I
EL MUNDO
Es probable
que no haya nada
que me desespere
tanto como el mundo.
Y como todo lo que sigue va del mismo,
permitidme que en este primer poema
os aburra con sus dueños
y la política.
¿Cómo es posible
que todavía no se haya vislumbrado
ningún sistema
que supere a la democracia
en efectividad, justicia, representatividad,
y todo lo demás?
Con ella Grecia
rompió los cánones
y nos dejó huérfanos de progreso.
Con lo que tenemos encima
y la historia que hemos llevado
cualquiera se atreve,
a decirle al señor conde,
dueño de un partido,
que lo vas a defenestrar,
o que sea original,
o si sabe para lo que está,
pongamos por caso.
Con la democratización del mundo
y el libre mercado,
se anunciaba, por los partidos vigentes,
que tenían tarea suficiente
para este nuevo siglo de sorpresas.
Trabajarían los jueves,
por la mañana, solamente.
No habían previsto, entre otras,
algunas pequeñas cosas
como el coronavirus,
la inteligencia artificial,
la cuasi-vida eterna
hasta rozar la inmortalidad,
la utilización de todas las neuronas,
la conexión de las mentes
con robots y entre ellas…
por un decir,
pequeñas cosas que nos van a imponer
muchas y nuevas directrices,
variados sueños que entretejer.
Como les acabo de contar,
lo asombroso,
nos viene por todos lados.
Y ante esto,
¿ustedes creen que lo mejor sería cerrar los ojos
y seguir como estamos
o que nos inyecten microchips
para indicarnos los caminos por donde debemos ir,
mientras pensamos en lo siguiente?
Si no es así,
yo les propongo
una futura próxima evolución,
pensando en la felicidad:
que cada partido tenga su planeta, su mundo,
para que se vayan preparando
para cuando dominemos al tiempo
y al absurdo
y cada uno de ustedes,
eternizados o casi,
con su grupito afín,
los miembros de su partido
y otros votantes o convencidos,
vivirán en un planeta diferente,
cambiarán de residencia simplemente,
como se cambia de casa o de camisa.
Alguno podrá, le tocará o deberá quedarse aquí,
igual de solitos que los demás.
Y cada uno que se lo monte como desee,
perdón,
se lo aguante como pueda.
¡Viva la homogeneidad!
Si a mí me hacen caso no tendrán problemas,
porque debo decirles que, en esta nueva situación,
no se precisan líderes:
sino unos buenos programas con las soluciones incluidas
y ordenatas en marcha.
Además, ya no será preciso salir a la calle
a contarle a nadie
los éxitos de nuestro quehacer
y nuestro buen vivir.
No habrá contrarios,
ni consignas que gritar
ni pancartas que agitar.
¿Para qué salir en la tele, ni discutir en el bar?
Todos estaremos en la pomada,
empujando en la misma dirección.
Planetas de pensamiento único
y soluciones para los problemas
empaquetadas en programas de ordenador.
Tres funcionarios y medio llevando el planeta.
¡Ya me contarán!
Ya me contarán
cómo algunos se podrán aguantar sin protestar,
sin querer cambiar el mundo,
teniendo que trabajar
y cobrando igual que los demás.
¿No sé usted lo que pensará?
Lo que debe tener claro
es que el mundo
se nos ha quedado chiquito
y con ello hay que contar.
Y viendo lo que viene y lo que hay,
¿quién está dispuesto a aguantarlos
por una cuasi-eternidad?
Avisadme, si por ahí vamos,
porque yo que me conozco
y sé que no es tan fácil aguantarme,
debo ver quien me ajunta[1],
porque no me gustaría quedarme solo en un planeta.
[1] Ajunta: aragonesismo, voz propia de los niños que significa estar en buenas relaciones con alguien.
EL MUNDO del libro AMOR Y DESESPERACIÓN de JESÚS FERNANDO ESCANERO MARCÉN Share on X
V
EL DESASTRE CIRCULATORIO
Dejadle solo,
solo, solito,
que pasito a paso
y muy despacito
se saldrá del mundo.
Lo que de veras le importa
es la seguridad
y tranquilidad,
e ir aprendiendo,
que no hay nada escrito
sobre lo demás.
Llenadle la calle,
echadle gentío
y ver cómo aburre
y cómo retiene
sin darse mal
y poquito a poco
cómo vuelve locos
a los demás,
incluído,
por supuesto,
al propio municipal.
Y luego…
con qué orgullo
impone su marcha,
desafía al viento
con su ritmo lento,
regala su tiempo
y ofrece al mundo,
en pausada cadencia,
su sutil caminar.
Desató el problema
el distinto rodar
y las golondrinas
deben aprender
un nuevo volar.
La gente comienza
a tener conciencia
de este problemón:
no va, sencillamente,
no va la circulación.
Y de pronto,
los coches
se amontonan,
se apilan, se pitan,
se atropellan de risa,
se gritan, se gritan
con gracia,
y sin ella,
hasta que llega un momento
que, indignada,
la gente
pide a los agentes
una solución.
Menudo problema,
si nadie pensó
que todavía
hubiese alguien
que quisiera ser
dueño de la calle,
e incluso del aire,
de las golondrinas
y de los traspiés,
con lo que tiene
y lo que no ves,
salvo el avispado
que cree
que puede
poner este mundo
hacia abajo
y del revés.
Y comienza
la loca búsqueda
de la solución,
la mano del guardia
que se le marea
de su velocidad
atroz
y no sabe
si empujarle un poquito
o dar un tropezón,
despistar con el pito
o hacer el chorlito,
que al dueño del mundo
ya lo descubrió.
No sabes, sin embargo,
lo que yo te admiro
como a mí me gustas
dominando todo
desde tu volante,
con palabras justas,
justas y precisas,
importándote un bledo,
una higa y un sermón
todo y todos los demás,
que ocasión tuvieron
y pasaron turno
sin quererlo aprovechar.
Tienes razón,
la calle no es para pasar
sino para disfrutar.
La calle es tuya
y de nadie más.
A mí, no obstante,
me puede este mal,
porque hasta la fecha,
no ha habido molondro
que haya querido
poner un punto final.
EL DESASTRE CIRCULATORIO del libro AMOR Y DESESPERACIÓN de JESÚS FERNANDO ESCANERO MARCÉN Share on X
X
LA PRENSA
Me lo dijeron ayer,
aunque ya lo conocía,
porque la historia
viene de atrás.
Podía leer la noticia
del día
en un periódico
y no reconocerla en otro,
todo dependía
de la pasta que,
institución o individuo,
objeto de la noticia,
ponían
en el café.
Además, me estuvieron contando
que, hoy día, el mundo ha cambiado
y podías leer la noticia plana y escueta
de una información
y antes, en medio o después
recibías tres whats-app
que la redondeaban,
deshilachaban
pulían y daban esplendor
o te la plantaban al revés de un tirón.
Cosas del criterio.
¡Qué dificultad para creer!,
tal y como está ahora la cosa
con los medios y las compras.
Y toda la explicación se redujo
a la prensa es lo que es,
ya sabéis:
tanto me pagas,
tanto es mi servicio
en esta jugada.
Y esto es lo que me costaba asumir
porque cada periódico tiene una línea
y unos profesionales.
Y me dicen que no me quede con nadie,
que haga como con el cortado,
y me tome uno cada mañana,
eso sí,
si puede ser el comprado por el bar
y si, algún día, es preciso perdonar su lectura
qué se le va a hacer,
mañana retomas el ritmo,
le tomas el pulso,
y, probablemente,
lo cojas con más gusto
y más placer.
¡Ah! y te queda lo principal,
discutir con el amigo
que habrá leído otro periódico
y tienes materia para confirmar.
¿Qué sería de nosotros y del bar
si todos pensásemos igual,
si la información en toda la prensa
fuera más o menos similar?
Yo lo que me creo
y a ti te confieso es
que cada cosa tiene su a qué
y si al olmo le pides peras,
ni tendrás cosecha
ni sabrás qué hacer.
LA PRENSA del libro AMOR Y DESESPERACIÓN de JESÚS FERNANDO ESCANERO MARCÉN Share on X
XIX
EL DIFAMADOR
A ciencia cierta
no sé ni lo que eres
ni cómo catalogarte,
además de
pesado,
sibilino,
mentiroso,
rejodido,
y puñetero,
en ocasiones, puede que sí,
que seas un malvado,
puede que dirigido.
No lo sé.
¿Por qué me atacas,
me difamas,
me calumnias,
me quieres hundir
a toda costa,
ante todos
los que te quieren oír?
¿Acaso me conoces?
Cuando me enteré
que era objeto de tus ataques
te busqué
y a pesar de no conocerte
cuando te encontré
te di siete mil razones
y una tan sencilla como
no,
nada de lo que vas contando
es cierto,
te lo has inventado
o te han calentado la cabeza.
Hierras
y, además,
si no me conoces,
¿qué buscas, qué quieres, qué consigues con mi desbaratamiento,
mi difamación,
mi dolor,
mi gratuito sufrir?,
quise saber,
porque te creía una persona normal.
No tuve respuesta,
con mi tristeza me fui
y mi advertencia le dejé:
espero que no se vuelva a repetir
y no nos volvamos a ver.
Después de aquel encuentro
pasaste a ser, sencillamente,
transparente.
Y la ronda
y la persecución
y la difamación,
sin embargo,
siguieron,
para todo aquel que quería oírte.
Yo también volví a la carga
y te envié a todos mis amigos
y conocidos,
que pretendieron negar
tus inventos y mentiras
y te lanzaron mi advertencia:
acabarás en los abogados, demandado, con una fuerte deuda
o en la cárcel,
si no puedes pagar.
Solo cuando te hablaron
del dinero
y de la cárcel,
del infierno
y de mi decisión
empezaste a olvidarme.
Y yo que me creía
que no existías
como figura,
que eras una creación
de los poderosos
para amedrentarnos,
solamente.
Tampoco creía
que gente como tú
pudiese durar más de un día
porque habría alguien
que te rompería la cara.
También es verdad
que nunca te pregunté
cuánto te pagaban
por este trabajo,
ni tampoco quién.
Pero, mira por dónde y cómo has entrado y te has ganado tu puesto
en mi libreta de cargantes aborrecidos y abominables.
¡Qué Dios se compadezca de ti!,
para mí,
eres, sencillamente, una mala persona.
XIX EL DIFAMADOR del libro AMOR Y DESESPERACIÓN de JESÚS FERNANDO ESCANERO MARCÉN Share on X