Prefacio. El rapto

 

Otoño

 

En brazos del berebere

que en yegua blanca cabalga

asustada y temerosa

llorando va la cristiana

que con veinte bereberes

con otras cuatro raptara

de sus casas de Toledo

en las tierras castellanas.

Al pasar por la ribera

de Puente Genil, al alba,

la melena suelta al viento

de aquella bella cristiana,

negra como el azabache,

limpia cual chorro de agua,

enredósele al gomel

en los pelos de la barba,

introdújose en sus labios,

pegósele en la su cara,

privándole de visión

por unos instantes; nada.

Con una sonrisa el moro

ligeramente esbozada

apartóse con dulzura

los cabellos de la cara

sin cesar de cabalgar

al tiempo que musitaba

casi pegado al oído

de la hermosa castellana:

—A dulce de cidra saben

tus cabellos, bella dama—.

Tras nada corto viaje

de horas de cabalgada

llegaron a su destino

que era palacio en Granada,

escondido entre jardines,

muy cerquita de la Alhambra,

rico en rosas y claveles,

azucenas y albahacas,

surtidores de cien caños

por donde brincan las aguas.

Ningún daño les hicieron

las noches de la acampada

cuando en los alfaneques

dejaron que descansaran

Nadie se acercó a su vera.

Nadie intentó molestarlas.

Prefacio. El rapto del libro ROMANCE DE LAS CRISTIANAS RAPTADAS de JOSÉ CARLOS BALAGUÉ DOMÉNECH Compartir en X