Quiero morir en la mar,
la mar de los marineros
de mi tierra, los braceros
del agua de pan llevar.
Quiero morir en la mar,
llevadme a los caladeros,
cosedme el coy, compañeros,
y ¡abajo!, que hay que abonar.
Quiero volver al hogar
en que se meció mi cuna,
sin más techo que la luna,
sin más puertas que cerrar.
Dejadme hundirme y bajar,
allende vuestra carena,
hasta mi olvido en la arena.
Quiero morir en la mar.
Quiero morir en la mar No incluido en su libro ALBAÑIL DE LA NOSTALGIA de José Luis Pérez Fuentes Share on X
TERCER PREMIO VICENTE ALEIXANDRE 2005
Elen, hoy que te vas y te llevas de España
muy pocos souvenirs y muchos desengaños,
entre las despedidas, las voces, los pañuelos,
los “escríbeme pronto”, “ven el próximo año”,
aunque, todos lo saben, no volverás ya nunca,
me atreveré a pedirte que olvides a este loco
que una noche te vio llorar medio borracho.
El día de mañana me lo sé de memoria:
otra Elen diferente ocupará tu cuarto,
retirará de en medio las cosas que te dejas
y cambiará los cuadros.
Vendrán tus gorriones como siempre, al crepúsculo,
y se acostumbrarán a comer de otra mano,
y tu cara y tus gestos y tu voz y tu risa
se nos irán borrando…
Cuando el dolor me deje publicar estos versos,
que hablan de lo que nunca te dijeron mis labios,
puede que algún imbécil pregunte si exististe.
Un día yo también cerraré la maleta
y marcharé de aquí, solo, como he llegado,
nadie estará en la última estación despidiéndome,
nadie en el otro extremo del camino esperando;
otro dedo tendrá el anillo que hoy llevas,
sin saber que una vez fue también de mi mano,
sin saber que hubo un hombre que escuchó tus palabras
con dolor en la boca y el corazón amargo;
pero, si te preguntan, diles que fue de uno
que pasó por la vida como pasan los pájaros:
con la esperanza abierta a todo lo imposible,
sin grandes alegrías y sin grandes fracasos.
Quizá entonces ni sepas ya cuál era mi nombre,
sonríe y, por favor, no intentes recordarlo;
diles sólo que, un día, al ver que estabas triste,
me puse también triste
y caminé a tu lado.
Elen poema no incluido en su libro ALBAÑIL DE LA NOSTALGIA Share on X
Primer Premio Internacional y Flor Natural de la Universidad de Santiago de Compostela para poesía universitaria en lengua castellana (1961).
Bárbara,
apretado cristal entre los labios
hasta quebrar las puertas de la sangre,
yo te pronuncio sin pensarte, virgen,
que solo el viento sepa dónde acabe
el arroyo bullente de tu pelo,
solo la noche tenga cierto el norte
de tu perfil de aire.
Bárbara,
yo era un niño aún
y me colgaron la palabra hombre
como un cartel de feria a las espaldas,
porque es horrible ser hijo de madre…
Bárbara, ven,
tengo los ojos desgarrados
de preguntarle al alba:
Ayer.
Esta tarde.
Todas las tardes.
Sí, yo te oí llamar a la ventana,
pero el viento soplaba fuera,
hacía frío,
no me dejaron salir…
recuerdo bien la mesa con manzanas
y a un niño que lloraba en otra habitación,
muy lejos…
Y tú habías venido.
Lo dijeron
a la puerta del aula,
donde me volvían
la vida en cifras de cero a diez
hasta quebrar las alas al milagro
del porvenir.
Sí, los grillos, el mar,
también el mar,
estaban roncos fuera
aquella noche triste de verano,
y tuve miedo, y no salí a buscarte
entre las barcas.
Bárbara, ven,
no quiero que me lleven
a plantar alambradas,
a cavar tumbas entre los olivos,
tengo por todo el cuerpo las lanzadas
del tiempo
y cómo duelen,
ay, cómo duelen los minutos, Bárbara.
Descuelga
las tijeras del viento,
corta
estas nubes inmensas que me abrazan,
enjuga con tu falda
la lluvia de rencor en que me empapo,
tírame de la boca las palabras
que aprendí de los hombres,
enséñame a olvidar
que, más allá del límite de cruces,
detrás del caos profundo de la noche,
nada se mueve,
nada existe,
Bárbara.
Bárbara poema no incluido en su libro ALBAÑIL DE LA NOSTALGIA de José Luis Pérez Fuentes Share on X