Te perdono

Te odié un poco al principio. Bueno, si te soy sincera, te odié durante casi toda mi adolescencia. No me mires así, tuve que luchar contra cada obstáculo que tú habías dejado en nuestro camino, y no fue nada fácil. No veía peligros a mi alrededor, pero tú habías vivido con un miedo constante bajo tu pecho y tuve que ingeniármelas para deshacerme de él. No sabía a qué tenías tanto miedo. Sigo sin saberlo.

Te recordé con impotencia durante mucho tiempo, porque creía que el miedo que tenía dentro de mí era invento tuyo. Siempre hemos sido bastante creativas y sé que la mayoría de tus temores eran fruto de tu imaginación. No te preocupes, he aprendido a lidiar con ello, y he aprendido a perdonarte.

No puedo culparte de nada cuando veo tus ojos a través de una foto: aquellos ojos vacíos de vida. Nunca llegaré a entenderte del todo, pero prometo recordarte con nostalgia y cariño y no guardarte rencor.

Mirar tu dolor

Nunca había visto tanto dolor en una mirada. Las pocas semanas después de salir del médico con una fecha límite, tu cuerpo empezó a fallar. Como si, después de tantos años ya no pudiera seguir sosteniéndote. En tu mirada solo había incomprensión e impotencia ante un cuerpo que ya no era capaz de seguir tus órdenes.

No llegué a saber si eras completamente consciente de la situación. Nunca hablamos del tema. Todos íbamos viendo cómo dejabas de ser el mismo poco a poco, cómo tu cuerpo te dejaba abandonado en el camino… Pero tú siempre sonreías, suspirabas y seguías adelante como podías. Siempre te admiraré por tu fuerza.

Hasta que sonreír fue casi imposible tanto para ti como para nosotros. Solo había dolor en aquellos ojos verdes que siempre habían estado llenos de serenidad y alegría. Solo había dolor en tus expresiones, que ya no eran capaces de sonreír y fingir que todo iba bien. El final, por muy duro que fuera, también, hizo que el dolor que te estaba matando poco a poco se rindiera y te dejara ir por fin.

El último respiro, aunque casi nos mata por dentro, también supuso respirar por primera vez al saber que tu sufrimiento había acabado.

Aprenderme

Me he memorizado frente al espejo y sobre la hoja en blanco.

He memorizado la mirada fija que deja ver todos los sentimientos que ni siquiera intento esconder.

He aprendido todas mis curvas, cada bache y recta. He descubierto todos mis secretos, para que ahora nadie pueda adelantarse y utilizarlos en mi contra.

He escrito mis miedos, porque sobre el papel ya no son una amenaza, ya no cogen forma en la profundidad de la oscura noche.

He cantado mi locura, porque por fin sé que soy más bonita volando libre, y para ser libre hay que dejar que la locura baile en mitad de la calle, bajo la lluvia.

Ser libre

La libertad no puede tener una definición exacta, porque atraparla en una ya sería enjaularla. No se sabe lo que es la libertad hasta que la sientes, hasta que echas a volar y ya no hay nada que te ate.

Podría escribir mil poemas sobre la libertad, pero es que ella no entiende de rimas o estructuras, así que prefiero hablar de ella en prosa libre. Igual que no podemos encerrarla en una definición, tampoco podemos encajarla en un verso.

Aprendí a ser libre como la única forma de vivir. Porque desde que me subí a ese tren no me apetece sobrevivir.

11 besos

El primer beso en la terraza del puerto, el sello de una promesa que estaba cogiendo forma. Los besos en aquel banco, mientras me mirabas tan profundamente que todo el mundo dejó de existir. El primer beso de despedida y el primero de encuentro, cuando al bajar del autobús nuestras miradas se encontraron. Los besos rodeados de abrazos, mientras nos iluminaba una fuente mágica y sonaban las que serían nuestras primeras canciones. La primera noche en tus brazos, los primeros besos de buenos días que querré todos los días de mi vida. El beso interminable que me regalaste el día que fui a buscarte al trabajo y no me esperabas ahí. Los besos llenos de amor que nos regalamos con los primeros poemas escritos. El beso detrás del primer “te amo”. Nuestro primer concierto, arropados con las letras de Morat: todas las canciones se terminaban con un beso. Todos los besos que me faltaron en nuestras primeras navidades separados. Tu beso en mi frente, prometiéndome que podré vivir la vida besándote.

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