Título: EL JARDÍN DE LAS HESPÉRIDES

 

Autor: GUILLEM ROJO I GALLEGO

 

Año de Publicación: 2025

 

Editorial: Poesía eres tú

http://www.poesiaerestu.com

 

ISBN-13: 978-84-18893-96-4

 

PVP: 12 Euros (IVA Incluido).

 

Págs. 114

 

 

 

 

RESEÑA:

 

El Jardín de las Hespérides, es un poemario dividido en tres partes, Egle, Eritía y Héspere, las ninfas del ocaso, guardianas del jardín mitológico, que invita al lector a adentrarse en un viaje hacia lo recóndito del amor, el placer, el deseo y la homoerótica, mezclándose con los mitos griegos de los grandes clásicos, llevando el alma, a lo profundo de los pensamientos más sinceros de la esencia humana, conectando con la naturaleza y dirigiéndose directamente al lenguaje universal de la emoción.

 

PRIMERAS PÁGINAS

ANÁLISIS

Sinopsis

“El Jardín de las Hespérides” es un apasionante viaje poético dividido en tres partes que corresponden a las ninfas del ocaso: Egle, Eritía y Héspere. Este poemario nos invita a adentrarnos en las profundidades del amor, el deseo y la homoerótica, entretejiendo estos temas con la mitología griega.

Guillem Rojo i Gallego, bailarín solista, coreógrafo y poeta, nos guía por un recorrido sensorial que comienza con “Egle” (Esplendor), donde la luz, el génesis y el despertar del deseo se manifiestan en versos luminosos y vibrantes. Continúa con “Eritía” (Tierra Roja), sección donde la pasión y el deseo carnal se funden con la tierra en poemas ardientes. Finalmente, “Héspere” (Atardecer) nos lleva al ocaso, a la reflexión y a una melancolía transformadora.

Métrica

Al recorrer las páginas de “El Jardín de las Hespérides”, observamos que Rojo i Gallego opta predominantemente por el verso libre, rechazando estructuras métricas rígidas en favor de una expresión más fluida y natural. Sus poemas fluyen como danza – no es casualidad que el autor sea bailarín – priorizando el ritmo interno, la musicalidad de las imágenes y la cadencia emocional sobre patrones métricos tradicionales.

Esta libertad formal no equivale a descuido técnico. Al contrario, permite que cada poema respire según su necesidad expresiva. En poemas como “Egle o brillo” encontramos versos de extensión variable que se adaptan al flujo del pensamiento, mientras que en otros como “Cuerpo azul oscuro”, la brevedad y concisión crean un efecto de intensidad concentrada.

Diálogo con la tradición poética española

Rojo i Gallego establece un diálogo interesante con la tradición poética española. De Bécquer hereda la intimidad emocional, aunque transportada a un contexto contemporáneo y homoerótico. Su tratamiento de la naturaleza como espejo del alma recuerda a Juan Ramón Jiménez, pero con una sensualidad más explícita.

Con la Generación del 27 comparte la recuperación de lo mitológico, aunque más cercano a la vertiente homoerótica de Luis Cernuda. De Luis Antonio de Villena y Juan Antonio González-Iglesias toma el interés por la tradición clásica y la expresión sin tapujos del deseo homosexual.

Si Margarit exploró el amor desde la experiencia vital, Rojo lo hace desde el cuerpo y el mito. Y mientras Ángel González utilizaba la ironía como distanciamiento, nuestro poeta opta por la inmersión total en la sensación y la emoción.

Posicionamiento en el panorama actual

En un momento donde la poesía española oscila entre el tradicionalismo formal, la experimentación conceptual y la poesía de consumo rápido en redes sociales, “El Jardín de las Hespérides” ocupa un espacio propio. Se distancia tanto de la superficialidad de la “poesía youtubera” como de hermetismos excesivos.

Rojo i Gallego ofrece una poesía culturalista pero accesible, sensual sin caer en lo explícito gratuito, y con raíces clásicas pero plenamente contemporánea en sus preocupaciones. Su obra representa una tendencia minoritaria pero significativa en la poesía actual: aquella que recupera el mito como vehículo para explorar experiencias contemporáneas como la identidad sexual, el deseo y la conexión con lo natural.

TÉCNICAS LITERARIAS

Al sumergirme en “El Jardín de las Hespérides”, me ha fascinado el variado repertorio de técnicas literarias que Guillem Rojo i Gallego despliega con destreza para transmitir su universo poético.

El poeta construye un andamiaje expresivo sobre metáforas e imágenes sensoriales que apelan a todos los sentidos. En versos como “Mi cuerpo lleva la noche siempre encima” o “Fusión de cuerpo y espacio, líneas que trazan un horizonte”, transforma lo abstracto en tangible, permitiéndonos casi palpar sus emociones.

La sinestesia es otra herramienta poderosa en su arsenal. Rojo i Gallego mezcla sensaciones de diferentes campos sensoriales: colores que se pueden oler, sonidos que se pueden tocar. En “Brisa aguamarina del universo”, por ejemplo, funde lo táctil con lo visual para crear una experiencia sensorial completa.

El simbolismo mitológico funciona como columna vertebral del poemario. Las manzanas doradas, el jardín, las ninfas… todos son puentes entre lo ancestral y lo contemporáneo, entre lo divino y lo humano, lo prohibido y lo deseado.

Me ha llamado especialmente la atención su uso del encabalgamiento, que crea un efecto de cascada emocional donde los significados se desbordan de un verso a otro. Esto proporciona un ritmo característico que recuerda el movimiento de la danza, su otra pasión artística.

La anáfora y la repetición estructuran poemas como “Fantasía”, donde el constante “fuera” y “dentro” crean un efecto hipnótico que intensifica el mensaje. Esta técnica actúa como un latido que marca el pulso emocional del texto.

La yuxtaposición de elementos contrastantes (luz/oscuridad, tierra/cielo, deseo/temor) crea una tensión que mantiene al lector en un estado de alerta sensorial y emocional constante. En “Lágrima de luz” escribe: “Habitando las profundas mareas de la desazón… donde la flor de loto tiene cabida”, contrastando desesperación y esperanza en una misma imagen.

Las personificaciones de elementos naturales (“la naturaleza llama a la puerta”) dotan de vida y voluntad al entorno, creando un universo animista donde todo responde a las emociones humanas.

También observo una gran precisión léxica, con un vocabulario rico que recupera términos poco comunes (“diaforesis”, “piloerección”) que aportan exactitud a sus descripciones corporales y naturales, reflejando un conocimiento profundo tanto del cuerpo humano como del mundo natural.

COMPARATIVA

Si situamos a Guillem Rojo i Gallego en el panorama de la poesía contemporánea, encontramos algunas afinidades evidentes pero también diferencias sustanciales que perfilan su voz única.

Con Juan Antonio González-Iglesias comparte la admiración por el mundo clásico y la apertura en el tratamiento del homoerotismo, pero mientras González-Iglesias enfoca lo helénico desde una perspectiva más intelectual y serena, Rojo i Gallego lo aborda desde una sensorialidad más intensa y una inmediatez casi táctil. Ambos celebran el cuerpo masculino, pero nuestro poeta lo hace con mayor exuberancia sensorial.

Luis Antonio de Villena podría considerarse un precursor espiritual, especialmente en la fusión de alta cultura y erotismo. Sin embargo, donde Villena cultiva cierto barroquismo y una mayor distancia cultural, Rojo i Gallego muestra una mayor inmediatez emocional y una conexión más directa con la naturaleza como espejo del deseo.

Contrasta notablemente con poetas como Karmelo C. Iribarren, cuya poesía urbana, lacónica y a menudo irónica se sitúa en las antípodas del lirismo sensual y mitológico de “El Jardín de las Hespérides”. Donde Iribarren observa la realidad con distanciamiento escéptico, Rojo se sumerge en ella con entusiasmo sensorial.

Frente a la “nueva poesía” representada por autores como Loreto Sesma, criticada en algunos círculos por su supuesta simplificación emocional y dependencia de efectos inmediatos, Rojo i Gallego ofrece una experiencia poética más compleja y densamente tejida, con múltiples capas de significado que exigen y recompensan lecturas atenta.

Su formación como bailarín aporta además una dimensión corporal y cinética a su escritura que lo distingue de poetas más “cerebrales” o conceptuales. Sus poemas parecen escritos no solo con la mente sino con el cuerpo entero, algo que podría acercarlo más a la sensibilidad de poetas-performers como Angélica Liddell, aunque con un tono menos transgresivo.

En el actual panorama polarizado entre poetas experimentales herméticos y poetas de consumo rápido en redes sociales, Rojo i Gallego ocupa un espacio intermedio: culturalmente rico pero emocionalmente accesible, formalmente cuidado pero no rígido, sensual sin caer en lo explícito gratuito.

SIMBOLISMOS

“El Jardín de las Hespérides” está tejido con una compleja red de símbolos que fusionan lo mitológico con lo personal, creando múltiples capas de significado que enriquecen la experiencia de lectura.

El símbolo central es, evidentemente, el jardín mismo, que adopta múltiples significados. Como espacio mitológico, representa el lugar del deseo prohibido y la inmortalidad, custodiado por las ninfas y el dragón Ladón. Pero también funciona como metáfora del cuerpo amado, territorio a explorar y descubrir, y como espacio interior donde florece la identidad y el autoconocimiento.

Las manzanas doradas (a veces transformadas en cítricos en el poemario) van más allá de su origen mitológico como frutos de la inmortalidad. Simbolizan el conocimiento prohibido, remitiendo al fruto edénico, pero también representan el placer sexual y el autoconocimiento. En poemas como “Manzana mordida”, el autor subvierte la tradicional connotación negativa del fruto prohibido: “Un bocado de sapiencia, un manjar de la cultura… Morded cada manzana… sin miedo en el alma, y tragad la ilustración de las estrellas”.

Las tres ninfas que dan nombre a las secciones del libro (Egle, Eritía y Héspere) simbolizan tres estados del ser o momentos vitales: Egle representa el esplendor, el nacimiento, la luz inicial; Eritía encarna la pasión carnal, la tierra fértil, el deseo en su apogeo; Héspere simboliza el atardecer, la reflexión, la culminación serena.

La tierra, especialmente la “tierra roja” (Eritía), aparece como símbolo recurrente de lo carnal, lo fértil, lo pasional. Funciona como contrapunto al cielo y las estrellas, creando una tensión simbólica entre lo terrenal y lo celeste, el cuerpo y el espíritu. En poemas como “Tierra vergel”, este elemento se convierte en metáfora del cuerpo deseado: “quiero oler a barro y aspirar tu aroma penetrante, bañarme en tus sueños de raíz”.

El agua, presente en diversas formas (mar, lluvia, ríos), simboliza la fluidez del deseo, la transformación y la vida. En “Brisa aguamarina” se convierte en vehículo del amor: “Cantar al amor, al son del eco del agua, agua en ondas radiales, cuerdas vibrantes de tu corazón”.

La luz, en todas sus gradaciones (amanecer, brillo solar, ocaso), funciona como metáfora del conocimiento, la revelación y la transformación. El ciclo solar (amanecer-mediodía-atardecer) estructura el libro y simboliza el ciclo de la experiencia amorosa y vital.

Los árboles (olivo, sauce, álamo), mencionados como transformaciones de las ninfas en la mitología, representan la conexión entre tierra y cielo, lo arraigado y lo ascendente, símbolo de permanencia e inmortalidad.

ESTRUCTURA PERCEPCIÓN DEL LECTOR

La estructura tripartita de “El Jardín de las Hespérides” crea un viaje poético que afecta profundamente mi experiencia como lector. Las tres secciones del libro no son simplemente divisiones organizativas; funcionan como distintos espacios emocionales que me permiten experimentar una progresión sensorial completa.

Al iniciar la lectura con “Egle – Esplendor”, me encuentro inmerso en una atmósfera de descubrimiento y revelación. Los poemas iniciales, como “Génesis” o “Ars Amandis”, establecen un tono de asombro, de primer contacto con el deseo y la belleza. La abundancia de imágenes luminosas y aéreas crea una sensación de ligereza, de elevación, como si estuviera presenciando un amanecer poético.

Al pasar a “Eritía – Tierra Roja”, percibo un cambio radical de temperatura emocional. Los poemas se vuelven más densos, más carnales, más arraigados. Títulos como “Ardiente reposo” o “Terra Palermo” me sumergen en una experiencia sensorial más intensa y física. Si en la primera parte flotaba, aquí me hundo en la tierra y el cuerpo. Este contraste deliberado intensifica mi percepción de ambas secciones.

Finalmente, al llegar a “Héspere – Atardecer”, experimento una transición hacia la contemplación y la serenidad. Poemas como “Ocaso” o “Luz de vida” me invitan a una reflexión más sosegada, donde el fuego de la pasión se convierte en brasa duradera. Esta progresión me permite completar un ciclo emocional, saliendo de la lectura con una sensación de plenitud.

La estructura también establece un juego de perspectivas: de lo cósmico a lo íntimo, de lo mitológico a lo personal. Los primeros poemas de cada sección suelen ofrecer una mirada más amplia y contextual, mientras que los posteriores profundizan en experiencias más específicas y personales.

El uso del mito como marco estructural me proporciona además un andamiaje cultural que enriquece mi interpretación. Conocer la historia de las Hespérides me permite apreciar los juegos de inversión y subversión que el poeta realiza con los elementos tradicionales del mito.

La extensión de cada poema también afecta mi percepción del ritmo general. Los poemas más breves actúan como respiraciones, como momentos de pausa entre experiencias más intensas, creando un ritmo ondulante que evita la monotonía.

ESTRUCTURA TEMAS Y SECUENCIAS

“El Jardín de las Hespérides” presenta una estructura temática deliberadamente orgánica, que refleja tanto el mito clásico como un viaje interior de autodescubrimiento y transformación.

La división en tres secciones (Egle, Eritía y Héspere) establece un marco general que articula tanto los temas como su progresión. Esta estructura tripartita no es arbitraria sino que responde a las tres fases del día (amanecer, mediodía, atardecer) y por extensión, a tres momentos de la experiencia vital y amorosa.

En “Egle – Esplendor” se desarrollan temas como el nacimiento del deseo, el despertar sensorial y el descubrimiento de la belleza. La secuencia comienza con poemas de tono más cósmico y general (“Génesis”) para ir avanzando hacia experiencias más personales y concretas. Se establece una progresión desde la contemplación hacia la interacción, desde la mirada admirativa hacia el contacto físico. Poemas como “Hálito”, “Egle o brillo” y “Donde habita la belleza” exploran distintas facetas del deslumbramiento inicial ante el amor y el deseo.

“Eritía – Tierra Roja” profundiza en la materialización del deseo, la pasión carnal y la conexión con lo terrenal. Aquí la secuencia se organiza alrededor de encuentros eróticos y la fusión con elementos naturales. Comienza con “Ariadna o la mezcla del destino”, que establece una conexión con el pasado y lo ancestral, y avanza hacia poemas como “Terra Palermo” o “Placer II”, donde la experiencia erótica alcanza su máxima intensidad. Se establece una progresión desde la atracción hacia la consumación plena del deseo.

“Héspere – Atardecer” explora la reflexión, la nostalgia y la trascendencia del amor más allá de lo físico. La secuencia se articula en torno a momentos de contemplación, recuerdo y aceptación. Comienza con “Ocaso”, que establece el tono crepuscular de la sección, y avanza hacia poemas como “Desde un nuevo lugar” o “Cada noche”, donde se busca una nueva perspectiva que integre la experiencia vivida. La progresión va desde la melancolía inicial hacia una aceptación serena y finalmente hacia una trascendencia.

Dentro de cada sección, los poemas están agrupados siguiendo afinidades temáticas y tonales más que una estricta progresión narrativa. Esto permite crear resonancias y contrapuntos entre poemas cercanos, enriqueciendo la lectura.

También existen temas transversales que recorren las tres secciones, estableciendo conexiones y continuidades: la mitología griega (especialmente el mito de las Hespérides), la fusión con la naturaleza, la corporalidad como vehículo de experiencia, y la transformación personal a través del amor y el deseo.

Esta estructura crea un movimiento circular: comenzamos con el nacimiento del deseo, pasamos por su consumación y llegamos a su transformación serena, pero con la promesa implícita de un nuevo amanecer, de un nuevo ciclo vital y amoroso.

GUILLEM ROJO I GALLEGO

Guillem Rojo i Gallego, es bailarín solista del Ballett Dortmund, coreógrafo y poeta.

Booktrailer

EL JARDÍN DE LAS HESPÉRIDES

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