexto de una sociedad donde las mujeres carecían de independencia económica y de espacios privados propios. La habitación con cerrojo simbolizaba no solo un espacio físico, sino también la posibilidad de intimidad, concentración y desarrollo intelectual sin interrupciones. El concepto ha sido ampliado por la crítica feminista posterior para abarcar todo tipo de “espacios propios” —simbólicos, sociales, políticos— que las mujeres necesitan conquistar para desarrollar plenamente su autonomía.

Nota 3: El cuerpo como espacio en la teoría feminista

La teoría feminista contemporánea ha dedicado atención especial al cuerpo como primer espacio que debe ser habitado y reconquistado. Autoras como Luce Irigaray, Hélène Cixous o Judith Butler han enfatizado que el cuerpo femenino ha sido históricamente objetivado, normativizado y controlado por los discursos patriarcales. La reconquista del cuerpo como espacio propio implica desarrollar nuevos lenguajes para nombrarlo, nuevas prácticas para habitarlo y nuevas éticas para relacionarse con él. En la poesía contemporánea escrita por mujeres, el cuerpo aparece frecuentemente como espacio de exploración, como territorio donde se inscriben experiencias de placer y dolor, y como frontera que delimita el yo frente a la alteridad.

Nota 4: Las metáforas vegetales en la tradición poética

Las metáforas basadas en el mundo vegetal —raíces, semillas, árboles, flores— tienen una larga tradición en la poesía universal. En la poesía escrita por mujeres, estas metáforas adquieren frecuentemente connotaciones específicas relacionadas con los ciclos vitales femeninos, con la capacidad generativa y con los procesos de crecimiento orgánico que se oponen a las lógicas mecánicas o instrumentales de la productividad capitalista. La metáfora de las raíces, en particular, permite articular una relación con el pasado, con la memoria y con la tradición que no sea de mera repetición, sino de anclaje desde el cual proyectarse hacia el futuro.

Nota 5: Los puentes como metáfora transcultural

La metáfora del puente ha sido especialmente significativa en la literatura escrita por mujeres de comunidades minoritarias o en contextos de migración. El colectivo This Bridge Called My Back (1981), editado por Cherríe Moraga y Gloria Anzaldúa, empleó esta metáfora para explorar las experiencias de mujeres de color en Estados Unidos, conceptualizando la posición de estas mujeres como “puentes” entre diferentes comunidades, culturas y tradiciones. La metáfora permite pensar identidades no monolíticas, capaces de conectar diferentes espacios sin disolverse en ninguno de ellos. En el contexto español contemporáneo, esta metáfora adquiere resonancias específicas relacionadas con los procesos migratorios, las identidades híbridas y las negociaciones culturales que caracterizan a la sociedad actual.

Nota 6: La poesía del autocuidado como fenómeno editorial

La denominada “poesía del autocuidado” ha generado un fenómeno editorial significativo en la última década, especialmente entre públicos jóvenes. Autoras como Elvira Sastre, Loreto Sesma o Defreds en España, o Rupi Kaur y R.H. Sin en el ámbito anglosajón, han alcanzado cifras de ventas muy elevadas con poemarios centrados en temáticas de crecimiento personal, amor propio y sanación emocional. Este fenómeno ha suscitado debates en el campo literario sobre la calidad estética de estas producciones, sobre sus relaciones con el canon poético establecido y sobre las transformaciones en los modos de consumo cultural asociadas a las redes sociales. Independientemente de las valoraciones críticas, este fenómeno evidencia la existencia de una demanda lectora significativa de textos que aborden la experiencia emocional con sinceridad y que ofrezcan herramientas simbólicas para procesar las dificultades de la vida contemporánea.

Nota 7: Métodos de análisis de metáforas espaciales

El análisis de metáforas espaciales en textos literarios requiere de herramientas metodológicas específicas que integren perspectivas de la teoría literaria, los estudios de género y la geografía cultural. Entre los enfoques más productivos se encuentran: el análisis semiótico, que examina los sistemas de significación construidos a través de las metáforas espaciales; el análisis fenomenológico, que atiende a la experiencia vivida del espacio tal como se articula en el texto; el análisis de género, que examina cómo las metáforas espaciales reproducen o cuestionan las distribuciones patriarcales del espacio; y el análisis intertextual, que traza genealogías de metáforas espaciales a lo largo de la tradición literaria. Un análisis comprehensivo debe integrar estas diferentes perspectivas para captar la complejidad de las operaciones simbólicas que las metáforas espaciales realizan en los textos literarios.

Anexo: Índice de poemas citados de Renacida en mi calma

Sección “Renacer”

  • “Soy mi casa” (p. 17)
  • “La piel que dejo atrás” (p. 18)
  • “Diciembre interior” (p. 19)
  • “Renacida en mis silencios” (p. 20)
  • “La primera vez que dije no” (p. 21)

Sección “Raíces”

  • “El peso y la fuerza” (p. 25)
  • “Aprender a abrazarme” (p. 26)
  • “La cicatriz que florece” (p. 27)
  • “Raíces de calma” (p. 28)
  • “Los días que no soy luz” (p. 29)

Sección “Alas”

  • “El vuelo comienza” (p. 33)
  • “Horizontes dentro de mí” (p. 34)
  • “El valor de soltar” (p. 35)
  • “Canto de libertad” (p. 36)
  • “El día que aprendí a quererme” (p. 37)

Sección “Puentes”

  • “Encuentro de miradas” (p. 41)
  • “Amar sin perderme” (p. 42)
  • “El otro lado del río” (p. 43)
  • “Puente de palabras” (p. 44)
  • “Entre orillas” (p. 45)

Sección “Horizontes”

  • “Lo que viene” (p. 49)
  • “La casa que habito y la que sueño” (p. 50)
  • “Somos tiempo y siembra” (p. 51)
  • “Hasta el infinito de mí” (p. 52)
  • “Cuando me permito caer” (p. 53)

Datos de la autora

Lucía García Ramos nació en Jumilla (Región de Murcia), España. Trabaja como dependienta en Horno Arenas, una panadería-pastelería de su pueblo, desde hace casi siete años. La poesía y el baile constituyen sus principales aficiones.

En 2022 publicó su primer poemario, Ama desde tus adentros, dedicado al amor universal. En 2025 apareció su segundo libro, Renacida en mi calma, centrado en el amor propio y el crecimiento personal.

Comparte su vida con su pareja José desde 2017, y reconoce en su familia el motor principal de su existencia.

Sobre Editorial Poesía eres tú

Editorial Poesía eres tú es una editorial española especializada en poesía contemporánea, con sede en Madrid. Forma parte del Grupo Editorial Pérez-Ayala, dirigido por Javier Pérez-Ayala Huertas, que incluye también Ediciones Amaniel, Ediciones Rilke, Ediciones Azorín y Editorial Agencia del libro. La editorial mantiene un catálogo diverso que incluye tanto autores consagrados como nuevas voces de la poesía española contemporánea.

 

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