Olivares Tomás, Ana María. «DUALISMO FILOSÓFICO Y CONSTRUCCIÓN POÉTICA DEL “YO-TÚ”: IDENTIDAD PRECARIA EN ALMAS ERRANTES DE KIM LEMMEN». Zenodo, 21 de octubre de 2025. https://doi.org/10.5281/zenodo.17409861
DUALISMO FILOSÓFICO Y CONSTRUCCIÓN POÉTICA DEL “YO-TÚ”: IDENTIDAD PRECARIA EN ALMAS ERRANTES DE KIM LEMMEN
Ensayo sobre pares opuestos como categoría estructurante de la identidad fragmentada
La segunda sección de Almas errantes lleva por título “Dualismo”, señalando explícitamente la categoría filosófica que organiza esta parte del poemario de Kim Lemmen. Esta nominación no es accidental: Lemmen, antropóloga cultural especializada en identidad, conoce las tradiciones filosóficas que han estructurado la subjetividad occidental mediante pares opuestos. El dualismo opera aquí no como el tradicional dualismo mente-cuerpo cartesiano, sino como dualismo relacional yo-tú que explora cómo la identidad emerge únicamente en contraste con alteridad. El verso programático del poemario anuncia esta estrategia: las almas errantes buscan “su camino aferrado al juego virtual del dualismo”. Este ensayo interroga cómo los pares opuestos sostienen una identidad precaria, explorando la conexión entre tradiciones filosóficas del dualismo y la construcción poética del “yo-tú” en Lemmen.
Tradiciones filosóficas del dualismo: de Descartes a Buber
El dualismo cartesiano mente-cuerpo
René Descartes establece en Meditaciones metafísicas (1641) el dualismo metafísico entre mente y cuerpo que domina el pensamiento occidental moderno. Para Descartes existen dos sustancias creadas diferentes: el cuerpo y el alma (también denominada “mente”). La esencia del cuerpo es la extensión; la del alma o mente es el pensamiento. El cuerpo es espacial, el alma no tiene extensión; el cuerpo es un mecanismo que puede ejecutar acciones sobre sí mismo sin intervención del alma; el alma es pura sustancia pensante que puede, pero no siempre, regular el cuerpo.
Este dualismo genera el llamado “problema mente-cuerpo”: cómo el cuerpo espacial puede afectar o ser afectado por la mente no extensa. Descartes propone el interaccionismo dualista: alma y cuerpo interactúan mediante la glándula pineal. Schopenhauer calificó este problema como “el nudo del mundo”, reconociendo que el dualismo cartesiano plantea interrogante irresoluble sobre la relación entre dos sustancias ontológicamente heterogéneas.
Lemmen no adopta el dualismo cartesiano mente-cuerpo como estructura organizadora de la segunda sección. La corporalidad aparece en el poemario —”la carne viva”, “el vientre”, “el pecho”, “la piel”— pero no como sustancia opuesta al alma, sino como dimensión integrada en el sujeto fragmentado. El dualismo lemmeniano no separa res cogitans de res extensa, sino que explora la división entre yo y tú como constitutiva de la identidad.
El dialogismo de Martin Buber: yo-tú frente a yo-ello
Martin Buber transforma radicalmente la concepción del dualismo en su obra Yo y Tú (1923). La propuesta dialógica de Buber, conocida como filosofía del diálogo o filosofía del yo-tú, parte de que no existe un yo aislado, sino siempre en relación con el otro. El otro adquiere, según la forma de relación implementada, propiedades de tú (persona), de ello (mundo objetual) y de Tú (lo divino).
Buber plantea que el yo-tú expresa relaciones de vinculación natural, mientras el yo-ello expresa relaciones de distinción natural. En la relación yo-tú, el ser entra en relación con el ser sin circunscribirse a tiempo y espacio concretos; se trata de relación de presencia no situada. Esta es la única manera en que el yo puede percibir al tú como persona, no como objeto o cosa. Por el contrario, en la relación yo-ello el ser sitúa al tú en espacio y tiempo concretos, dándole lugar en el mundo donde se despliegan relaciones históricas de poder. El yo-ello es relación de desprendimiento que conforma relaciones de cosificación, dominación y utilización.
El yo-tú permite relación mutua y directa mediante la cual el yo se da al tú y viceversa. Esta experiencia ocurre cuando se “penetra” en la esencia del otro, creando atmósfera de apertura y comunidad benéfica y transformadora. En cambio, en el yo-ello la experiencia no es mutua ni directa; se trata de experiencia mediada donde el ello solo puede dejarse experimentar sin participar, pues se cosifica y despersonaliza.
La segunda sección de Almas errantes materializa poéticamente esta tensión buberiana. El poema “El contraste” presenta la relación yo-tú como identificación y contradicción simultáneas: “sintiendo nuestra identificación, / sintiendo nuestra contradicción, / entrelazados en nuestro ser”. La relación no resuelve la contradicción en síntesis superior, sino que sostiene simultáneamente identificación y contradicción como condición permanente. El poema “Juega conmigo” amenaza con cosificación: “no me reduzcas a una pieza de este, / ni como bandera, ni oro, ni reina”. Esta advertencia contra la reducción a objeto evoca la distinción buberiana entre yo-tú (relación personal) y yo-ello (cosificación).
Emmanuel Levinas y la alteridad radical
Emmanuel Levinas desarrolla una filosofía de la alteridad que radicaliza la propuesta de Buber. Para Levinas, el Otro no es simple extraño, sino ente que transforma nuestra noción de subjetividad. La existencia individual se redefine a través del encuentro con el Otro, destacando la prioridad ética sobre cualquier forma de egocentrismo. Levinas introduce la idea del “rostro del Otro” que nos llama a responsabilidad ineludible. Este rostro no es solo cara visible, sino revelación que nos interpela y demanda respuesta ética.
La identidad individual se articula a partir de la relación con la alteridad en tres momentos: primero, cuando el individuo constitutivamente abierto al mundo interactúa con él; segundo, cuando reflexiona sobre su relación con el mundo y entresaca relato sintético sobre su identidad; tercero, cuando el individuo se toma a sí mismo como otro, como cosa que puede ser conocida mediante autorreflexión.
Levinas identifica al Otro con figuras del huérfano, el extranjero y la viuda, con las cuales estamos obligados. A este Otro no lo determino a partir del ser ni de mí mismo; es alteridad radical que excede mi capacidad de comprensión y posesión. Capto al otro como alteridad que no poseo ni puedo poseer, lo cual me induce a respetar al otro en su diferencia y especificidad. La ética aflora de la confrontación directa con el rostro del otro y la actitud receptiva frente a la interpelación que ese rostro lanza.
El poemario de Lemmen incorpora esta dimensión ética de la alteridad. El poema “El autorretrato invisible” presenta al yo definido por su inscripción en el tú: “donde se quedan los rasgos de mi rostro / tallados en tus recuerdos”, “fuera de mi alcance, / me quedo encerrada en ti”. El yo no posee su propia identidad; esta permanece “fuera de mi alcance”, inscrita en el otro que la define. Esta estructura evoca la prioridad levinasiana del Otro: el yo no se constituye autónomamente, sino que recibe su identidad del Otro que lo interpela.
Construcción poética del “yo-tú” en Almas errantes
Estructura de la segunda sección: del encuentro a la fragmentación
La segunda sección del poemario progresa desde poemas que exploran el encuentro yo-tú hacia poemas que evidencian la fragmentación identitaria que este encuentro produce. Esta progresión no es cronológica narrativa, sino profundización conceptual: cada poema explora un aspecto de cómo el dualismo sostiene una identidad precaria.
El poema inaugural “El contraste” establece la paradoja central: el encuentro produce simultáneamente identificación y contradicción. “Encontrándote en la calma absoluta, / sintiendo nuestra identificación, / sintiendo nuestra contradiccin, / entrelazados en nuestro ser”. La sintaxis paralelística —”sintiendo nuestra identificación” / “sintiendo nuestra contradicción”— yuxtapone términos opuestos sin resolverlos dialécticamente. No hay síntesis que supere la contradicción; el yo y el tú permanecen “entrelazados” en tensión irresuelta.
El poema “Nuestro crculo” introduce el concepto de circularidad que retornará constantemente en la sección: “te encuentro / el aprecio pendiente, / el crculo inerte / ab initio”. El círculo representa movimiento que retorna perpetuamente al punto de partida sin progreso lineal. La relación yo-tú es “círculo inerte” que existe “ab initio”: desde el origen, sin haber sido construida, como estructura a priori de la identidad. Esta circularidad evoca la filosofía buberiana: no existe yo aislado que posteriormente entre en relación con el tú; la relación es constitutiva, existe desde el origen.
El poema “Peregrinación” introduce el concepto de dualidad como engaño: “Ni aquí, ni allá, / siempre en dualidad, / engañando el encuentro de la vida”. La dualidad no permite fijación: el sujeto no está “aquí” ni “allá”, sino perpetuamente entre ambos polos. El encuentro es “engañado” por la dualidad misma: cuando parece que el yo y el tú se encuentran, la estructura dual revela que están constitutivamente separados. Esta imposibilidad del encuentro auténtico refleja la identidad precaria: el yo solo existe como relación con el tú, pero esta relación nunca alcanza identificación plena.
Poemas del “yo-tú”: encuentro y contradicción
Los poemas centrales de la sección exploran la relación yo-tú mediante imágenes que visualizan encuentro y contradicción simultáneos. El poema “El río” construye diálogo dramático donde el intercambio verbal evidencia asimetría radical entre yo y tú:
“Te digo, no me siento bien
nos encontramos, nos desenredamos, triunfamos.
Me dices, no me siento bien
te conquisto”.
La asimetría es estructural: cuando el yo dice algo, el resultado es plural (“nos encontramos”); cuando el tú dice lo mismo, el resultado es singular (“te conquisto”). El yo busca reciprocidad buberiana (“nos encontramos”), pero el tú responde con relación de dominación (“te conquisto”). La relación yo-tú amenaza constantemente con degradarse en relación yo-ello donde el tú cosifica al yo.
El poema culmina con imagen del agua que alcanza “altura colosal”, obligando al yo a navegar por su camino. El río metaforiza la temporalidad irreversible: el diálogo transcurre en el tiempo como agua que fluye sin posibilidad de retorno. La asimetría entre yo y tú se resuelve mediante separación: el yo navega “por mi camino”, reconociendo la imposibilidad de síntesis con el tú.
El poema “La lucha” reformula radicalmente el yo mediante negación: “Yo soy, / si yo no soy”. Esta formulación paradójica establece que el yo solo existe negándose a sí mismo. La condición para que el yo sea es que “no soy”: el yo solo existe como relación con el tú, nunca como sustancia autónoma. El poema continúa: “somos / color, luz, riqueza, generación, fuerza, camino / conquistamos juntos / más que somos”. El yo solo existe en el plural “somos”; la identidad individual se disuelve en identidad colectiva que “conquista juntos”.
Esta disolución del yo en el nosotros evoca la filosofía de Levinas: la identidad individual se articula a partir de la relación con la alteridad. El yo lemmeniano no preexiste a la relación, sino que emerge de ella. Sin embargo, esta emergencia no produce identidad estable, sino “identidad precaria” constantemente amenazada por la contradicción entre yo y tú.
Poemas del “nosotros-vosotros”: colectivización de la identidad
Varios poemas de la sección introducen dualismo colectivo: nosotros-vosotros. El poema “Soy” establece: “Marco senderos, cambio paisajes, / del entorno inmutable. / Más que ellos, / Intocable para vosotros, / dentro de nosotros / yo soy / el ser humano”. El yo se define mediante triple oposición: contra “ellos” (tercera persona plural neutra), “vosotros” (segunda persona plural) y “nosotros” (primera persona plural inclusiva).
La identidad del yo emerge de esta topología pronominal compleja. El yo es “más que ellos” (superioridad), “intocable para vosotros” (inaccesibilidad), “dentro de nosotros” (inclusión). Estas tres posiciones no son sucesivas sino simultáneas: el yo ocupa los tres lugares relacionales a la vez. Esta multiplicidad posicional estructura la identidad precaria: el yo no tiene posición fija, sino que existe como conjunto de relaciones contradictorias con alteridades múltiples.
El poema “El vencimiento” introduce el nosotros-vosotros: “hasta en nuestra iluminada luz, / todos terminan siendo pocos”. El nosotros inclusivo (“nuestra luz”) se revela insuficiente: “todos terminan siendo pocos”. Esta insuficiencia cuantitativa del colectivo evidencia la precariedad de la identidad construida relacionalmente: incluso cuando el yo se disuelve en el nosotros, la identidad resultante permanece incompleta.
El poema “Futuro inmediato” reformula el imperativo colectivo: “Respira sus palabras, / junta sus manos, / toma sus armas / en la lucha de su generación / unidos en fuerza, / fragmentados en identidad”. La paradoja es explícita: “unidos en fuerza, / fragmentados en identidad”. La unión es instrumental (“fuerza”), pero la identidad permanece “fragmentada”. El nosotros no sintetiza las identidades individuales en identidad colectiva orgánica; produce colectivo de fragmentos que permanecen disgregados incluso dentro de la unión.
Dualismo como “juego virtual”: la identidad como performance
El verso programático del poemario califica el dualismo como “juego virtual”: las almas errantes buscan “su camino aferrado al juego virtual del dualismo”. La noción de “juego” sugiere que el dualismo no es estructura ontológica real, sino performance, actuación que construye la ilusión de identidad.
El poema “Juega conmigo” desarrolla esta metáfora del juego: “Juega conmigo en el laberinto de la vida. / Juega, para hacerme temblar los pies, / reventar el vientre, / gritar el corazón, / voltear la cabeza”. El juego produce afectos corporales intensos: temblor, reventamiento, grito, volteamiento. Estos afectos evidencian que el juego no es trivial; involucra el cuerpo entero del sujeto. El poema concluye: “Y si acaba el juego, / no me reduzcas a una pieza de este, / ni como bandera, ni oro, ni reina. / Juega, y fuera del juego / me encontrars / la ltima parte / de tu rompecabezas”.
Esta conclusión establece distinción crítica entre identidad dentro del juego e identidad fuera del juego. Dentro del juego, el yo es “pieza”: bandera, oro, reina. Estas piezas tienen valor funcional dentro del juego, pero no identidad sustancial. Fuera del juego, el yo es “la última parte de tu rompecabezas”: fragmento que completa la imagen total, pero que solo tiene sentido en relación con las otras piezas. La identidad fuera del juego no es más sustancial que dentro del juego; simplemente cambia de juego (del ajedrez al rompecabezas), pero permanece estructuralmente relacional.
La calificación del dualismo como “virtual” refuerza esta interpretación performativa. Lo virtual es lo que existe en potencia, no en acto; lo que simula realidad sin poseerla plenamente. El dualismo yo-tú es “virtual” porque no corresponde a sustancias reales (dos sujetos autónomos que entran en relación), sino que es la relación misma la que constituye virtualmente la ilusión de dos polos separados. El yo y el tú no preexisten a la relación; son efectos de la estructura dual que los constituye performativamente.
Identidad precaria: cómo los pares opuestos sostienen la fragmentación
Precariedad ontológica: el yo sin sustancia
La identidad construida mediante dualismo yo-tú es precaria porque carece de sustrato ontológico autónomo. El yo lemmeniano no es sustancia pensante cartesiana que existe independientemente del cuerpo. Tampoco es Dasein heideggeriano que, aunque arrojado en el mundo, puede asumir autenticidad mediante proyecto existencial propio. El yo lemmeniano existe únicamente como relación con el tú; cuando esta relación se interrumpe, el yo se disuelve.
El poema “El autorretrato invisible” visualiza esta precariedad ontológica: el yo solo existe como inscripción en el tú. “Donde se quedan los rasgos de mi rostro / tallados en tus recuerdos”, “donde se juntan los carios de mis manos / inundados en tus sueños”, “donde se marcan las huellas de mis pies / enclavados en tus expresiones”. El yo no posee rostro, manos, pies propios; estos existen “tallados”, “inundados”, “enclavados” en el tú. El yo es “autorretrato invisible”: retrato que el yo hace de sí mismo, pero que permanece invisible para el yo porque solo existe en el tú.
Esta estructura evoca la filosofía de Levinas: la identidad se articula cuando el individuo se toma a sí mismo como otro, como cosa que puede ser conocida mediante reflexión. El yo lemmeniano se conoce a sí mismo solo como objeto en la conciencia del tú. Esta objetivación no es degradación de relación yo-tú auténtica a relación yo-ello cosificadora; es la condición misma de la identidad: el yo solo accede a sí mismo como objeto para el tú.
La precariedad ontológica culmina en el verso final del poema: “fuera de mi alcance, / me quedo encerrada en ti”. El yo está “encerrado” en el tú, pero su propio ser permanece “fuera de mi alcance”. El yo no puede acceder a su propia identidad porque esta reside en el tú, no en el yo. Esta imposibilidad de autoposesión constituye la precariedad fundamental: el yo depende ontológicamente del tú para existir, pero no controla esta existencia porque reside fuera de su alcance.
Precariedad temporal: la identidad como devenir
La identidad dual es precaria porque existe en devenir temporal constante, nunca alcanza estabilidad. El poema “Peregrinación” presenta esta temporalidad inestable: “Camino en vano / siguiendo las huellas de almas pasadas / en la bsqueda del encuentro / de la luz en mi sombra, / de la lnea en mi crculo”. La búsqueda es “en vano” porque busca síntesis imposible: “luz en mi sombra”, “línea en mi círculo”. La luz y la sombra son opuestos que no pueden coincidir; la línea y el círculo son figuras geométricas incompatibles.
El poema concluye: “Termino encontrando / la curva en mi va recta, / el bache en mi peregrinacin, / que me lleva al umbral / de nuestras vidas. / Ni aqu, ni all, / siempre en dualidad, / engaando el encuentro de la vida”. La peregrinación no avanza linealmente hacia meta; encuentra “curva” y “bache” que la desvían. El umbral al que conduce no es entrada a territorio definido, sino espacio liminal: “Ni aquí, ni allá”. El sujeto permanece “siempre en dualidad”, suspendido entre los polos sin alcanzar ninguno.
Esta temporalidad evoca el concepto de identidad líquida de Zygmunt Bauman: identidad que fluye constantemente sin solidificarse en forma estable. El yo lemmeniano no evoluciona teleológicamente hacia identidad auténtica; permanece en devenir perpetuo, “siempre en dualidad”. Esta precariedad temporal impide proyecto existencial coherente: el yo no puede proyectarse hacia futuro porque no tiene posición estable desde la cual proyectarse.
Precariedad ética: la responsabilidad sin reciprocidad
La identidad dual es precaria éticamente porque implica responsabilidad sin garantía de reciprocidad. El poema “El río” evidencia esta asimetría ética: cuando el yo dice “no me siento bien”, espera reciprocidad (“nos encontramos”); cuando el tú dice lo mismo, responde con dominación (“te conquisto”). Esta asimetría pone al yo en posición vulnerable: el yo responde al tú con apertura, pero el tú puede responder con cosificación.
Levinas argumenta que el rostro del Otro nos llama a responsabilidad ineludible, independientemente de si el Otro responde recíprocamente. La ética no depende de reciprocidad contractual, sino de interpelación unilateral del Otro. El yo lemmeniano experimenta esta responsabilidad asimétrica: debe responder al tú incluso cuando el tú no responde equivalentemente.
El poema “Juega conmigo” formula esta vulnerabilidad: “Juega, para hacerme temblar los pies, / reventar el vientre, / gritar el corazón, / voltear la cabeza”. El juego afecta violentamente al yo: temblar, reventar, gritar, voltear. Estos verbos indican que el yo está expuesto al tú sin protección. La súplica “no me reduzcas a una pieza” reconoce que el yo no puede evitar esta reducción; solo puede solicitarla al tú, quien tiene poder de cosificar o personalizar.
Esta precariedad ética constituye condición de posibilidad de la ética según Levinas: solo porque el yo está radicalmente expuesto al Otro, vulnerable a su interpelación, puede surgir responsabilidad ética. La identidad precaria es condición de la ética, no su defecto. Lemmen materializa poéticamente esta vulnerabilidad: el yo está constitutivamente expuesto al tú, y esta exposición sostiene tanto la identidad como la precariedad que la caracteriza.
Precariedad social: la fragmentación colectiva
La identidad dual se vuelve precaria socialmente cuando se escala del dualismo individual yo-tú al dualismo colectivo nosotros-vosotros. El poema “Futuro inmediato” evidencia que el colectivo no resuelve la fragmentación individual: “unidos en fuerza, / fragmentados en identidad”. La unión colectiva es instrumental (“fuerza”), pero no produce identidad colectiva orgánica.
El poema “Juntos” presenta la paradoja del colectivo: “Juntos unimos las aspiraciones de la juventud, / rompemos las cadenas de la vejez, / cruzamos las lneas de la muerte. / Juntos quedamos / en la amnesia de la vida”. El nosotros colectivo logra hazañas imposibles para el individuo: romper cadenas, cruzar líneas de la muerte. Sin embargo, el resultado es “amnesia”: pérdida de memoria, de identidad histórica. El colectivo borra las identidades individuales sin producir identidad colectiva coherente; solo produce “amnesia”.
Esta precariedad social refleja la condición del sujeto en la modernidad líquida baumaniana: cuando las estructuras sólidas se disuelven, los vínculos colectivos pierden estabilidad. El nosotros lemmeniano no es comunidad orgánica tradicional, sino agregado provisional de fragmentos que permanecen disgregados incluso dentro de la unión. La identidad colectiva es tan precaria como la individual: ambas existen mediante dualismo que las constituye como opuestos inestables.
Dualismo como estructura de la subjetividad contemporánea
La segunda sección de Almas errantes no presenta el dualismo como error filosófico a superar, sino como estructura constitutiva de la subjetividad contemporánea. Las almas errantes están “aferradas al juego virtual del dualismo” porque no existe alternativa: la identidad solo emerge mediante contraste con alteridad.
Martin Buber afirma que no existe yo aislado, sino siempre en relación con el otro. Lemmen radicaliza esta tesis: no solo no existe yo aislado, sino que el yo que existe relacionalmente es precario, fragmentado, inestable. La relación yo-tú no produce identidades sólidas que entran en diálogo; produce identidades líquidas que se constituyen y desconstituyen constantemente mediante el diálogo mismo.
Emmanuel Levinas argumenta que la identidad individual se articula a partir de la relación con la alteridad. Lemmen materializa poéticamente esta articulación, pero evidencia que produce identidad precaria: el yo depende del tú para existir, pero esta dependencia implica vulnerabilidad radical. El yo está “encerrado” en el tú, “fuera de su alcance”, existiendo solo como inscripción en la memoria y los sueños del otro.
El dualismo yo-tú sostiene una identidad precaria precisamente porque es el único modo en que la identidad puede existir en la modernidad líquida. Cuando los sólidos se han disuelto, cuando no hay sustancias estables, la identidad solo puede constituirse relacionalmente mediante pares opuestos. Esta constitución relacional produce necesariamente identidad precaria: el yo existe solo en la medida en que el tú lo sostiene, y esta dependencia implica vulnerabilidad, inestabilidad, posibilidad permanente de disolución.
La pregunta “¿A dónde pertenezco yo?” que organiza el poemario completo no encuentra respuesta porque el yo que pregunta no tiene lugar propio. El yo pertenece al tú, está inscrito en el tú, pero permanece “fuera de su alcance”. Esta imposibilidad de pertenencia no es defecto contingente que podría corregirse; es la condición ontológica del alma errante en la modernidad: el sujeto que existe únicamente mediante dualismo relacional, aferrado al juego virtual que lo constituye como identidad precaria, fragmentada, perpetuamente en devenir.