Sinestesia y corporalidad poética: Los recursos sensoriales en la obra de León Río
La poesía de Carlos Jesús León Río en “Me lo dijeron unas voces” construye un universo sensorial donde los límites entre percepciones se disuelven para crear experiencias poéticas de una intensidad sinestésica extraordinaria. La obra del joven poeta cubano-español trasciende las fronteras convencionales entre los cinco sentidos, estableciendo correspondencias inesperadas que revelan una comprensión profunda de la naturaleza multisensorial de la experiencia humana. Su formación musical como violonchelista no solo influye en la construcción rítmica y melódica de sus versos, sino que determina fundamentalmente su concepción de la palabra poética como fenómeno corporal y sensorial complejo.
La sinestesia en León Río no funciona como simple recurso ornamental sino como principio epistemológico que organiza su percepción del mundo y su traducción poética. Cuando el poeta escribe “Tu piel es rosa, como la pena”, establece una correspondencia entre percepción táctil, visual y emocional que revela la naturaleza integradora de su sensibilidad artística. La piel, superficie de contacto entre el yo y el mundo, se colorea con el rosa de la pena, creando una imagen donde el tacto adquiere dimensión cromática mientras la emoción se materializa en textura y temperatura. Esta operación sinestésica no resulta de una decisión estilística arbitraria sino que emerge de una comprensión intuitiva de la interconectividad sensorial que caracteriza la experiencia del enamoramiento.
La construcción “Es de oro el silencio” representa uno de los logros sinestésicos más notables del poemario, fusionando percepción auditiva, visual y táctil en una síntesis poética de extraordinaria complejidad. El silencio, ausencia de sonido, se materializa cromáticamente en el oro, metal precioso que evoca simultáneamente brillo visual, peso táctil y valor simbólico. Esta metáfora sinestésica revela la influencia de la formación musical del autor, quien comprende el silencio no como vacío sino como presencia activa, como elemento constitutivo del discurso sonoro que posee cualidades casi materiales. El oro del silencio sugiere una valoración estética del vacío sonoro que solo puede surgir de una sensibilidad educada en la apreciación de las pausas musicales como elementos expresivos fundamentales.
La corporalidad en la poesía de León Río se manifiesta a través de una concepción de la palabra como experiencia física que activa múltiples registros sensoriales simultáneamente. Sus metáforas no se limitan a establecer comparaciones visuales sino que involucran el cuerpo completo como instrumento de percepción poética. En “tu cabello, negro como el mar”, la imagen trasciende la simple correspondencia cromática para evocar la textura ondulante del cabello, el movimiento oceánico, la profundidad abismal y la sonoridad del oleaje. El negro del cabello se carga de resonancias táctiles y auditivas que transforman la descripción en experiencia sensorial completa.
La nocturnidad en León Río adquiere cualidades sinestésicas particulares que revelan su comprensión de la oscuridad como fenómeno multisensorial. “La noche está blanca” representa una inversión cromática que trasciende la paradoja lógica para crear una imagen donde la nocturnidad se ilumina interiormente, donde la oscuridad externa se compensa con una luminosidad emocional o espiritual. Esta blancura nocturna sugiere cualidades táctiles de pureza, frialdad lunar y textura láctea que enriquecen la percepción temporal y espacial del poema. La sinestesia funciona aquí como mecanismo de revelación poética que permite acceder a dimensiones de la experiencia inaccesibles mediante la percepción unisensorial.
Los ojos en la poética de León Río funcionan como órganos sinestésicos complejos que trascienden su función visual para convertirse en espacios donde habitan sensaciones de diferente naturaleza. “La libélula que vive en tus ojos / se muere entre las noches” crea una imagen donde el órgano de la visión se convierte en ecosistema que alberga vida animal, donde la mirada posee profundidad espacial suficiente para contener seres vivientes que experimentan ciclos vitales. Esta metáfora sinestésica revela una concepción de la mirada como fenómeno táctil y temporal, donde el acto de ver implica tocar y donde la contemplación posee duración dramática.
La boca y sus elementos constitutivos adquieren en León Río cualidades sinestésicas que revelan su comprensión de la oralidad como experiencia multisensorial. “Tus labios parecen amar tus dientes” establece una correspondencia entre elementos anatómicos que trasciende la descripción física para sugerir una armonía sensorial interna, una autocomplacencia táctil que convierte la boca en espacio de experiencia estética autosuficiente. Esta imagen revela la influencia de la práctica violonchelística, donde la embocadura y la posición labial determinan la calidad del sonido producido.
La lluvia en la poesía de León Río funciona como elemento sinestésico privilegiado que activa simultáneamente percepciones táctiles, auditivas, olfativas y kinestésicas. “La lluvia cae y te traspasa” sugiere una precipitación que trasciende lo meteorológico para convertirse en fenómeno de penetración emocional, donde el agua atmosférica adquiere capacidad de atravesar no solo la superficie corporal sino también las defensas psíquicas. Esta imagen sinestésica revela una comprensión de los fenómenos naturales como agentes de transformación interior que operan mediante mecanismos sensoriales complejos.
El viento en León Río posee cualidades sonoras, táctiles y kinestésicas que lo convierten en presencia poética activa capaz de generar experiencias sinestésicas complejas. “El ruido del viento que me busca” personifica el fenómeno atmosférico dotándolo de intencionalidad y capacidad de búsqueda, mientras que su caracterización como “ruido” lo sitúa en el registro auditivo de la perturbación sonora más que en el de la melodía armónica. Esta imagen revela una concepción del viento como fuerza sensorial que actúa simultáneamente sobre la piel, el oído y la percepción del movimiento espacial.
Las fragancias en la poética de León Río trascienden su naturaleza olfativa para convertirse en experiencias sinestésicas que involucran dimensiones espirituales y emotivas complejas. “El aroma de un ángel” establece una correspondencia entre percepción olfativa y experiencia mística que revela la capacidad del olfato para acceder a dimensiones trascendentes de la realidad. Esta metáfora sinestésica sugiere que determinadas fragancias poseen cualidades revelatorias que trascienden su naturaleza química para convertirse en vehículos de conocimiento espiritual.
La playa y sus elementos constitutivos funcionan en León Río como espacios sinestésicos donde confluyen percepciones de diferente naturaleza para crear experiencias poéticas integradas. “El canto de la arena y la sal” atribuye cualidades sonoras a elementos que habitualmente percibimos mediante el tacto y el gusto, creando una imagen donde la playa se convierte en coro mineral capaz de generar melodías perceptibles para una sensibilidad sinestésica educada. Esta metáfora revela la influencia de la formación musical del autor, quien comprende el mundo natural como partitura compleja donde cada elemento contribuye a una sinfonía perceptible para quien posee la sensibilidad adecuada.
La construcción sinestésica en León Río responde a principios organizativos que revelan una comprensión sistemática de las correspondencias intersensoriales. Sus metáforas no surgen de asociaciones arbitrarias sino que obedecen a lógicas perceptivas coherentes que revelan patrones de correspondencia entre diferentes registros sensoriales. La recurrencia de imágenes que combinan color y emoción, sonido y textura, aroma y trascendencia, sugiere la existencia de un sistema sinestésico personal que organiza su percepción poética del mundo.
La temporalidad en León Río adquiere cualidades sinestésicas que revelan una concepción del tiempo como experiencia sensorial compleja. Sus poemas no se limitan a narrar secuencias temporales sino que crean duraciones sensoriales donde el tiempo se percibe mediante tacto, vista, oído y olfato. “Entre las noches” sugiere una temporalidad que posee espesor táctil, donde las noches funcionan como sustancia en cuyo interior pueden desarrollarse experiencias vitales complejas. Esta concepción temporal sinestésica revela la influencia de la práctica musical, donde la duración se percibe no solo como sucesión cronológica sino como experiencia sensorial rica en matices dinámicos y tímbricos.
Los colores en la poética de León Río trascienden su naturaleza visual para adquirir cualidades térmicas, táctiles y emotivas que los convierten en elementos sinestésicos complejos. El rosa de la pena, el oro del silencio, el negro del mar-cabello, la blancura nocturna, funcionan como notaciones sinestésicas que activan múltiples registros perceptivos simultáneamente. Esta utilización cromática revela una sensibilidad educada en la apreciación de las correspondencias entre percepción visual y experiencia emocional que caracteriza tanto la interpretación musical como la creación poética.
La anatomía amorosa en León Río se construye mediante imágenes sinestésicas que revelan una comprensión del cuerpo del otro como territorio sensorial complejo donde confluyen percepciones de diferente naturaleza. La piel rosa, el cabello negro-marino, los ojos habitados por libélulas, los labios que aman dientes, construyen una cartografía corporal donde cada elemento anatómico funciona como generador de experiencias sinestésicas específicas. Esta construcción del cuerpo amado revela una comprensión de la experiencia amorosa como fenómeno fundamentalmente sinestésico donde la percepción del otro involucra todos los sentidos simultáneamente.
La naturaleza en León Río funciona como laboratorio sinestésico donde los elementos del paisaje natural generan correspondencias intersensoriales complejas. La lluvia que traspasa, el viento que busca con ruido, la arena y sal que cantan, construyen un paisaje natural dotado de cualidades sensoriales múltiples que trascienden las categorizaciones perceptivas convencionales. Esta naturaleza sinestésica revela una comprensión del mundo natural como partitura sensorial compleja que requiere una sensibilidad educada para su apreciación completa.
El espacio poético en León Río se construye mediante coordenadas sinestésicas que crean geografías sensoriales donde la orientación espacial depende tanto de percepciones visuales como táctiles, auditivas y olfativas. Sus poemas no describen lugares sino que crean espacios sensoriales donde el lector puede experimentar sinestésicamente la realidad poética propuesta. La azotea donde se escucha música lejana mientras el cabello empapado se desliza entre las manos, la ventana donde se perciben lilas y estrellas, construyen espacios sinestésicos donde cada ubicación posee una firma sensorial específica.
La melancolia en León Río adquiere materialidad sinestésica que la convierte en sustancia perceptible mediante múltiples sentidos simultáneamente. Sus poemas no se limitan a expresar estados emocionales sino que los materializan sensorialmente, dotándolos de peso, textura, temperatura, sonoridad y aroma específicos. Esta materialización sinestésica de las emociones revela una comprensión de la vida afectiva como experiencia fundamentalmente corporal que involucra todos los registros sensoriales.
La música explícita e implícita en la poesía de León Río funciona como elemento organizador de experiencias sinestésicas complejas que revelan su comprensión de la realidad como fenómeno fundamentalmente sonoro. Su formación violonchelística se manifiesta no solo en la construcción rítmica de los versos sino también en su capacidad para percibir sonoridades en elementos aparentemente mudos. El silencio dorado, el canto de arena y sal, el ruido del viento buscador, revelan una sensibilidad auditiva educada en la percepción de sonoridades sutiles que escapan a la percepción no entrenada musicalmente.
La construcción metafórica en León Río responde a principios sinestésicos que revelan una comprensión de la imagen poética como experiencia sensorial total que trasciende las limitaciones de la percepción unisensorial. Sus metáforas no se limitan a establecer correspondencias visuales sino que activan redes de asociaciones sensoriales complejas que enriquecen exponencialmente la experiencia poética. Esta comprensión metafórica sinestésica revela una madurez artística notable para un poeta de su edad, sugiriendo una sensibilidad naturalmente orientada hacia la integración perceptiva.
En conclusión, la sinestesia en “Me lo dijeron unas voces” constituye un elemento estructural fundamental que revela la personalidad artística de Carlos Jesús León Río como poeta naturalmente orientado hacia la integración sensorial. Su capacidad para crear correspondencias inesperadas entre diferentes registros perceptivos, su utilización de la sinestesia como mecanismo de revelación poética, su construcción de un universo sensorial coherente y complejo, revelan una comprensión madura de las posibilidades expresivas de la fusión intersensorial. La influencia de su formación musical se manifiesta no solo en la construcción rítmica y melódica de sus versos sino también en su concepción sinestésica de la realidad como fenómeno perceptivo complejo que requiere la activación simultánea de múltiples registros sensoriales para su comprensión completa.