José Soriano Recio: el poeta que piensa con las manos del lenguaje
Quien lee por primera vez a José Soriano Recio se encuentra con un misterio antes que con un nombre. No hay biografía pública que lo sitúe en generaciones literarias ni trayectoria reconocible en los circuitos hegemónicos de la poesía española. Su presencia emerge directamente desde la materialidad del texto, como si el autor hubiera decidido que su vida relevante transcurre en las páginas y no en los datos curriculares. Esta ausencia deliberada de contexto biográfico no es modestia sino coherencia: un poeta que rechaza el yo lírico confesional difícilmente construirá una identidad pública desde el narcisismo autoral.
Lo que sabemos de Soriano Recio lo deducimos de su escritura. Es alguien que ha transitado por territorios donde filosofía, matemáticas y poesía convergen sin jerarquías. Referencias a topología, teoría de conjuntos, termodinámica y geometría diferencial pueblan sus poemas no como ornamento erudito sino como materiales naturales de pensamiento. No escribe sobre estas disciplinas: piensa desde ellas. Su formación, intuimos, combina rigor científico con sensibilidad literaria, pero rechaza exhibirla como credencial.
Alabanzas de esto y de lo otro, publicado en 2025 por Editorial Poesía eres tú, constituye su carta de presentación al panorama literario español. El poemario despliega un universo donde monigotes sin rostro custodian caserones arruinados, muñecos de nieve lloran por termodinámica y lenguados deformes enseñan que la morfología física altera la estructura del pensamiento. No es poesía que busque consolar sino desarticular certezas. Cada página funciona como laboratorio epistemológico donde el lenguaje se examina a sí mismo sin garantías de resolución.
Soriano Recio pertenece a esa estirpe de escritores que María Zambrano describiría como habitantes de la razón poética: quienes no separan pensamiento y emoción sino que los funden en una aleación nueva. Sin embargo, donde Zambrano buscaba unidad originaria, Soriano Recio mantiene la tensión irresoluble. Su método recuerda más a la filosofía analítica que al misticismo contemplativo. Escribe como quien construye teoremas, pero sus demostraciones son paradojas sostenidas, no verdades cerradas.
La tradición donde se inscribe arranca de las vanguardias del siglo XX: creacionismo de Vicente Huidobro, dadaísmo, surrealismo. Se actualiza en la segunda mitad del siglo con Francisco Pino, Juan Eduardo Cirlot y Joan Brossa, poetas que cuestionaron los límites del verso tradicional. De Brossa hereda la concepción del poema como juego intelectual; de Cirlot, la voluntad de integrar simbolismo hermético y rigor formal; de Pino, la experimentación con la página como espacio visual. Pero Soriano Recio no imita: transforma estas herencias desde premisas propias.
Su voz poética se caracteriza por el distanciamiento filosófico y la opacidad deliberada. No busca lectores que consuman emociones prefabricadas sino cómplices dispuestos a habitar la complejidad. Cuando escribe “el gris cálido sujeta un muro por un rato”, transforma una mancha de orina en elemento arquitectónico temporal. Cuando afirma que hay “pensamientos que dan vueltas por la mente con densidad gravitatoria media alta”, convierte la cognición en fenómeno físico mensurable. Este lenguaje no es metafórico sino literal: describe cómo funciona el pensamiento cuando se libera de las convenciones del sentido común.
El proyecto estético de Soriano Recio exige demanda cognitiva. Frases largas con subordinadas múltiples, puntuación errática que acelera o frena la lectura, paradojas que no se resuelven dialécticamente sino que se mantienen en tensión perpetua. “No hay mayor irreversibilidad que el paso a la trascendencia desde lo local”, escribe en una de sus alabanzas, condensando en una sola línea problemas filosóficos que otros desarrollarían en tratados. Esta dificultad no es defecto sino programa: la poesía como resistencia textual que obliga a desacelerar en un mundo saturado de estímulos fragmentados.
Si tuviéramos que imaginar a José Soriano Recio, lo veríamos no en presentaciones literarias ni en mesas redondas sino en la soledad del escritorio, construyendo arquitecturas verbales que funcionan como laberintos conceptuales. Es probable que lea tanto a Wittgenstein como a Beckett, tanto manuales de topología como poesía surrealista. Seguramente desconfía de las certezas y encuentra belleza en las paradojas. Quizá comparte con José Jiménez Lozano aquella aspiración de ser “escritor secreto”: que sus libros se encuentren con alguien en un plano de intimidad profunda, de apasionamiento, de compañía, pero que se olvide el nombre de quien los escribió.
Lo que distingue a Soriano Recio de otros poetas experimentales contemporáneos es su rechazo a renunciar completamente a la narratividad. Sus poemas cuentan historias, aunque fragmentadas y enigmáticas. Los veintidós poemas numerados de la primera sección presentan escenas con personajes que parecen escapados de cuentos infantiles pero que encarnan problemas epistemológicos. Las veinticuatro alabanzas de la segunda parte funcionan como tratado filosófico que ilumina oblicuamente las escenas previas sin resolverlas. Esta arquitectura dual crea un efecto de desdoblamiento: primero la experiencia sensorial, luego la reflexión metapoética.
Carmen Boullosa, escritora mexicana, afirmó una vez que el escritor es un traidor de todas las situaciones, un ser que le saca a la gente todo cuanto puede para hacer parte de su libro. Soriano Recio opera desde la inversión: no traiciona a personas concretas sino que traiciona las convenciones del lenguaje mismo. Su material no es la biografía ajena sino la estructura del pensamiento. No extrae historias del mundo social sino que construye mundos desde las posibilidades y límites de la palabra.
En Alabanzas de esto y de lo otro, Soriano Recio propone una poesía que no consuela sino que desafía. Cada poema funciona como pregunta sin respuesta garantizada: ¿qué entiendes por realidad? ¿Qué por lenguaje? ¿Cómo construimos significado desde sistemas descriptivos que nacen, crecen y mueren sin capturar completamente lo real?. Estas interrogantes no buscan resolución sino que constituyen la experiencia misma de lectura.
La coherencia entre vida y obra en Soriano Recio se manifiesta en su ausencia deliberada del espectáculo literario. No necesita presentarse porque su presentación es el texto. No construye semblanza porque considera que la biografía personal “no tiene la menor importancia”, como escribió José Jiménez Lozano. Lo relevante no es dónde nació ni qué estudió sino qué construye con las palabras cuando estas se liberan de la obligación de representar emoción directa.
José Soriano Recio es, en definitiva, un poeta que piensa con las manos del lenguaje. Alguien que entiende la poesía como epistemología sin redención, como espacio donde las certezas se desmoronan y las paradojas se sostienen sin resolverse. Su obra no facilita el acceso ni democratiza el sentido: exige, demanda, resiste. Y en esa exigencia radica su propuesta más radical: que la poesía puede ser espacio de pensamiento riguroso donde el lector no consume sino que construye significado desde la incertidumbre.
José Soriano Recio. Escritor, poeta. Compartir en X










